El caos impera en las calles del Gran Santo Domingo

La ciudad posible que prometió alguna vez el alcalde del Distrito Nacional, Roberto Salcedo, continúa sumida en el caos y el desorden.

La ciudad posible que prometió alguna vez el alcalde del Distrito Nacional, Roberto Salcedo, continúa sumida en el caos y el desorden. Áreas verdes, aceras, isletas y calles de la Ciudad Primada de América lucen llenas de obstáculos que afectan el libre tránsito y afean el entorno.

Ante la falta de una adecuada y responsable política de defensoría del espacio público, las aceras sirven para todo, menos para la circulación de los peatones.
Así, se instalan comedores ambulantes, paleteras, talleres de mecánica y ebanistería; repuestos, barberías, tiendas de ropa, electrodomésticos y calzado; mercados de frutas y vegetales, paradas de transporte, bancas de lotería y hasta “viviendas”.

Pero también, suelen ser el espacio por excelencia para el aparcamiento de vehículos de aquellos establecimientos que con solo pintar unas cuantas rayas amarillas en su frente, se arrogan el derecho de convertirlas en parqueos para sus clientes.

Otros más osados han ido más lejos al apropiarse de la superficie especializada para la circulación de los viandantes, cercándolas a ras de los contenes, obligando a los munícipes a tirarse a la calzada, corriendo el riesgo de ser atropellados. (Avenida John F. Kennedy esquina Luis Lembert).

Lo mismo sucede con las áreas verdes y las isletas de importantes vías del Distrito Nacional. Basta pasar por el kilómetro 9 de la Autopista Duarte, que pese a los intentos de desarrabalización por parte del Cabildo, continúa ocupado por buhoneros y choferes de guaguas, carros públicos y camiones de agua.

En tanto, debajo de los elevados de la avenida Luperón casi esquina Independencia y de la Winston Churchill con John F. Kennedy, son utilizados por los choferes del transporte para estacionar sus unidades y cobijarse del sol. Mientras que  el de la avenida París es toda una pasarela para la venta de ropa y zapatos usados.

Ya en la avenida 27 de Febrero, en las inmediaciones de la avenida Duarte, las isletas funcionan, tanto para alojar indigentes, como de contenedores de basura y desechos plásticos de las importadoras de textiles de la zona.

Pero donde el caos se acentúa es en el sector de Villa Consuelo, donde sus aceras son utilizadas para la compra y venta de los artículos más inverosímiles: inodoros y lavamanos usados, madera, trozos de hierro retorcido, camas… por poner un ejemplo.

El caos también es visible en la Zona Universitaria, asediada por una gran cantidad de vendedores ambulantes y guaguas del transporte público.

Basura por doquier

La basura también constituye otro factor que atenta contra el espacio público, la cual ya no sólo se deposita indiscriminadamente en las aceras, sino que últimamente se amontona en las isletas.  La avenida Carlos Pérez Ricart de Circunvalación, en el sector Los Ríos y la carretera Sánchez son ejemplos de esta situación.

Los residentes de estos sectores afirman que empleados del propio ayuntamiento les autorizan a verter los desechos en estos lugares, destinados para el ornato, ante la falta de contenedores.

Deterioro progresivo

El Cabildo del Distrito Nacional, en las conclusiones de un estudio publicado en su portal web titulado: “Espacio Público, espacio de la masa urbana”, reconoce el deterioro progresivo que sufren los espacios públicos y áreas verdes, en detrimento de la calidad de vida de la ciudadanía. “La falta de seguridad, el abandono por parte de las autoridades competentes y su débil institucionalidad, la ocupación y uso inadecuado de éstos, el bajo nivel de pertenencia y de ciudadanía modifican los patrones de conducta afectando directamente de forma nociva los espacios urbanos”, señala.

