José de la Cruz: “aquí hay que volverse loco sembrando la tierra”

Si usted es uno de los que no conocen muchas frutas exóticas, probablemente tiene que darse una vuelta por las 250 tareas que tiene don José de la Cruz en Los Dajaos. Ahí es casi seguro que quedará sorprendido al ver no solo la fuerza y espíritu&#823

José de la Cruz: “aquí hay que volverse loco sembrando la tierra”

En una propiedad de 250 tareas este productor vive y cultiva una variedad de frutas no muy vistas en el país.

Si usted es uno de los que no conocen muchas frutas exóticas, probablemente tiene que darse una vuelta por las 250 tareas que tiene don José de la Cruz en Los Dajaos. Ahí es casi seguro que quedará sorprendido al ver no solo la fuerza y espíritu de trabajo de este señor de 70 años, sino la cantidad de plantas de todo tipo que multiplica.

La propiedad de José es una de esas que puede tomarse como modelo, cuando se trata de poner la tierra a parir frutos que no todos conocen en República Dominicana. Quizás por eso es que frecuentemente el lugar es visitado, tanto por un representante de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), de la GTZ de Alemania, como por un funcionario del gobierno local o simplemente por un ciudadano común. De las frutas que tiene sembradas José no hay muchas en el país. Es de los pocos que incursionan en la siembra de rubros que algunos llaman “exóticos”, justamente por eso, porque no existen en abundancia a nivel nacional.

En los predios del activo agricultor, graduado de mecánico industrial del Politécnico Loyola, 1961, se cultiva frambuesa, lulo, higo, apio, litchi, concua, mandarina, anón, cúrcuma, mora, macadamia, tomatillo o capulina (denominada por don José como amor escondido). Pero también hay plantaciones de café, guineos y de toronja. Los años no evitan que José sea un emprendedor activo. Es presidente del Clúster de Café de Jarabacoa y miembro de otras organizaciones.

 Por la producción de café recibe dinero a través del programa Pagos por Servicios Ambientales (PSA). El dinero no es mucho, pero es una muestra de que se está cumpliendo aunque sea despacito con lo establecido para quienes al sembrar la tierra protegen la foresta. En este caso, quienes cumplen con los pagos, según indica el agricultor, son las hidroeléctricas, el Acueducto de Santiago y Medio Ambiente. Hay dos grupos incluidos para recibir los beneficios, son cerca de 100 personas y los cultivos incluidos son varios.

Sentado en la terraza de una casa humilde, pero con una distribución impresionante y llamativa, José de la Cruz no para de hablar de la tierra. “La macadamia que tengo se la vendo a Rancho Baiguate, que la está injertando. Tengo como cien matas”, expresa.

Sostiene que “estas son las cosas que hay que promover porque dan dinero y ayudan a proteger la tierra, evitando la erosión de los suelos. Hasta las hojas que caen al suelo son aprovechadas por don José para abonar otros rubros que posee. Tiene 26 años que se radicó en Los Dajaos, pero hace casi 40 años que compró los terrenos. Del otro lado y un poco alejada de la conversación, su esposa Natividad Quezada está preparando una comida que de sustancias químicas no tendrá nada incluido. En la tierra de don José se cultiva de manera natural todo lo que sirve de alimento. Como muestra de eso un doctor amigo de la familia que se encuentra de visita preparó una crema a base de frambuesa para colocársela a unas tallotas rebanadas crudas.

“Aquí hay que enseñar la gente a producir, este país es un pedazo de tierra. Nos creemos que es un gran país. Y lo es, pero tenemos que cultivar los terrenos. Debiéramos, por ejemplo, ponernos locos sembrando la tierra de litchi. Todas las plantas que tengo son rentables. Siempre que haya un mercado insatisfecho en el mundo, producir será rentable”, indica José de la Cruz, dando cátedra de experiencia a un equipo de trabajo del periódico elCaribe que llegó a su casa a conversar “largo y tendido” con él.

Cuando entra en detalles sobre la forma de producir los frutos, el uso y el tema de mercado, asegura que donde hay sombra la plantación de lulo se observa más viva. “Es una planta salida del amazonas”, plantea. El lulo, del cual tiene unas 200 matas, se consume en jugo. El principal productor es Colombia, afirma. 

La libra de lulo a veces se comercializa a 100 pesos. Y una libra puede ser apenas cuatro unidades, depende el tamaño que tenga cada fruto. El lulo dura casi dos años produciendo bien y cada corte se hace semanalmente. Se puede cosechar maduro, pero si se fuera a exportar quizás hay que cortarlo verde. El costo de producción es bajísimo. Se recomienda un clima fresco, de 400 metros para arriba. Pero José dice que conoce de una pequeña fundación que cultiva en terrenos de 2,800 metros y las cosas funcionan más o menos bien.
“A Jarabacoa la madre naturaleza la premió”, asegura.

A sus 70 años dice que no necesita hacerse rico

Los frutos que genera José de la Cruz quizás no alcanzan para sacarlos “por camiones o contenedores”, pero esto no evita que José investigue cada cosa. “Hay un buen mercado en Estados Unidos y a nivel nacional está creciendo. Un lulo cuesta hasta un dólar en el mercado exterior. La fruta se utiliza para dulces, mermelada y muchas otras cosas más. Lo importante sería que el Gobierno se interese en multiplicar esto. Aquí lo que hace falta es sembrar todo. Tenemos que volvernos locos sembrando”, vuelve a repetir.

