La holgura externa

En los últimos meses las preocupaciones económicas han girado mucho en torno al tema fiscal y las restricciones que supone el peso creciente de la deuda pública.

En los últimos meses las preocupaciones económicas han girado mucho en torno al tema fiscal y las restricciones que supone el peso creciente de la deuda pública.Sin embargo, el comportamiento de las cuentas externas del país está siendo notablemente distinto. El déficit de Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos, que en términos simples es el balance que resulta de las operaciones corrientes de la economía con el resto del mundo, tales como las exportaciones e importaciones de bienes y servicios y los flujos de remesas, ha disminuido de manera significativa.

Mientras que entre 2007 y 2012, en promedio el déficit de cuenta corriente fue superior a US$3,600 millones por año o 7.2 % del PIB; en 2013 cayó en US$ 1,450 millones con respecto a 2012, colocándose en menos de US$ 2,700 millones. Esto fue cerca del 4% del PIB, un nivel que no se había visto en siete años. Se espera que 2014 cierre con un déficit similar o ligeramente menor.
Estas cifras revelan que el país está ante una cómoda situación externa, y que esa brecha tendrá pocos problemas en ser cómodamente financiada con los flujos de endeudamiento público e inversión extranjera.

La disminución del déficit externo se debe a la combinación de dos factores. El más importante ha sido una importante reducción de las importaciones, las cuales cayeron en 2013 en más de mil millones de dólares, equivalente a un 7 %. Cerca de la mitad de la reducción se debe a la disminución en el valor de las importaciones de combustibles.

No obstante, llama mucho la atención que las importaciones totales y en especial las de combustibles se hayan reducido tanto. Eso es un comportamiento muy inusual para una economía en crecimiento y que tradicionalmente ha mostrado una relación muy robusta y positiva entre demanda de combustibles y expansión de las actividades productivas. Para el período 1994-2012, por cada 1% de crecimiento del PIB, el valor real de la factura petrolera se incrementó en 1.85%. ¿Cómo explicar el hecho de que la producción crezca mientras la demanda de combustibles se reduce?

En 2013, casi toda la reducción en el valor de los combustibles importados fue por gasolina y gasoil. Las de gasolina cayeron en 313 millones de dólares y las de gasoil en casi 187 millones de dólares, y el volumen total importado de ambos combustibles fue de casi 3.6 millones de barriles menos que en 2012. Las cifras disponibles para lo que va del año apuntan a una profundización de esa tendencia.

Pero no sólo las importaciones de combustibles cayeron; también las de bienes de capital (maquinaria y equipo y sus repuestos), y en menor medida las de bienes materias primas y bienes de consumo diferentes de hidrocarburos.

El otro factor, desafortunadamente menos importante que el primero, fue un aumento de las exportaciones. En 2013, crecieron en 582 millones de dólares, equivalentes a un 6.4% respecto a 2012, y en 2014 es probable que crezcan en cerca de 4%. Sin embargo, casi todo el crecimiento de 2013 se debió al incremento de las exportaciones de oro, y en 2014 vamos por el mismo camino. El resto, en términos agregados, continúa comportándose con un insuficiente dinamismo.

De todas maneras, hace mucho que no veíamos tanta holgura externa. Pero, ¿cuáles son las implicaciones de esta situación? Una primera es que probablemente estaremos viendo un mercado cambiario más relajado, con menores presiones devaluatorias. Esto, junto a la restrictiva política monetaria y al bajo precio de las materias primas incluyendo el petróleo, seguramente explica la reducción en la tasa de inflación que hemos visto en meses recientes.

Una segunda implicación es que, muy vinculado a lo anterior, la economía tendrá más espacio para crecer porque habrá mayor capacidad para importar maquinaria e insumos.

Esta holgura debería consentir una política monetaria más laxa que permita una reducción aún mayor de las tasas de interés reales. Esto le daría más espacio a un crecimiento de más calidad porque viabilizaría proyectos productivos y que generen empleos que todavía no son rentables a los niveles actuales de tasas de interés. Además, contribuiría a reducir el indetenible crecimiento de la deuda del Banco Central.

El miedo, a veces exagerado, a la inflación y la devaluación, ya no debe ser excusa. Vayamos a lo importante.

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