Agrega que la red de espacios públicos con que cuenta la ciudad son predominantemente de escala barrial o sectorial, y en menor frecuencia, de escala metropolitana. “Más bien reflejo de la metáfora de islas flotantes en un mar de concreto, resultando invisibles a la percepción de la cotidianidad del ciudadano, a quien sólo se ofrece el sosiego de eventuales isletas embellecidas por un sector privado que lo usufructúa con sentido publicitario”.

El estudio sostiene que los espacios públicos son espacios residuales dentro de la ciudad como forma de especulación del suelo, beneficio del sector privado, debilidad del sector público, ausencia de una planificación que los valore y potencialice en virtud del mejoramiento de la calidad de vida de sus habitantes.
“Quedaría entonces repensar los modelos de hacer ciudad y construir ciudad”, concluye. La misma problemática afecta a los tres municipios que integran el Gran Santo Domingo, con excepción del municipio Santo Domingo Este, que desde el 2011 desarrolla un proyecto de recuperación de las aceras en la avenida Venezuela.

Contaminación sónica

La ciudad también sufre otro tipo de agresiones que vulneran la tranquilidad y la convivencia de los munícipes, con la proliferación de colmadones y “drinks” en zonas residenciales.

A esto se suman las guagüitas anunciadoras, que todo el día bombardean las calles de barrios y residenciales con la venta de variadas mercancías que van desde plátanos hasta tierra negra y la compra de metales; el “musicón” que muchos adaptan a sus vehículos para convertirlos en discotecas ambulantes; las “discolights” que utilizan los aspirantes a cargos públicos durante la campaña electoral para promover sus aspiraciones políticas y los bocinazos en las vías públicas, son muestra de la contaminación sónica que padece la ciudad.

Un análisis, elaborado por la Dirección de Gestión Ambiental del Ayuntamiento del Distrito Nacional (ADN), con apoyo de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA), arrojó “valores muy altos de contaminación por ruido, situándose por encima de los límites permisibles establecidos en las normas del país”.

En el estudio se analizaron decenas de establecimientos y puntos en zonas residenciales, comerciales, industrias, carreteras, hospitales, así como 41 centros de diversión y bodegas.

Frente a esta problemática que atenta contra la salud auditiva y emocional de los capitalinos, las acciones ejecutadas por las autoridades llamadas a combatir los ruidos, como son el Ministerio de Medio Ambiente y la Policía Nacional, se han quedado cortas.

El proyecto “Descontaminación Sónica” de la Unidad de Atención a casos de Contaminación Sónica, Máquinas Tragamonedas y Afines de la Procuraduría Fiscal de la provincia Santo Domingo (SD) para controlar los ruidos en centros de expendio de bebidas alcohólicas, es quizás el esfuerzo más consistente para enfrentar el mal.

Contaminación visual

La profanación del espacio público también se ve expresada en la colocación de vallas publicitarias y cables del tendido eléctrico, que en muchos casos perturban la visibilidad y rompen la estética del paisaje. Los múltiples mensajes invaden la vista de los conductores, que por momentos se sienten abrumados y ansiosos ante la carga publicitaria que se despliega a lo largo del elevado de la avenida 27 de Febrero y otras importantes vías del Gran Santo Domingo.

No se aplican normas para gestionar territorio

Para el urbanista Erick Dorrejo, la permisividad y la incapacidad de gestionar el territorio de manera efectiva por parte de las autoridades municipales, ha dado pie a las problemáticas antes citadas. Dorrejo sostiene que aunque existen muchos planes formulados y diseñados para la capital, el mercado ha determinado la ciudad que tenemos.

“Los planes formulados, no son implementados… las leyes de protección del territorio, no son cumplidas… las estrategias definidas tienen un tiempo condenado a la permanencia de la autoridad electa… y las zonas con necesidad de formular planes se ven invadidas por proyectos inmediatistas o por la urgencia de resolver un problema, condenando los territorios a problemas sociales y económicos importantes”. Plantea diseñar un esquema de intervención vial que suprima de forma gradual, el estacionamiento en las vías, reservando algunos espacios para la colocación de parquímetros.

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