Una vida sana

Entre los dominicanos está muy extendida la idea de vivir más allá de nuestras posibilidades reales. Ese afán conduce a situaciones terribles. Se gasta más de lo que se puede o se tiene. Vienen las deudas y las frustraciones porque se busca una&#8230

Una vida sana

Siempre que pensamos en adoptar hábitos de vida más saludables, inmediatamente pensamos en comer con menos sal, menos grasa, incluir más vegetales en nuestra dieta, utilizar productos naturales (si fueran orgánicos mucho mejor) para condimentar…

Entre los dominicanos está muy extendida la idea de vivir más allá de nuestras posibilidades reales. Ese afán conduce a situaciones terribles. Se gasta más de lo que se puede o se tiene. Vienen las deudas y las frustraciones porque se busca una felicidad fundada en el consumo y no en las formas sensatas que nos brinda la vida.

Nada de teorías sobre justicia social y equidad que son paradigmas invariables. Siempre debemos aspirar a que la sociedad sea cada vez más justa. De lo que hablamos ahora es de ese maldito afán de querer a toda costa lo que no podemos tener.

Tampoco nos nubla la mente el conformismo y mucho menos pretendemos promoverlo. No se trata de que se acepten las condiciones que nos impiden avanzar. Hay que mejorar las condiciones de vida. Ese es un derecho, pero tiene que ser por vías legítimas y razonables.

Si llevamos una vida ordenada, tratando de alcanzar lo justo, en proporción a nuestras capacidades, no tenemos que llegar a los extremos: vivir en el afán de tener, poseer, gastar, un consumismo que daña el cuerpo y la mente.
Tenemos que aprender y aspirar a la vida simple. Sin pretender unos estándares que no se corresponden con lo que somos ni con las realidades de cada quien.

La vida que vemos en el cine y en la televisión escasamente guarda relación con la vida de las personas. Suele ser fantasía que muchos buscan alcanzar. Eso conduce a un frenesí que rompe todos los parámetros y arrasa con la condición humana.

Somos máquinas del consumo. Y cuando no tenemos capacidad para discernir lo suficiente, entonces vienen las vías que entran en conflicto con la ley. Se llega hasta la violencia.

Y cuando todo se complica, se olvida que la negación de todo eso reside en la formación. En las enseñanzas de los buenos abuelos, de los buenos padres. De los hogares sencillos en los que nacimos.

Si aprendemos a vivir con lo necesario y lo justo, sin tener que tomar hasta lo que no nos pertenece, entonces seremos pacíficos y amorosos.

La vida sana nos salva de la violencia.

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Siempre que pensamos en adoptar hábitos de vida más saludables, inmediatamente pensamos en comer con menos sal, menos grasa, incluir más vegetales en nuestra dieta, utilizar productos naturales (si fueran orgánicos mucho mejor) para condimentar las comidas. Tomar la cantidad de agua recomendada, dormir un promedio de seis a ocho horas diarias, y otra cosa que debemos tener en cuenta es no saltar las comidas. Hacemos un cambio drástico en la lista del supermercado, ahora el lugar preferente lo ocupan las frutas, las verduras, los vegetales, los cereales integrales, la carne magra o la soya. Visitar el doctor para prevenir cualquier enfermedad y para llevar un control de nuestro estado de salud. Se hace imprescindible dedicar un par de horas a realizar alguna actividad física, caminar, correr, nadar, ¡hasta bailar! Todo con tal de vernos y sentirnos saludables.

Hasta ese punto, creo que la mayoría de personas que han realizado estos cambios en sus hábitos de vida, coincidirán conmigo y pensarán que no hace falta nada más. Sin embargo, sí hace falta algo más. Algo que, viéndolo bien, quizás sea lo más importante.

Para tener una verdadera y completa salud, no debemos descuidar la parte espiritual. Nadie puede verse, y mucho menos sentirse sano, cuando no está completamente en paz. En tal sentido, entiendo que es nuestra obligación hacernos rodear de personas positivas, debemos abandonar o evitar los ambientes y actitudes nocivas para nuestra salud espiritual.

Aunque algo no nos guste, si no podemos cambiarlo, lo mejor es ignorarlo. Así no nos hará daño.

Creo que el alma es la parte principal del ser humano, si no le damos el trato que merece, si no protegemos su salud, si no le proporcionamos el bienestar que amerita, aun gozando de una salud física de hierro, de cumplir a cabalidad con los llamados hábitos adecuados para llevar una vida sana, luciremos tristes, enfermos, cansados, desanimados, carentes de ilusiones y, por ende, de fortaleza para enfrentar la vida cada día. Una receta infalible para gozar de buena salud emocional, es administrarse una alta dosis de personas sinceras, honestas, pero sobre todo, respetuosas de los sentimientos y de la dignidad de los demás. l

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