RD dividida por Haití, Haití unida por nosotros

Es triste, patético y peligroso. Es un huracán que puede debilitarnos como nación en el futuro cercano. Me refiero al tema haitiano, que desde hace años está fragmentando nuestra sociedad, con la presencia de dos sectores radicales en la defensa&#823

Es triste, patético y peligroso. Es un huracán que puede debilitarnos como nación en el futuro cercano. Me refiero al tema haitiano, que desde hace años está fragmentando nuestra sociedad, con la presencia de dos sectores radicales en la defensa o el ataque a nuestros vecinos. Esta alarmante confrontación ahora se ha agudizado. Ambos bandos se tratan como enemigos. Y discuten con odio, bañados de rencor, de una manera tan violenta que ni en los mayores adversarios políticos ocurre. Basta leer las redes sociales para notar esa furia verbal al defender cada cual sus ideas. Entre nosotros parece que los antihaitianos y los prohaitianos se han impuesto a los que defendemos a los dominicanos.

Y mientras tanto, al oeste de nuestra frontera, el tema dominicano une a los haitianos, los motiva a ser solidarios entre sí, fortalece su identidad, reciben apoyo de todo el mundo. Nos llevan una enorme ventaja, que tarde o temprano puede ser complicada para nosotros. Y eso debemos reconocérselo, han sabido manejar mejor las crisis bilaterales que nosotros, que andamos matándonos unos a otros por causa de ellos. Al haitiano le ha salido de maravillas vender su condición de víctima. En todo el planeta se escucha sobre el “gran maltrato”, “el régimen de esclavitud” y “el apartheid caribeño” que sufren en nuestra patria. Y esto es una exageración, una manipulación burda, un chantaje para mantener entre nosotros un sentimiento de culpa y quedarnos callados ante tales investidas.

Tampoco nos acobardemos cuando etiqueten a quienes resaltan nuestros valores como derechistas, atrasados, inhumanos y reaccionarios. Sustentar nuestra dominicanidad es un acto de nobleza, siempre y cuando valoremos nuestra condición de hijos de Dios, donde todos somos iguales y debemos tratarnos con dignidad y fraternidad. Pero de igual manera, debemos respetar a los haitianos en nuestro territorio, lo que hacemos, salvo excepciones. Los pleitos entre nosotros son muy escasos, convivimos en armonía en el trabajo, los estudios… Es difícil que dos pueblos tan diferentes vivan en paz en un mismo país, pobre por demás.

También debemos ponernos claros con relación a la sentencia del Tribunal Constitucional, donde indica que a los hijos de padres extranjeros ilegales y de tránsito nacidos en nuestro país, no les corresponde la nacionalidad dominicana, porque “resulta jurídicamente inadmisible fundar el nacimiento de un derecho a partir de una situación ilícita de hecho”. La decisión señala algunos puntos discutibles, como el de la irretroactividad de la ley, establecer si la nacionalidad es un derecho o algo soberano de cada Estado, las repercusiones jurídicas internacionales… Mientras tanto, evitemos que el caso haitiano divida a la familia dominicana.

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