“Con el pueblo no me siento extraño, él me ha humanizado”

Dagoberto Tejeda es un hombre que disfruta cada instante de la vida a plenitud. Es un ser que se decanta por la sencillez y aborrece las banalidades que exige la sociedad.

Dagoberto Tejeda es un hombre que disfruta cada instante de la vida a plenitud. Es un ser que se decanta por la sencillez y aborrece las banalidades que exige la sociedad. Durante su estadía de cuatro años en Brasil, donde estudió sociología, tuvo un acercamiento directo a las favelas, con la macumba y candomblé y distintas ceremonias a nivel religioso. Fue en este país carioca donde se enamoró de su verdadera pasión: el folclor, el pueblo, su gente y sus costumbres.

“Siempre tengo por norma, y me ha dado un resultado extraordinario, hacerle el bien a todo el que lo necesite. Lo que la vida me ha enseñado es que ella me lo paga con creces. Tengo muchas experiencias de que sólo la concesión de hacer el bien a todo el mundo genera una energía positiva. Soy un hombre optimista, de esperanza, de fe en los otros, todavía yo creo en la gente”, afirma Tejada.
El catedrático asegura que el folclor nuestro no ha tenido un apoyo ni preocupación de parte del Estado, pues todavía prevalece una visión ideologizada, oficial, completamente de preciosismo, de apariencia, de consumo, donde las cosas espirituales las convierten en mercancía. “Es una pena que las autoridades no han valorizado, ni mostrado interés por el apoyo y desarrollo de lo que significa el folclor. Esa minoría entiende que el pueblo es bruto, que el pueblo no crea ni hace cosas trascendentes”, se queja.

1. Mi niñez
Yo nací en una aldea hermosísima que se llama Baní. Mi abuelo era músico y zapatero y mi padre maestro de escuela en Las Calderas. Yo vivía con mi abuelita, que tenía una panadería, allí trabajaban 15 panaderos. A la hora de hacer los panes en el lugar había música, canto y, sobre todo, las historias de cada uno de ellos. Eso hizo que poco a poco yo participara en sus fiestas populares y ahí poco a poco fui aprendiendo todo lo que era esa dimensión. Tuve una niñez muy sana, disciplinada y una niñez llena de sueños.

2. Momento de dolor
Cuando yo tenía 11 ó 12 años murió mi madre y yo no pude gozármela, poco tiempo pude decirle mamá y hoy tengo una visión muy difusa de ella, tengo su fotografía, pero ese vacío es un vacío que no lo llena absolutamente nada. No hace muchos años que murió mi padre, yo te puedo asegurar que hay un antes y un después. Cuando muere la madre y cuando muere el padre, uno se transforma, llegas al punto del cinismo y decir: ‘tanta gente mala y desgraciada que no se muere’.

3. Mis estudios
Pasaron los años y llegó el momento de ir a la universidad. Era el gobierno del profesor Juan Bosch, donde se hizo una de las hazañas más extraordinarias, que no ha sido valorizada como se debe por ningún otro gobierno, y fue que en todas aquellas áreas de la universidad donde no existían profesionales, pues se ideó enviar la mayor cantidad posible de bachilleres para el exterior para que se prepararan en las áreas que iban a tener incidencias en el desarrollo. A través de don Fabio Herrera, que era banilejo, se consiguió que yo me fuera para Brasil a estudiar sociología.  

4. Viaje a Brasil
Yo no había venido a la capital, prácticamente. Cuando me tocó viajar a Brasil era de noche y estaba lloviendo y oscuro, por eso cuando pasé por la ciudad no vi nada y desperté en una ciudad como Río de Janeiro, una urbe que tenía más habitantes que toda la República Dominicana completa. Llegamos allá y a nuestro grupo le decían los seminaristas, porque solo hacíamos actividades festivas los viernes y los sábados; por eso, todos los que fuimos de mi aldea logramos graduarnos. La primera vez que fuimos a la playa Copacabana, nos encontramos con una playa donde había miles de personas, nos volvimos locos porque veíamos a las mujeres con unos biquinis pequeñísimos, por este motivo y por el champán el resto de los estudiantes que fuimos a Brasil fracasó.

