Todo a su tiempo…

En algún momento de la vida los seres humanos experimentan diferentes estados de ánimo. Muchas cosas dan vueltas en su cabeza, más de una vez sienten el deseo de salir corriendo y dejarlo todo atrás. Ser reactivos nos suma muchos malos…

En algún momento de la vida los seres humanos experimentan diferentes estados de ánimo. Muchas cosas dan vueltas en su cabeza, más de una vez sienten el deseo de salir corriendo y dejarlo todo atrás.

Ser reactivos nos suma muchos malos ratos, que si no aprendemos a controlar se traducirán en grandes fracasos.

Para quienes no negocian su sinceridad y su espontaneidad, aquellos que son transparentes, que no saben fingir lo que no sienten, que son incapaces de aparentar simpatías y afectos por nadie, la vida es cada vez más difícil. Deberán luchar por sobrevivir en un entorno de hipócritas, pero tendrán que hacerlo, sino, nunca serán considerados como personas adultas y, por ende, nadie las va a respetar. Esto no quiere decir que la madurez y la adultez sean sinónimos de hipocresía y falsedad, eso es tolerancia.

Es por eso, por lo que mis mejores amigos siempre han sido y serán los niños, porque ellos, no esconden lo que sienten, ni callan lo que les molesta, indigna y lastima.

Aunque tengamos pocos amigos, esos pocos deben ser suficientes, más cuando saben que pueden hablar con la verdad, y cuando están seguros de que de nosotros sólo escucharán la verdad. Pero como estamos llamados a desenvolvernos en muchos aspectos de la vida, debemos reservar nuestros afectos a los entornos personales. En el trabajo, en la profesión y en el diario vivir debemos ir con y no contra la corriente, es decir, que es necesario aprender algunas lecciones.

La primera, es dejar los sentimientos a un lado, asumir una actitud más racional, pensar en conveniencias, como lo hace la mayoría de las personas, reforzarnos con una dosis de amor propio, que muchos llamarán, egoísmo, ¿y qué? todo el día escuchamos personas hablar de lo que sienten y piensan los demás como si estuviesen dentro del cerebro de ese alguien a quien juzgan y critican. Por eso, aunque todas las voces nos griten: ¡corre! antes de siquiera mover un pie, pensemos, ¿es el momento de hacerlo, me conviene ahora, qué puedo perder, qué gano si me quedo?

Entonces, la decisión dependerá de cada una de las respuestas que nuestro mejor consejo, que somos nosotros mismos, nos de a cada pregunta.

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