El productor sabe lo que hace. Ha sembrado lulo dentro del café, tal como lo hacen en Colombia y ha logrado resultados óptimos. Esos resultados no han sido empujados por productos químicos, porque José es casi enemigo de usar eso.

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En una propiedad de 250 tareas este productor vive y cultiva una variedad de frutas no muy vistas en el país.

Si usted es uno de los que no conocen muchas frutas exóticas, probablemente tiene que darse una vuelta por las 250 tareas que tiene don José de la Cruz en Los Dajaos. Ahí es casi seguro que quedará sorprendido al ver no solo la fuerza y espíritu de trabajo de este señor de 70 años, sino la cantidad de plantas de todo tipo que multiplica.

La propiedad de José es una de esas que puede tomarse como modelo, cuando se trata de poner la tierra a parir frutos que no todos conocen en República Dominicana. Quizás por eso es que frecuentemente el lugar es visitado, tanto por un representante de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), de la GTZ de Alemania, como por un funcionario del gobierno local o simplemente por un ciudadano común. De las frutas que tiene sembradas José no hay muchas en el país. Es de los pocos que incursionan en la siembra de rubros que algunos llaman “exóticos”, justamente por eso, porque no existen en abundancia a nivel nacional.

En los predios del activo agricultor, graduado de mecánico industrial del Politécnico Loyola, 1961, se cultiva frambuesa, lulo, higo, apio, litchi, concua, mandarina, anón, cúrcuma, mora, macadamia, tomatillo o capulina (denominada por don José como amor escondido). Pero también hay plantaciones de café, guineos y de toronja. Los años no evitan que José sea un emprendedor activo. Es presidente del Clúster de Café de Jarabacoa y miembro de otras organizaciones.

 Por la producción de café recibe dinero a través del programa Pagos por Servicios Ambientales (PSA). El dinero no es mucho, pero es una muestra de que se está cumpliendo aunque sea despacito con lo establecido para quienes al sembrar la tierra protegen la foresta. En este caso, quienes cumplen con los pagos, según indica el agricultor, son las hidroeléctricas, el Acueducto de Santiago y Medio Ambiente. Hay dos grupos incluidos para recibir los beneficios, son cerca de 100 personas y los cultivos incluidos son varios.

Sentado en la terraza de una casa humilde, pero con una distribución impresionante y llamativa, José de la Cruz no para de hablar de la tierra. “La macadamia que tengo se la vendo a Rancho Baiguate, que la está injertando. Tengo como cien matas”, expresa.

Sostiene que “estas son las cosas que hay que promover porque dan dinero y ayudan a proteger la tierra, evitando la erosión de los suelos. Hasta las hojas que caen al suelo son aprovechadas por don José para abonar otros rubros que posee. Tiene 26 años que se radicó en Los Dajaos, pero hace casi 40 años que compró los terrenos. Del otro lado y un poco alejada de la conversación, su esposa Natividad Quezada está preparando una comida que de sustancias químicas no tendrá nada incluido. En la tierra de don José se cultiva de manera natural todo lo que sirve de alimento. Como muestra de eso un doctor amigo de la familia que se encuentra de visita preparó una crema a base de frambuesa para colocársela a unas tallotas rebanadas crudas.

“Aquí hay que enseñar la gente a producir, este país es un pedazo de tierra. Nos creemos que es un gran país. Y lo es, pero tenemos que cultivar los terrenos. Debiéramos, por ejemplo, ponernos locos sembrando la tierra de litchi. Todas las plantas que tengo son rentables. Siempre que haya un mercado insatisfecho en el mundo, producir será rentable”, indica José de la Cruz, dando cátedra de experiencia a un equipo de trabajo del periódico elCaribe que llegó a su casa a conversar “largo y tendido” con él.

Cuando entra en detalles sobre la forma de producir los frutos, el uso y el tema de mercado, asegura que donde hay sombra la plantación de lulo se observa más viva. “Es una planta salida del amazonas”, plantea. El lulo, del cual tiene unas 200 matas, se consume en jugo. El principal productor es Colombia, afirma. 

La libra de lulo a veces se comercializa a 100 pesos. Y una libra puede ser apenas cuatro unidades, depende el tamaño que tenga cada fruto. El lulo dura casi dos años produciendo bien y cada corte se hace semanalmente. Se puede cosechar maduro, pero si se fuera a exportar quizás hay que cortarlo verde. El costo de producción es bajísimo. Se recomienda un clima fresco, de 400 metros para arriba. Pero José dice que conoce de una pequeña fundación que cultiva en terrenos de 2,800 metros y las cosas funcionan más o menos bien. “A Jarabacoa la madre naturaleza la premió”, asegura.

Testimonio

A sus 70 años no aspira hacerse rico

Los frutos que genera José de la Cruz quizás no alcanzan para sacarlos “por camiones o contenedores”, pero esto no evita que José investigue cada cosa. “Hay un buen mercado en Estados Unidos y a nivel nacional está creciendo. Un lulo cuesta hasta un dólar en el mercado exterior. La fruta se utiliza para dulces, mermelada y muchas otras cosas más. Lo importante sería que el Gobierno se interese en multiplicar esto. Aquí lo que hace falta es sembrar todo. Tenemos que volvernos locos sembrando”, vuelve a repetir.

El productor sabe lo que hace. Ha sembrado lulo dentro del café, tal como lo hacen en Colombia y ha logrado resultados óptimos. Esos resultados no han sido empujados por productos químicos, porque José es casi enemigo de usar eso.

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