Visiones sobre el Caribe: Ricardo Alegría, el padre de los indios caribeños

“Cuando Cristóbal Colón descubrió Puerto Rico hace poco más de quinientos años, encontró que la isla estaba habitada y a sus moradores los llamó indios. Estos indios eran seres como nosotros solo se diferenciaban en el color de la piel, las&#8230

“Cuando Cristóbal Colón descubrió Puerto Rico hace poco más de quinientos años, encontró que la isla estaba habitada y a sus moradores los llamó indios. Estos indios eran seres como nosotros solo se diferenciaban en el color de la piel, las costumbres y el idioma.

Los indios tenían el color cobrizo y el pelo negro, grueso y muy lacio. No tenían barba ni bigote y seguían la costumbre de arrancarse todos los  pelos del cuerpo, menos los de la cabeza y las pestañas. De estatura eran casi iguales a los puertorriqueños de hoy, aunque quizás un poco más bajos.

Las costumbres de los indios eran muy diferentes a las nuestras y su vida más sencilla y tranquila. Aunque el idioma que hablaban no se parecía en nada al español, nuestro pueblo usa hoy en su conversación diaria bastantes palabras de la lengua indígena, sin darse cuenta de ello…”  Ricardo Alegría[i], Historia de nuestros indios

El fragmento que encabeza este artículo forma parte de una de las obras más importantes de este antropólogo e historiador Don Ricardo Alegría Gallardo, nacido en San Juan en 1921 y fallecido en 2011, a la edad de 90 años.  Don Ricardo se ganó el respeto y la admiración no solo de sus  discípulos, sino también de todos los intelectuales.

Dotado de una  envidiable formación. La licenciatura la obtuvo en la Universidad de Puerto Rico. Por sus calificaciones pudo hacer estudios de post grado en las universidades de Chicago y Harvard. Al finalizar regresó a San Juan y comenzó a realizar actividades académicas. Fue tan grande su pasión por la investigación, que en 1953, gracias a una beca financiada por la Fundación Guggenheim, pudo iniciar sus estudios doctorales. En 1955 obtuvo  el doctorado en Filosofía y Letras.

Regresó a su amado Puerto Rico para trabajar. Su activismo le permitió convertirse muy rápidamente, en una de las principales figuras del panorama intelectual puertorriqueño. Desempeñó muchas funciones: fue fundador de la Escuela y los Talleres de Artes Plásticas de Puerto Rico; padre y promotor de la Bienal del Grabado Latinoamericano; fundador y luego director del Centro de Investigaciones Arqueológicas y Etnológicas; director del Museo de Antropología, Historia y Arte de la Universidad de Puerto Rico  en el Recinto de Río Piedras; catedrático de Antropología en dicha universidad y director del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Casi hasta su muerte fue Presidente del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y El Caribe.

Tenía una cualidad que pocos intelectuales podían exhibir: la organización. Pero el tiempo le alcanzaba para escribir y publicar. Entre sus numerosas publicaciones podemos citar las siguientes: La población aborigen antillana y su relación con otras áreas de América (1948); Historia de nuestros indios (1950); Mi primer libro de Puerto Rico; La Fiesta de Santiago Apóstol en Loíza Aldea (1954); Cuentos folclóricos de Puerto Rico (1967);La vida de Cristo según el santero E. Florencio Cabán; Los renegados; Cacicazgo entre los aborígenes de las Indias Occidentales (1947), solo para citar algunas. Como puede observarse de los títulos de los libros, sus preocupaciones intelectuales  se centraron en los aspectos culturales y arqueológicos. El indio también en el mestizaje de las tradiciones hispana y africana que se encontraron.

Un elemento clave del pensamiento de Don Ricardo fue su defensa a la identidad puertorriqueña, siendo el defensor más preclaro e importante de la denominada “puertorriqueñidad”.

No hay dudas que hoy, en el siglo XXI, casi un siglo después del nacimiento de este singular intelectual, sus ideas puedan ser puestas en tela de juicio.  Su visión de los indios, por ejemplo, era más que nada paternal. La puertorriqueñidad era para él un paradigma, un referente importante que estaba basado en una visión esencialmente hispánica. No podía negar su defensa a la herencia cultural de España.

La pequeña obra, objeto de este artículo, titulada Historia de Nuestros Indios fue publicada por primera vez en 1950, escrita en un lenguaje sencillo y ameno, muestra una visión paternalista hacia los primeros pobladores.

Consta de 16 pequeños capítulos que se inicia con el descubrimiento, sus orígenes, sus formas de organización social y finaliza con la herencia. Un elemento interesante es que Don Ricardo en su ensayo, pues no puede decirse que el libro es una investigación, no aporta las fuentes bibliográficas, como tampoco las bases documentales que le permitieron llegar a sus conclusiones.

En el capítulo 2 nos dice que Las Antillas fueron una de las últimas áreas de América que fueron pobladas. Afirma que hasta ese momento los arqueólogos especialistas en las culturas antiguas no estaban de acuerdo sobre cuál era la procedencia de nuestros primeros pobladores. “No se sabe con exactitud de qué otra región de América pasaron a las islas. Algunos arqueólogos opinan que vinieron de América del sur, viajando de isla en isla…Otros creen que…pudieron haber llegado desde las costas de lo que hoy es Florida…También existe la posibilidad de que hubiesen llegado desde América Central…”[ii] Al finalizar el pequeño capítulo afirma que cuando Colón llegó a Puerto Rico y encontró a estos pobladores que llamó “indios”, pero que ellos se llamaban a sí mismos como “taínos” que el idioma aruaco significaba “los buenos”.

Cuando los españoles llegaron a Puerto Rico, ya se habían instalado en otras islas, como La Hispaniola, por ejemplo.  Llegaron a Borinquen en noviembre de 1493.  Pero no fue hasta el año 1509 cuando, bajo el mando de Juan Ponce de León, comenzaron verdaderamente a conquistar la isla.  Llegaron con un solo objetivo: el oro, “a conquistar la isla para España y a convertir a sus habitantes al cristianismo. Para entonces nuestros indios vivían tranquilamente, agrupados en sus pueblos. En el idioma de los indios estos pueblos se llamaban Yucayeques”. [iii]  En cada pueblo había un jefe o cacique, el más poderoso era Agüeybana I, jefe de Guainía.

En los siguientes pequeños capítulos Don Ricardo pasa a describir los bohíos, o las casas de los indios. Describió sus ritos funerales, sus cantos, muebles y utensilios.  El último capítulo titulado “La herencia de nuestros indios” el gran intelectual nos habla de cómo la conquista y colonización española provocó la extinción de esa población nativa. Afirma que a mediados del siglo XVI sólo quedaban 60 indios en toda la isla de Puerto Rico. Se conforma con el hecho de que el mestizaje permitió que la sangre indígena estuviera todavía presente en los puertorriqueños. Y destaca finalmente la herencia lingüística que todavía se conserva en Puerto Rico para nombrar ríos, plantas y animales. Finaliza así: “En los puertorriqueños de hoy día sigue viva la herencia de nuestros indios” [iv].

[i] Ricardo Alegría, Historia de nuestros indios, San Juan, Puerto Rico, Colección de Estudios Puertorriqueños, 2003, p. 11
[ii] Ibídem, pp. 15-16
[iii] Ibídem, p.23
[iv] Ibídem, p.84.

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