Dioses en el Olimpo

Es indiscutible que tenemos muchos problemas en nuestro país y que la mayoría se han arrastrado durante años. Sin embargo, cada autoridad de turno ha entendido que está haciendo las cosas bien y se ha ofendido ante cualquier crítica u opinión…

Es indiscutible que tenemos muchos problemas en nuestro país y que la mayoría se han arrastrado durante años. Sin embargo, cada autoridad de turno ha entendido que está haciendo las cosas bien y se ha ofendido ante cualquier crítica u opinión contraria a su enfoque. Y es que una de las grandes distorsiones que tenemos es la confusión en cuanto al rol que debe desempeñar un funcionario público, quien en esencia es un servidor, pero en general se ha convertido en un ser inalcanzable y todopoderoso, que se cree portador de la única verdad, dueño y señor del feudo o cacicazgo que le ha tocado dirigir. En las últimas décadas, el país entró en una etapa de modernización del Estado, aprobando múltiples reformas que han creado una infinidad de organismos, supuestamente reguladores, pero que lamentablemente en la práctica han actuado más como políticos, que apegados al rigor técnico. Por eso a pesar de que tenemos tantos institutos, superintendencias, comisiones, etc. es poco lo que hemos avanzado en muchísimos aspectos, porque esas entidades sirven para acomodar a mucha gente, para otorgarle altos salarios, dietas, gastos de representación, viajes al exterior, acceso a los medios, manejo muchas veces discrecional de importantes presupuestos; pero poco han hecho para realmente enfrentar los problemas que tienen cada uno de los sectores que están llamados a regular, ya fuere por desidia, incapacidad, temor o complicidad con determinados intereses, o porque simplemente mientras no le “bajen una línea” no lo harían. Lo peor es que estos “Dioses” no toleran comentarios, en el Olimpo en el que habitan no puede haber regulación que se les imponga, no están llamados a rendir cuentas o mejor dicho, los simples ciudadanos deben agradecer las informaciones, datos y estadísticas que ellos tengan a bien presentarles o deben conformarse con que se nieguen a darlos, porque según su propia interpretación no tienen que hacerlo. Si de algo adolece este país es de una regulación efectiva, que para nada consiste en manejar demagógicamente ciertos temas, haciendo daños importantes a la colectividad, pero ganando relevancia personal por supuestamente atacar ciertos intereses. Regular es saber aplicar la ley con imparcialidad, objetividad y rigurosidad, actuando en beneficio del interés común, pensando a mediano y largo plazo.

Por eso el trabajo periodístico u de opinión es quien tiene a veces que poner el dedo en la llaga en temas que las autoridades debieron haber resuelto. Lo peor es que aun cuando busquen supuestas soluciones, lo que siguen es creando distorsiones, fomentando prácticas monopólicas en vez de una beneficiosa competencia. Si en algo ha marcado la diferencia el Presidente Medina es que expresamente ha querido ejercer un poder más terrenal y accesible, tratando de borrar un poco el aura de que los presidentes están sentados en un trono inabordable. Al parecer muchos de sus funcionarios no han entendido este cambio de estilo, por eso el porcentaje de aceptación del primer mandatario es muy superior al de sus funcionarios. Necesitamos menos falsas divinidades y mejores funcionarios y reguladores.

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