Reflexionemos sobre nosotros mismos

De vez en cuando, en la soledad, y de la forma en que estemos más cómodos, es importante repasar lo que hemos sido y pretendemos ser, conocer cómo afectan nuestros actos a quienes nos rodean, de qué nosotros podemos servir de ejemplo al prójimo,&#823

De vez en cuando, en la soledad, y de la forma en que estemos más cómodos, es importante repasar lo que hemos sido y pretendemos ser, conocer cómo afectan nuestros actos a quienes nos rodean, de qué nosotros podemos servir de ejemplo al prójimo, qué huellas positivas estamos dejando en nuestro trillar… Es un ejercicio que nos renueva como personas y como entes productivos.

Con la edad voy aprendiendo que la vida es más simple de la cuenta. Somos nosotros quienes la complicamos, la alteramos, convirtiéndola en ocasiones en indomable. Nuestra existencia se nutre de los elementos que le demos a comer.
Unos se sacian con materiales tóxicos o ya vencidos; otros, los que aman la felicidad, le llenan el estómago con alimentos saludables, de esos que aparecen en el patio de cualquier casa.

También con la edad voy aprendiendo a simplificar las cosas, a ocuparme y no preocuparme de los problemas, si es que en realidad existen, pues muchos son producto de nuestra imaginación, creaciones infantiles de nuestro cerebro. Debemos simplificar lo complejo y, de igual manera, hay que evitar complicar lo simple.

En mi caminar, busco el punto neurálgico de las situaciones y ahí me concentro para buscar soluciones. El resto lo asumo como una distracción innecesaria, que si le damos importancia, además de perder tiempo y recursos, nos puede hacer fracasar.

Pero quizás de lo que más he reflexionado en estos días es sobre el tener cosas que no necesito. Ellas son un real estorbo, obstáculos que nos dificultan decidir con rapidez, espacios llenados para que haya más polvo, motivos torpes para comentar entre seres insulsos, retratos de una absurda vanidad.

Tenía 17 pares de zapatos cuando el doctor me dijo que sufría de espolones en los pies y que yo debía usar calzados ortopédicos. Como apenas poseía uno así, regalé el resto, y me sentí feliz al hacerlo. Y anduve durante 6 meses con ese solo par de zapatos, y no me hacían falta más, y tampoco había titubeos al momento de elegir. Uno y ya. Listo.

Ahora me ocurre algo en cierta forma parecido. Estoy de mudanza de apartamento y en el trajín noto que tengo decenas de corbatas. Y solo uso 5, las mismas que siempre están del ante del porta corbatas. Puedo prescindir de las demás y no perderé nada.

Lo que no nos hace falta de alguna manera pertenece a otro, han dicho grandes hombres y mujeres de la historia.

Amigos: los invito a buscar tiempo para pensar sobre nosotros mismos, sobre nuestra misión en la vida y la manera más adecuada de ser mejores y más útiles a los demás. Eso nos ayudará mucho.

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