5. Momento de precariedad
Al poco tiempo de estar en el país carioca estalló la Revolución de Abril en el país. Nosotros recibíamos una beca por parte del gobierno y, lógicamente, en medio de la revolución la beca no llegaba, nosotros allá lo que hicimos fue un movimiento de solidaridad entre nosotros. Yo vivía en Copacabana, nos íbamos a pie a la universidad, que no quedaba tan lejos, era una universidad de la élite, ahí daban almuerzo, que costaba cinco pesos, y lo que hacíamos era que cuando almorzábamos cogíamos cosas adicionales, por ejemplo pan, y nos los echábamos en los bolsillos para cenar. Así pasábamos varios meses sobreviviendo. Los cinco pesos, si no los teníamos, los pedíamos y la gente nos los daba, porque sabían la situación. Además, había mucha solidaridad, porque cuando a alguien le mandaban unos chelitos, nos los dividíamos entre todos, eso fue muy hermoso e hizo posible la creación de mucha amistad entre nosotros.

6. Devoción por el carnaval
Al poco tiempo de estar allá comenzaba el carnaval. El carnaval que nosotros conocíamos era totalmente ínfimo a este que estábamos viendo. Cuando llegamos había una chercha en el apartamento con nosotros los dominicanos, me dijeron que me pusiera mi traje de baño y me pusieron una servilleta en la parte delantera y otra en la trasera y nos fuimos. Esa experiencia de caminar a las diez u once de la noche y uno encontrarse con tres mil personas descansando para al otro día volver al desfile; de ahí nació realmente mi afición por el carnaval, yo me volví loco con ese carnaval libre, inmenso y rico, me metí en las favelas y aprendí mucho acerca de él, pero también yo recuerdo que había un ambiente de valorización de todo lo que era la negritud, la presencia de la herencia africana y todo lo que era esa riqueza étnica cultural. Yo vi la película Vereda de Salvación, era la historia de un movimiento mesiánico y del cimarronaje, por eso, en Brasil me metí en las macumbas, en Candomblé y en las ceremonias a nivel religioso.

7. Mi regreso
Cuando llegué al país, lo hice imbuido de toda esa dimensión y esa visión de los movimientos mesiánicos y la negritud, de una vez yo comienzo a penetrar en el pueblo y me di cuenta de que yo conocía muy poco lo que era la cultura popular dominicana. Yo había estado en Brasil con un gran maestro, Paulo Freire, fue quien revolucionó la educación en Brasil y América Latina, me enseñó las pautas que luego yo comprendí. Primero, yo aprendí sociología con los que no sabían de sociología, con el pueblo, los que no sabían leer ni escribir, el pueblo me enseñó sus símbolos, su presentimiento, sus miedos, su conocimiento y lógica. Convivir con el pueblo me enseñó que cuando hay una relación espontánea y sincera no existe chisme, ni la envidia, nada más existe la solidaridad. Aprendí poco a poco a humanizarme y aprendí a valorar lo más mínimo que el pueblo tenía, porque lo compartía; pero sobre todo aprendí lo que eran las cosas secundarias, aprendí a ser yo, y a no vivir de las apariencias.

8. Mis libros
Yo he escrito alrededor de 20 libros, todos han estado respaldados por la investigación científica. Cada libro es un hijo. Normalmente, cuando yo me siento a escribir es porque toda la idea ya está en mi cabeza. Cuando escribo renuevo ideas, esa es mi visión de la vida, dar, conversar, el que no conversa en la vida es un solitario y vive arropado por la tristeza. Cuando comienzas a escribir se te hace una obsesión que tú te la gozas. Últimamente yo he escrito dos o tres libros que me han dado mucha satisfacción y cuando tú terminas dices:  este es el mejor que yo he escrito, pero mentira. Yo escribí uno que tuve veintitantos años investigando, yendo año tras años a la fiesta de San Juan Bautista en Baní, que es la Zarandunga. La Zarandunga es la manifestación cultural cimarrona más importante del país. Después escribí sobre los bailes folklóricos dominicanos, y el más reciente sobre el Vudú en Dominicana y en Haití, sobre Haití más bien. Es un análisis político, y sobre República Dominicana es un manual, donde yo le doy un perfil muy personal a cada misterio o luas, yo lo humanizo a partir de mi propia experiencia.

