Dejemos las excusas, apostemos al desarrollo

En 1965 el territorio asiático de Singapur logró su independencia. Un terreno de solo 718 kilómetros cuadrados (República Dominicana tiene 48,442 km2), era expulsado por el gobierno de Malasia de forma unánime, pues a su juicio el territorio…

En 1965 el territorio asiático de Singapur logró su independencia. Un terreno de solo 718 kilómetros cuadrados (República Dominicana tiene 48,442 km2), era expulsado por el gobierno de Malasia de forma unánime, pues a su juicio el territorio en cuestión no tenía ningún atributo. La historia les demostró lo contrario.

Con un producto interno bruto (PIB) de solo US$511 en la década de los 60, el futuro era sombrío, el primer ministro de la naciente república, Lee Kuan Yew, había hecho lo imposible por unirse a Malasia, al no lograrlo debió liderar el país del cual muchos analistas tuvieron los peores presagios. Cinco décadas después, el nombre de Singapur es sinónimo de desarrollo económico. El Foro Económico Mundial (FEM) califica a este “tigre asiático” como el segundo país económicamente más libre del mundo. El más reciente Índice de Percepción de la Corrupción lo tiene como el 7mo. país menos corrupto del mundo al nivel de Finlandia, Dinamarca, Suecia, Noruega y Nueva Zelanda. Es el 14to. mayor exportador y el 15to. importador del mundo. El único país asiático con calificación AAA de todas las principales agencias crediticias.

Su sistema de educación es constantemente reconocido como uno de los más eficientes, lo cual se traduce en un
desempleo del 1.9% y un PIB per cápita de US$78,000, según el Banco Mundial, que lo hace el tercero más alto del mundo, solo detrás de Qatar y Luxemburgo. Para las estadísticas, se ubica 44 posiciones por encima de Malasia.

Lee Kuan Yew llevó a cabo transformaciones que han hecho de Singapur un ejemplo para el mundo, con una clave determinante: apostarle a la libertad económica y a la educación. Es una fórmula de probado y reiterado éxito que luego inspiró a Deng Xiaoping para que resultados similares fueran posibles en China.

Hace 50 años, República Dominicana tenía el mismo PIB que Singapur (alrededor de UD$500), y sería mezquino negar que hemos tenido crecimiento. De la misma manera, sería conformista decir que hemos llegado hasta donde es posible con los recursos, posición estratégica y capital humano con que contamos, pues países que no han tenido ni la quinta parte de esos recursos, han logrado desarrollo sostenible. Las reformas deben ser juzgadas por su resultado y no por la intención con que se llevan a cabo, por más loable que sea esta. Igual, las reformas no pueden ser tímidas o a medias. Se requiere de acción responsable y seria que reemplace la politiquería y demagogia.

El pasado 23 de marzo, Lee dejó de existir. Como legado, sus 31 años de gobierno, aunque manchados por la falta de libertad política, fueron excepcionales e históricos por su desempeño económico. De esto último, mucho tenemos que aprender, porque por más obstáculos que existan, ningún país está condenado al subdesarrollo. Con 171 años de independencia y 49 de democracia participativa, en República Dominicana debemos dejar las excusas y apostarle al desarrollo.

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