La batalla libertadora del 30 de Marzo

Esta batalla garantizó la estabilidad de la República, cuyos soldados llenaron de gloria las páginas de nuestra historia, pues enfrentaron a un ejército más numeroso, mejor equipado y con formación militar más acentuada, pero el amor por la…

Esta batalla garantizó la estabilidad de la República, cuyos soldados llenaron de gloria las páginas de nuestra historia, pues enfrentaron a un ejército más numeroso, mejor equipado y con formación militar más acentuada, pero el amor por la libertad venció esas diferencias.

Fue así como desde 1844 hasta 1856, el ejército dominicano pudo, tras la derrota, disuadir a las autoridades haitianas que deseábamos ser libres de toda dominación extranjera o de lo contrario se hunde la isla, como lo predicó Duarte, el Padre de la Patria.

Esta batalla no solo fue un gesto de admiración a los héroes de esa acción bélica, sino una renovada demostración de civismo.

Informada la Junta Central Gubernativa, de que una división del ejército haitiano con unos 11 mil soldados se dirigía a Santiago, al mando del general Pierrot, puso en alerta al Comandante de la Plaza de Santiago el general Matías Ramón Mella y Castillo, para que tomara las providencias para evitar el propósito de la avanzada haitiana. Esto determinó que el general Mella, acompañado del general Pedro Ramón María y del capitán José Desiderio Valverde se dirigieran a San José de las Matas, en procura de voluntarios y reforzar la defensa de Santiago.

Por la ausencia de Mella la defensa de la ciudad estuvo a cargo del general José María Imbert, quien en Moca se distinguió en la proclamación de la independencia. Imbert habilitó tres fuertes conocidos en la historia con los nombres de Dios, Patria y Libertad.

Antes de llegar a Santiago el general Francisco Antonio Salcedo hizo un heroico esfuerzo para detener la marcha con tan solo 500 soldados su resistencia fue rota en Talanquera y este debió replegarse a Santiago para ponerse a las órdenes del general Imbert, quien ya tenía organizada la defensa con media brigada al mando del capitán López con batallones de la guardia nacional de La Vega, Moca y San Francisco de Macorís, el batallón La Flor de Santiago, comandado por el coronel Reyes, y una compañía del batallón de Sanaba Iglesia, comandada por Fernando Valerio, quien se hizo célebre por la sorpresiva acción, con la llamada carga de los andulleros, cuando las acciones bélicas se encontraban en su nivel más enardecido.

El ataque a Santiago se inició a las dos de la tarde. El general Imbert, con la asistencia militar del general Pelletier, son quienes enfrentan la situación.

Sobre esta batalla existe una abundante documentación que nos permite conocer en detalles imposible de resumir en esta entrega, pero sí destacamos que Pierrot pasó a las 11 de la mañana del día 30 por Paso Real del Río Yaque, según el informe que le ofrecieron al general Imbert el comandante Manuel M. Prometa y el Dr. Bergés, información que le permitió reforzar su defensa por el posible lugar de entrada de los invasores a la ciudad de Santiago.

Las pérdidas del ejército haitiano fueron numerosas obligando al general Pierrot a solicitar una tregua para recoger, en lo posible, a sus muertos y heridos, procediendo a parlamentar con las gloriosas  fuerzas dominicanas, le informaron que Herard había muerto en Azua cuya noticia precipitó que Pierrot levantara el cerco y al regresar a su país se rebeló contra el Presidente, quien realmente se encontraba estacionado en Azua, ajeno a lo que estaba sucediendo, recibiendo finalmente la noticia de que Pierrot había proclamado la escisión del norte y del Artibonito a favor del general Carrier.

Como una muestra de la visión mesiánica que primó entre los líderes dominicanos resulta expresivo el comunicado que el héroe máximo de esta acción, envió a la Junta Central Gubernativa, el 5 de abril de 1844.

“Por una protección manifiesta de la Divina Providencia, el enemigo ha sufrido semejante pérdida sin que nosotros hayamos tenido que sentir la muerte de un solo hombre, ni tampoco haber tenido un solo herido. Cosa milagrosa que solo se debe al Señor de los ejércitos y la justa causa”.

Lo dicho aquí es un proceso sustentado por la crítica histórica que podría tener varias lecturas, pero por el momento dejémoslo como un servicio de la Divina Providencia a favor de la independencia dominicana.

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