La moderna tecnología está revolucionando la práctica médica. Cada día se avanza más hacia el cuidado médico individualizado gracias a la revolución digital. Pero en esta ideología individualizada se necesita la participación del individuo. Tenemos todos los medios tecnológicos y digitales para lograrlo: los teléfonos inteligentes, las redes sociales, la tecnología digital, la internet, la banda ancha, la computación en la Nube, los biosensores inalámbricos, la secuenciación del genoma, etc.
Mediante todos estos medios podemos monitorear las funciones vitales (presión arterial, pulso, función respiratoria, concentración de oxígeno en la sangre), el electrocardiograma, el ecocardiograma, las imágenes diagnósticas, etc. Se espera que el consumidor bien informado estará en condiciones de controlar sus propios cuidados de salud basado en estas amplias informaciones.
El biosensor es un dispositivo que se caracteriza por su reducido tamaño, mediante el cual se pueden analizar y obtener mediciones de sustancias biológicas, tejidos, bacterias y fármacos en tiempo real sin necesidad de usar marcadores. Tienen gran sensibilidad, precisión y selectividad. Algunos tienen capacidad de detectar y cuantificar células cancerígenas en cuestión de minutos. Hoy se cuenta con los nanobiosensores, dispositivos aún más diminutos, en la escala de una millonésima de milímetro o una billonésima de metro. Esos biosensores pueden ser colocados en relojes de pulsera y teléfonos inteligentes.
Un invento más reciente es “El Internet de las cosas”, una red global de información y comunicación en donde todos los objetos que nos rodean están identificados y permanentemente conectados a la red. Esta nueva tecnología aportará una gran contribución para obtener señales del cuerpo sobre la función de los órganos y de dispositivos como marcapasos, desfibriladores, etc., y hacer disparar la alarma para asistencia de urgencia.