9. Proyecto
Estoy conversando con el presidente del Comité Olímpico Dominicano, Luisín Mejía, para hacer un manual de Cultura Dominicana para Deportistas, porque a veces a uno le dan ganas de llorar cuando ve deportistas que cuando hablan tienen una precariedad en conocimientos, y ellos son los representantes del país y patrimonio de la patria, son personas que realmente ponen en alto la nación, por eso quiero hacer este aporte.

10. Familia
Yo me casé con Tirsa Elena Vargas, una negra panameña, que era pintora y arquitecta. Estuvimos juntos 45 años, procreamos dos hijos, María Isabel y Juan José, ambos son diseñadores gráficos. Una noche, Tirsa falleció de un infarto.
Para mí fue trágico, ese vacío no lo llena nadie, entonces me vi en una coyuntura que me quedé solo y yo soy enemigo de la soledad, soy persona de conversar y compartir. Entonces me casé con una mulata llamada Amarilis, quien me dio una hermosa bebé, Marta Milagros, que tiene dos años, esa es mi razón de vivir. Ahora estoy muy rígido y muy estricto porque tengo que vivir para ella. l

“Descubrí a África y aprendí a ser yo”

Desde Brasil comencé esa compenetración con la negritud. Descubrí a África, descubrí sus símbolos, sus riquezas, su energía, sus dioses y su espiritualidad; y desde ahí, yo no tengo traje de vestir, el último que tuve ya hace 35 años, cuando nació mi hija, lo que tengo son túnicas, collares, pulsas. Eso ha tenido dos tipos de reacción para la gente; por un lado, unos dicen que soy un loco y por el otro, que soy ‘pájaro’, pero yo me siento bien porque no le hago caso a una cosa ni a la otra y aprendí a ser yo, donde me invitan yo voy con mis túnicas, si no están de acuerdo, yo sigo por ahí y les doy las gracias, pero yo no puedo dejar de ser yo. Tampoco recuerdo la última vez que me pelé y vivo mi vida en función de la espontaneidad y la sinceridad. Yo a veces pienso que nací en el lugar o época equivocada, por ese consumismo, esa mentira, esa hipocresía, esa doble moral y que el único Jesucristo es conseguir cuarto como sea y de la manera que sea.Yo no tengo cuarto pero yo camino y me duermo tranquilo, hago realmente una relación con la naturaleza y con la gente, esa es mi plenitud, mi humanización y mi concepción de la vida. Siempre tengo por norma, y me ha dado un resultado extraordinario,  es sencillamente hacerle el bien a todo el mundo sin mirarle a la cara, hacer todo el bien que tú  puedas hacer, y lo que la vida me ha enseñado es que ella me lo paga con creces. Tengo muchas experiencias de que solo la concesión de hacer el bien a todo el mundo hace que necesariamente sea una energía positiva, yo soy un hombre optimista, de esperanza, de fe en los otros, todavía yo creo en la gente.

Convencimiento
Mi gran pasión es el pueblo, con él no siento vergüenza y no soy extraño. El pueblo me lo ha dado todo, me ha humanizado”.

Riqueza
He tenido la suerte de contar con muchos grandes amigos, amigos de compartirlo todo. En eso la vida no ha sido mezquina conmigo”.

Convicción
Mi versión de la vida es el otro, dar, conversar, el que no conversa en la vida es un ser solitario, que vive arropado por la tristeza”.

Convivencia
Convivir con el pueblo me enseñó que cuando hay una relación espontánea y sincera no existe chisme, ni la envidia, sólo existe la solidaridad.

Sentir
Vivo mi vida en función de la espontaneidad y la sinceridad, yo a veces pienso que nací en el lugar o época equivocada.

Mi favorito
No paso un día sin escuchar las canciones de Agustín Lara, quien le canta a los que la sociedad desecha y discrimina”.

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