El Papa Francisco busca diligentemente la reconciliación de todos los credos cristianos; acaba de dar una estocada valiente para acabar con la “Guerra Fría”, de más de 50 años, entre Cuba y EE.UU.; el saneamiento del Banco Vaticano fue uno de sus primeros pasos para limpiar las finanzas del Vaticano y está enseñando con el ejemplo a dirigir la Iglesia de Cristo con humildad. En la audiencia navideña ha denunciado “Los pecados de la curia”, que es donde está la fuente de la corriente anticlerical de todos los tiempos, y ha hecho tanto daño a nuestra querida iglesia, provocando una estampida de muchos creyentes hacia otras denominaciones cristianas.
Francisco habló sobre los “pecados de la curia romana”, los que catalogó como enfermedad. Con su habitual humor y sencillez detalló esos males: que los curas se creen inmortales, indispensables y eternos, y los invitó a visitar los cementerios para que vean en donde están los que también se creían inmortales; la indiferencia y la codicia de bienes materiales; las actitudes mundanas; el exhibicionismo; los celos y las intrigas del purpurado; el espíritu de superioridad; la pérdida de la memoria, y sólo están atentos a sus deseos, caprichos y manías; la esquizofrenia con dos vidas: una pública y otra escondida, se transforman en dueños y se sienten superiores a todos los demás.
No se puede generalizar porque hay muchos pastores que ejercen su ministerio pastoral con entrega y humildad, siguiendo el ejemplo del Buen Pastor, pero hay muchos que deben sentirse aludidos en el mensaje del Sano Padre.
Oremos para que el Papa Francisco siga predicando con el ejemplo y con coraje, y mantenga la dignidad de nuestra Iglesia, libre de intrigas y de escorias. Que el año 2015 sea el año que marque la trayectoria para que todos los curas imiten la vida de Cristo.
