El valor de las artes visuales en RD

Para abordar este tema, se hace necesario apoyarnos en nuestra experiencia, que si bien nos permitirá entrar en consideraciones puntuales sobre objetos producidos por el hombre como reacción a un hecho o acontecimiento y que convencionalmente denominamo

Para abordar este tema, se hace necesario apoyarnos en nuestra experiencia, que si bien nos permitirá entrar en consideraciones puntuales sobre objetos producidos por el hombre como reacción a un hecho o acontecimiento y que convencionalmente denominamos “arte”. Sin embargo, la artisticidad que deriva de estos objetos, hace que su precio en tanto obras de arte sea no propiamente por aspectos estéticos o formales, más bien se adquiere a partir de otros medios como el coleccionismo, el comercio de arte y a veces como consecuencia de la museografía.

Es importante tomar en cuenta que el territorio que conocemos en la actualidad como República Dominicana, registra en los anales de su historia hechos importantes, pues en La Española es donde inicia el coleccionismo en América, siendo tres las obras capitales de la pintura en ese primer momento: una de ellas representa a una Santa Mártir, descubierta en la Sala del Tesoro de la Catedral Primada; otra, es la magnífica copia de la Virgen de la Antigua, en una capilla de la misma catedral y, la tercera, que a pesar de que fue recreada en la isla, se encuentra en la colección del Museo Lázaro Galdiano en Madrid, España, y representa una imagen de la Virgen María con Colón arrodillado a sus pies, mientras en el fondo puede observarse la construcción de la catedral de Santo Domingo y el escudo de la ciudad sostenido por ángeles.

No obstante, a pesar de que el coleccionismo inició primero aquí y no en otro lugar del denominado “Nuevo Mundo”, es un hecho que nos hemos quedado un poco rezagados, contrario a lo que ha ocurrido en Cuba, Venezuela, Colombia, México, Perú, por citar algunos ejemplos, salvo algunas excepciones de grupos de coleccionistas privados, entre ellos: Isaac Lif, Isaac Rudman, Familia Nader, Alberto Cruz, Juan José Ceballos, Mario Martínez, Fernando Báez Guerrero, Edmón Elías, Bayardo Mejía, Julio Curiel, Eduardo León Jimenes (Centro Cultural Eduardo León Jimenes), Juan José Bellapart (Museo Bellapart), Cándido Bidó (Museo Cándido Bidó), Mildred Canahuate (Museo del Dibujo Contemporáneo y el Salón Nacional del Dibujo), Rafael Perelló (Centro Cultural Perelló), Familia Guerra De León (Centro Cultural Mirador Santo Domingo) y algunos más.

Destacando los seis últimos por convertir su reserva artística en una pinacoteca abierta al público a partir de la instauración de importantes espacios culturales.

No obstante, se hace necesaria la reflexión histórica, puesto que esto nos obliga a considerar el costo del arte en función del tiempo, ya que es sobre esta valoración que se ha construido el acceso al mercado del arte. En todo esto hay dos aspectos muy importantes y que debemos tomar en cuenta. Por un lado está la antigüedad y, por otro, la historicidad. El primero guarda relación con lo cronológico, mientras que el segundo, tiene que ver más con lo cultural.

Claro que, para determinar el valor de un objeto artístico existen una serie de elementos que no se deben obviar, entre ellos: su procedencia, por razón de su autor o la cultura a la que corresponda; su morfología; la unicidad, la cual se contrapone a la multiplicidad, sea por copia o reproducción; asimismo el estado de conservación o la restauración que se le haya realizado. Por todo lo anterior, será comerciable el objeto si se conserva íntegro por lo menos en un 25 por ciento. 

El reconocimiento que haya alcanzado el autor de la pieza aumenta en gran medida el precio de la obra, pero influye también cuál ha sido el maestro, el taller o la escuela, pues esto último permite además autenticar la firma del creador, a través de técnicas especializadas. Y, de resultar una falsificación esto generaría un escándalo en el mercado del arte, afectando a su vez los intereses de unos cuantos.

Es de entenderse que el precio de una pieza va a depender mucho de lo referido anteriormente, además de que en caso de ser restaurada deben seguirse los parámetros establecidos. De igual modo, influirá la importancia que le otorgue la crítica y, adentrándonos un poco en esto último, nos preguntamos: ¿se asume la crítica con seriedad y respeto en nuestro medio? Y con esto cuestionamos incluso lo que hacemos, con la seguridad de que el especialista tiende a realizar trabajos por encargo y esto algunas veces le impide ser lo suficientemente objetivo. También se han presentado casos en que el crítico y/o curador hace lo mismo de juez que de parte y hay que tener cuidado con esto, o se es una cosa o la otra.

Hay que ver además el tema de las sobrevaloraciones, pues con el tiempo se han presentado obras de artistas cuyos precios hoy no se comparan con los que tuvieron hace una década. También se producen variaciones estimables en los precios que afectan la inversión realizada por algunos en un momento dado.

Estas fluctuaciones mucho tienen que ver con el tema oferta-demanda. Las obras pueden aumentar de precio atendiendo a criterios ya citados y, sobre todo, al buen manejo de su nombre, ya que en todo esto el tema de las falsificaciones es uno de los principales detractores.

