Silencio, policía y discurso

(1) El silencio del Presidente de la República frente a la prensa no es bueno. No le hace bien a su figura, que por demás ha sido bien tratada por los medios. Además esto deteriora la calidad…

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El silencio del Presidente de la República frente a la prensa no es bueno. No le hace bien a su figura, que por demás ha sido bien tratada por los medios. Además esto deteriora la calidad de nuestra democracia. Si bien es cierto que no puede estar hablando todos los días, pues debe trabajar. No es menos cierto que el país necesita escucharle referirse a los temas de la agenda nacional. Y los periodistas solo hacen su trabajo. También, en los medios de comunicación el Presidente tiene grandes amigos y colaboradores, incluso con cargos en el Gobierno. Al Presidente lo están asesorando mal. El silencio permite el murmullo y este puede crecer hasta llegar a ser incontrolable. Y ese es pasto para la noticia real, pero de igual forma para los datos y hechos falsos, lo cual le afecta. El Presidente no debe cambiar el “librito” frente a los medios ahora, menos en este escenario político.

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En política un error es peor que el crimen, decía Talleyrand. Otro error político del Palacio Nacional, en esta semana, es la acción policial frente a los miembros de la sociedad civil que se manifiestan de forma pacífica contra la corrupción. Es conocida la mentalidad retrógrada de nuestras supuestas “fuerzas del orden”, aún con una formación de guerra fría. Quienes no previenen sino que “chocan”, golpean, persiguen y hasta matan. La Policía funciona como una organización de castas y grupos que no siempre procuran el bienestar general. La Policía Nacional necesita un cambio profundo: dignificar a sus miembros, purificarse de los que ensucian el uniforme, respetar las normas internas, tecnificarse y ser la compañía necesaria de la sociedad para su progreso. Más eso parece una quimera. Pero, aunque el momento político es crítico, reprimir no debe ser el modelo. Aquí ya nadie tiene miedo. Y, el entrar a un local privado sin autorización judicial motivada recuerda épocas que pensábamos superadas.
La Policía puede acompañar a los que protestan, pero solo si se producen disturbios y se afecta el orden público intervenir y así dejar de ser un noticia negativa para el Gobierno. Se necesita un cambio en la Policía, pero parece que no existe la voluntad política. Y el Gobierno muestra temor.

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La Asociación de Industrias de la República Dominicana celebró su 53 aniversario. Allí, frente al presidente de la República, el empresario Franklin Báez Brugal, como orador invitado, pronunció un discurso que puso el dedo en las llagas morales y políticas que afectan al país.

Sobre la corrupción pública y privada, en su conferencia titulada “Experiencias, inquietudes y anhelos”, el empresario manifestó que “en nuestro país abundan casos de políticos que han pasado de la pobreza a la opulencia en un abrir y cerrar de ojos, empresarios que se enriquecen evadiendo impuestos y narcotraficantes que han hecho su fortuna con su actividad y se pasean en todos los ambientes”.

Y que “la única vacuna que puede controlar la epidemia de corrupción que hace tiempo padecemos” es un “Poder Judicial (que) juegue su papel, que el ministerio público y jueces asuman realmente las responsabilidades puestas a su cargo, sin pactar con nadie. Que se investigue y juzgue a todo aquel que haya violado la ley, sin importar sus vinculaciones políticas ni su relevancia social”. También afirmó que “materialmente hemos avanzado y progresado mucho, pero moralmente nos hemos envilecido”. Realmente nada nuevo ha dicho, pero que lo diga un empresario de la talla e influencia de Báez Brugal y frente al Presidente de la República, por lo menos invita a pensar.

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