Austeridad

“Arrópate hasta donde las sábanas te den”; “si te entran 100, gasta 80”; “guarda para las vacas flacas”… Eran consejos frecuentes hace algunas décadas. Hoy en día, no se escuchan. Y si se dan, ¡molestan!Ocurre entonces…

Austeridad

Aquí la austeridad en el Estado siempre ha sido la excepcionalidad en vez de la regla. Porque la asociamos a ahorro o constricción financiera…

“Arrópate hasta donde las sábanas te den”; “si te entran 100, gasta 80”; “guarda para las vacas flacas”… Eran consejos frecuentes hace algunas décadas. Hoy en día, no se escuchan. Y si se dan, ¡molestan!

Ocurre entonces que se coge prestado para celebrar quince años y se cambia el automóvil el mismo año en que se va de vacaciones. La niña “merece” su fiesta y las vacaciones no se negocian.

Este fenómeno no sólo se da en los hogares. La mentalidad del despilfarro y el creer que “si no tengo, me endeudo” han contaminado también las decisiones empresariales y gubernamentales.

Y no solo en países subdesarrollados como la República Dominicana. Casi todos los Estados europeos siguen gastando muy por encima de sus ingresos, a pesar de la terrible crisis que los aqueja. Y jamás se ven manifestaciones exigiendo recortes y prudencia. A falta de éstos, ha crecido también el desperdicio.

Tanto es así, que la Unión Europea financió con 12 millones de euros un programa educativo en el que solo se apuntaron doce personas. Subsidió la construcción de una pista de esquí en una isla sin nieve ni montañas. Y donó un millón a Dinamarca para un zoológico de cocodrilos, que nunca llegó a funcionar.
(Quizá por lo feo que son)

Si esto ocurre en países avanzados, no puede sorprendernos que nuestro pobre síndico endiose su figura con piscinas de mal gusto y animales grotescos.
Dentro de este panorama gastador, existe además el sentimiento de que algún día nos exonerarán de pagar (porque no podemos y es de humanos perdonar). Y esto ha llevado al sistema a poner curitas donde se necesita cirugía y seguir esclavizando las futuras generaciones con más deuda.

La austeridad, que no es más que ser prudente y creer en presupuestos equilibrados, se ha desterrado por odiosa. Ni a Gobiernos ni a individuos les hace gracia soltar privilegios y apretarse el cinturón.

Sin embargo, es esta odiosa sabiduría elemental la que podría tirar un salvavidas a la desastrosa situación económica de la mayoría de los países. Muchos eruditos dicen que no, que hay que seguir gastando. Pero es mentira.

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Aquí la austeridad en el Estado siempre ha sido la excepcionalidad en vez de la regla. Porque la asociamos a ahorro o constricción financiera temporal, ante coyunturas críticas. Conforme el diccionario, austeridad es, en una primera acepción “sencillez y moderación”. En una segunda, “cumplimiento riguroso de las normas morales”. La administración pública debiera ser permanentemente austera. Lo es en naciones desarrolladas; máxime en el país. Austeridad no implica restringir la inversión pública ni anular el rol del Estado en la motorización de la economía. Sí, gastar prudente y decentemente. Instaurar la “austeridad” dispuesta el miércoles durante el Consejo de Ministros, extenderla al Congreso además, es “hacer lo que nunca se ha hecho”.

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