A pesar de los grandes avances de la Medicina, hoy, en el siglo XXI, la iatrogenia tiene una alta incidencia; pero no toda consecuencia negativa es responsabilidad del médico, el daño es inherente a la aplicación del tratamiento con independencia de quien lo prescriba o administre.
Se considera que en EE.UU. la iatrogenia es la tercera causa de muerte. En ese país, en 1981, las afecciones iatrogénicas representaban el 36%. En el año 2000 se registraron 225,000 muertes por efectos iatrogénicos, y en el 2011 reportaron 581,926 muertes iatrogénicas.
Es que, además de los efectos negativos que pueden causar los medicamentos, también pueden ocasionarlos las prescripción de reposo o limitaciones físicas y de arriesgados y costosos procedimientos de diagnóstico innecesarios. Lo mismo puede ocurrir con los negativos y sombríos pronósticos dados al paciente en vez de alentarlo, porque además de las negativas repercusiones psicológicas y económicas que ocasiona, pueden comprometer el prestigio del médico.
Queda claro que la gran mayoría de enfermedades iatrogénicas no compromete la responsabilidad del médico porque son producto de errores excusables y de una gestión inculpable, pero a veces se usa el término con carácter morboso. Sin embargo, algunos casos de iatrogenia entran en lo que se llama “mala praxis”, que es ya una iatrogenia culposa e implica culpa jurídica, como es el caso de los efectos dañinos originados por la negligencia, la impericia o la inobservancia de los deberes y la correcta práctica del ejercicio médico. El Dolo, con repercusión legal, se produce cuando se actúa con la intención de hacer daño, modalidad que yo no concibo en el médico que ejerce con idoneidad y ética su profesión.
