VIDEO: Atrevimiento de alcaparra

En la vida hay que atreverse, hay que intentarlo, hay que jugársela, fiel a creencias y convicciones propias. Es el único camino al éxito.  ¿A quién, por ejemplo, se le puede ocurrir sembrar en tierras áridas, sin agua, donde no se da nada? 

En la vida hay que atreverse, hay que intentarlo, hay que jugársela, fiel a creencias y convicciones propias. Es el único camino al éxito.  ¿A quién, por ejemplo, se le puede ocurrir sembrar en tierras áridas, sin agua, donde no se da nada? 
 
La respuesta es a Manuel Rodríguez y a los miembros de la Cooperativa Unión Agropecuaria de Zafarraya, provincia Espaillat. La ocurrencia: sembrar alcaparras en Cabeza de Toro, Montecristi. Ni siquiera en Moca.
 
A través de un agrónomo amigo, Manuel logró llegar hasta donde Héctor Jiménez, propietario de unas tierras «inservibles» en Cabeza de Toro, Montecristi, y convencerlo de que esa, la tierra suya, era la tierra que él andaba buscando para producir alcaparras. «¿Alcaparra dijo usted?», le devolvió Héctor, con esa extraordinaria inteligencia del campesino dominicano, «no hay problema, métale machete», y así se selló la alianza entre Héctor, el humildísimo propietario de unas tierritas en Montecristi y el agroempresario Manuel y sus socios de la Cooperativa de Zafarraya.
 
¡Qué bien!
 
Aparentemente esta historia terminaría ahí y no podría ser, porque parecería un cuento de hadas y todos sabemos que no hay hadas ni en Moca ni en Montecristi. 
 
Quien de verdad los unió fue la política de Danilo Medina de democratizar el crédito solidario a los productores del campo dominicano. El 20 de enero de 2013, el presidente de la República, se reunió con los directivos de la Cooperativa Unión Agropecuaria de Zafarraya; conoció, entre otros, el proyecto de las alcaparras en Montecristi y dispuso que el FEDA le facilitara para emprender la siembra el financiamiento necesario a una tasa de interés anual de 5% y 18 meses de gracia.
 
Ya se empacaron las primeras alcaparras y alcaparrones cuyo destino será Argentina, Brasil y Venezuela. Iniciaron abasteciendo el mercado dominicano a un precio muy favorable a los consumidores. Si logran ganarse el paladar de los dominicanos, tendrán asegurado un mercado de 20 millones de dólares al año, que es el valor de todas las alcaparras que importa nuestro país. Así de simple. Y tanto es.
 
Héctor se confiesa feliz. Dice:»A todo el que pueda sembrar 10 o 12 tareas de esto (alcaparras) ya tiene el sustento de su familia mientras vida tenga».

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