En una mirada al pasado, nos percatamos de que pocos artistas han logrado cotizarse en función de su trayectoria, cabe resaltar algunos cuyos nombres  permanecen dormidos en cuanto al valor económico y cuyas obras dictan que sea lo contrario, tal es el caso de Alejandro Bonilla, Arturo Grullón, Abelardo Rodríguez Urdaneta , Luis Desangles Sibilly, Juan Bautista Gómez, Enrique García Godoy y Yoryi Morel, por citar algunos ejemplos de quienes forman parte del primer grupo de maestros del arte dominicano. Sin embargo, de este grupo el nombre más sonoro es el de Yoryi Morel. ¿Pero qué ha pasado con su producción visual?, ¿cuál es el valor económico de la misma? ya que, a pesar de ser considerado como uno de los grandes maestros del arte nacional sus obras no alcanzan más de los US$5, 000 dólares.

Por lo menos las obras de la maestra Celeste Woss y Gil, están por los US 25,000 dólares (1,074,500 pesos a la tasa de cambio actual). Y, entrando un poco en el arte dominicano del siglo XX, podemos citar a la maestra Clara Ledesma y el maestro Jaime Colson, con precios entre US 15,000 (645 mil pesos) y US 20,000 dólares (RD460,000). En el caso de este último, independientemente del significado que remiten sus piezas en términos formales y estéticos, existe un valor agregado y es que buena parte de su producción visual se registra en el Museo Bellapart, entrando de ese modo en el concierto de las obras de arte dominicanas más cotizadas.

Entonces, amparados en el principio comercial de que es arte lo que vale dinero y se revaloriza y, de que desde hace buen tiempo existen las ferias internacionales y las subastas, es fácil advertir que el arte dominicano no ha logrado el posicionamiento que merece a nivel internacional. A no ser por la Familia Auffant, cuyo aporte al posicionamiento del arte nacional merece ser reconocido, seguido por la Galería de Arte Nader, que bajo la dirección de don Roberto Nader empezó a cotizar el arte nacional, continuando más tarde esa labor sus hijos Francisco, George y Gary Nader, llevando las obras de los artistas dominicanos a los principales escenarios, a partir de la participación en importante ferias de arte y exposiciones en los grandes salones internacionales.

En la actualidad esta labor la mantiene la galería dominicana Lyle O. Reitzel Arte Contemporáneo que desde hace varios años tiene un espacio en Context Art Miami y en otras ferias no menos importantes, donde el arte dominicano encuentra un espacio privilegiado signado por las obras de García Cordero quien alcanza los US$20,000 dólares, así como también de Inés Tolentino, Gerard Ellis, Hulda Guzmán, Tania Marmolejos, Gustavo Peña, Jorge Pineda, Limbert Vilorio y Raúl Recio, este grupo con precios entre los US$10,000 (430 mil pesos) y US$12,000 dólares (RD$516,000).

A partir de un sondeo realizado en el mercado local para la presente investigación, los datos obtenidos nos permiten confirmar que el maestro Iván Tovar pasa a ser el artista dominicano más cotizado, con piezas en US 40,000 dólares (1,719,200 pesos a la tasa de cambio actual), sin olvidarnos del caso del artista Ramón Oviedo, considerado como el Maestro del arte dominicano, cuyas obras rondan los US 15,000 dólares (645 mil pesos). Mientras que las de Teté Marella, Jorge Severino y Antonio Guadalupe, se estiman entre los US 10,000 y US12, 000 dólares.

En el grupo de artistas fallecidos recientemente domina el mercado el maestro Domingo Liz (US15, 000), seguido por Guillo Pérez (US 12,000), Cándido Bidó y Fernando Ureña Rib (US 10,000). No ha acontecido lo mismo con el maestro Alberto Ulloa, cuyas obras a pesar de tener una gran demanda, actualmente no alcanzan los US5, 000 dólares, debido al mal manejo de su producción visual en el mercado.

Paralelo a los más cotizados, están también los más demandados, en esta categoría entran las obras de artistas como: Elsa Núñez, Rosa Tavares, Amaya Salazar, Amable Sterling, Enriquillo Rodríguez con precios entre US 5,000 y US 7,000 dólares. Y, el caso del maestro Dionisio Blanco que merece un estudio especial para poder explicar sus altas y bajas en el mercado, sin que haya duda de que es uno de los más vendidos.

Están también los artistas que conservan su mercado y se mantienen, tanto a nivel nacional como internacional, entre ellos tenemos a: Alberto Bass, Luz Severino, Freddy Javier, Mariojosé Ángeles, Iris Pérez, Vladimir Velázquez, Mayobanex Vargas, Ed Vásquez, Soraya Abu Naba’a, Marcos Guerra, Héctor Ledesma, Leonardo Sanz, Ramón Sandoval, Joel Gonell, Joaquín Rosario, Benjamín Cruz, Reyes Ocre, por citar algunos ejemplos.

Finalmente, es claro que para el artista su triunfo probablemente se mida en función del precio que sus obras hayan alcanzado en el mercado, pero no se puede obviar que la verdadera obra de arte, nada tiene que ver con su precio, porque no tiene valor de compra.

Tal vez por eso se contraponen los roles entre los críticos y/o curadores en relación a los mercaderes, puesto que para la historia del arte el valor de una pieza no se mide en cuánto pueda costar, sino en cuánto pueda expresar en función de lo cultural, lo estético o lo histórico. l

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