Ecos del papa Francisco y del CELAM en Río

INTRODUCCIÓNYa ofrecí una primera crónica del Papa en Brasil, que titulé “Ecos de la JMJ 2013”. Hoy ofrezco una segunda. Esta vez, sobre el Encuentro del Papa con el CELAM. Recordemos que el Consejo…

INTRODUCCIÓN

Ya ofrecí una primera crónica del Papa en Brasil, que titulé “Ecos de la JMJ 2013”. Hoy ofrezco una segunda. Esta vez, sobre el Encuentro del Papa con el CELAM.

Recordemos que el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), organismo al servicio de las 22 Conferencias Nacionales de Obispos de América Latina en las múltiples áreas de la pastoral de la Iglesia, se reúne cada año en el mes de julio en Bogotá, para evaluar, actualizar y coordinar sus trabajos.

El año 2013, como lo ha hecho otras veces cuando la fecha de sus reuniones coincide con alguna visita del Papa a América Latina, el CELAM trasladó su reunión anual a Río de Janeiro, para que los 40 obispos, que lo componemos actualmente en el período 2011-2015, pudiéramos participar al mismo tiempo de la Jornada Mundial de la Juventud.

Así, unos pudieron estar desde el principio de la JMJ (22 de julio), otros se integraron a actividades de la misma en los días sucesivos y los últimos llegamos para participar de la Misa de Clausura el domingo 28 de julio en la mañana.

Pero ese mismo día por la tarde, antes del Papa Francisco salir para Roma, inauguró nuestra Reunión de Obispos. Después del saludo personal a cada uno, hizo la acostumbrada oración inicial y nos dirigió, como Discurso Inaugural, un Mensaje, que nos impactó a todos los presentes, fue transmitido en vivo al mundo entero y marcó esta Reunión del CELAM 2013, ya que lo tuvimos presente a lo largo de todo nuestro Encuentro.

De tal manera fue así que se agregó a las reflexiones o meditaciones bíblico-pastorales, que tenemos cada día al iniciar nuestra tarea, una cuarta, centrada en uno de los puntos clave que nos dirigió el Papa Francisco en su Mensaje.
El esquema de cada una de las meditaciones consistió en lo siguiente: primero, lectura de un texto bíblico, luego, una reflexión para todos.

Como eco del Papa Francisco y del CELAM en Río de Janeiro, permítanme, simplemente, transcribir los textos de la reflexión bíblico-pastoral propuesta, justamente el 30 de julio 2013, para una oración personal y meditación de los obispos allí presentes. Nótese que el acento está puesto, a la luz del texto bíblico, en el Mensaje del Papa Francisco.

1. REFLEXIÓN BÍBLICO-PASTORAL

Mateo 28,16-20: “Este mandato de Jesús ha sido anticipado de muchos modos, en diversos momentos de la narración, y compendia temas fundamentales para un evangelio como éste, preocupado por establecer vínculos visibles entre las diferentes etapas de la historia de salvación. Con lo de “ir a Galilea” compendia el ministerio de Jesús en esa región, y con lo del “monte”, la enseñanza del sermón de la montaña (Mt 5-7), la transfiguración y el presente envío a la misión, todos ocurridos en un monte. También alude a la adoración, a la duda, a la autoridad de Jesús y a la obediencia a sus mandatos. Del mismo modo, la expresión del Resucitado «yo estoy con ustedes» (28,20) es un eco claro del Emmanuel, pues Jesús resucitado es el “Dios con nosotros”. El envío a la misión parte del poder absoluto y universal del Cristo resucitado y glorioso, y abarca tres aspectos: hacer discípulos a todas las gentes, bautizarlas en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñarles a guardar todo lo que Jesús les ha enseñado. A pesar de que, durante la fase terrena del Ministerio de Jesús, Mateo ha insistido en que la misión debe dirigirse preferentemente a «las ovejas perdidas del pueblo de Israel» (10,6; 15,24), en este final del Evangelio se redimensiona todo. Si la llamada al discipulado puso de manifiesto la autoridad de Jesús ya durante su ministerio, ahora aparece con mayor fuerza en virtud de su misma resurrección y de su señorío sobre todo lo creado”.

2. MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO

1. “El discipulado-misionero que Aparecida propuso a las Iglesias de América Latina y El Caribe es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el “hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el “hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.

El discipulado misionero es vocación: llamado e invitación. Se da en un “hoy” pero“en tensión”. No existe el discipulado misionero estático. El discípulo misionero no puede poseerse a sí mismo, su inmanencia está en tensión hacia la trascendencia del discipulado y hacia la trascendencia de la misión. No admite la autorreferencialidad: o se refiere a Jesucristo o se refiere al pueblo a quien se debe anunciar. Sujeto que se trasciende. Sujeto proyectado hacia el encuentro: el encuentro con el Maestro (que nos unge discípulos) y el encuentro con los hombres que esperan el anuncio.

Por eso, me gusta decir que la posición del discípulo misionero no es una posición de centro sino de periferias: vive tensionado hacia las periferias… incluso las de la eternidad en el encuentro con Jesucristo. En el anuncio evangélico, hablar de “periferias existenciales” des-centra, y habitualmente tenemos miedo a salir del centro. El discípulo-misionero es un des-centrado: el centro es Jesucristo, que convoca y envía. El discípulo es enviado a las periferias existenciales.

2. La Iglesia es institución pero cuando se erige en “centro” se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG. Entonces, la Iglesia pretende tener luz propia y deja de ser ese “misterium lunae” del que nos hablaban los Santos Padres. Se vuelve cada vez más autorreferencial y se debilita su necesidad de ser misionera. De “Institución” se transforma en “Obra”. Deja de ser Esposa para terminar siendo Administradora; de Servidora se transforma en “Controladora”.Aparecida quiere una Iglesia Esposa, Madre, Servidora, facilitadora de la fe y no controladora de la fe.

3. En Aparecida se dan de manera relevante dos categorías pastorales que surgen de la misma originalidad del Evangelio y también pueden servirnos de pauta para evaluar el modo como vivimos eclesialmente el discipulado misionero: la cercanía y el encuentro. Ninguna de las dos es nueva, sino que conforman la manera cómo se reveló Dios en la historia. Es el “Dios cercano” a su pueblo, cercanía que llega al máximo al encarnarse. Es el Dios que sale al encuentro de su pueblo. Existen en América Latina y El Caribe pastorales “lejanas”, pastorales disciplinarias que privilegian los principios, las conductas, los procedimientos organizativos…por supuesto sin cercanía, sin ternura, sin caricia. Se ignora la “revolución de la ternura” que provocó la encarnación del Verbo. Hay pastorales planteadas con tal dosis de distancia que son incapaces de lograr el encuentro: encuentro con Jesucristo, encuentro con los hermanos.
Este tipo de pastorales a lo más pueden prometer una dimensión de proselitismo pero nunca llegan a lograr ni inserción eclesial ni pertenencia eclesial. La cercanía crea comunión y pertenencia, da lugar al encuentro. La cercanía toma forma de diálogo y crea una cultura del encuentro. Una piedra de toque para calibrar la cercanía y la capacidad de encuentro de una pastoral es la homilía. ¿Qué tal son nuestras homilías? ¿Nos acercan al ejemplo de nuestro Señor, que “hablaba como quien tiene autoridad” o son meramente preceptivas, lejanas, abstractas?

4. Quien conduce la pastoral, la Misión Continental (sea programática como paradigmática), es el Obispo. El Obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear. Además de señalar las grandes figuras del episcopado latinoamericano que todos conocemos quisiera añadir aquí algunas líneas sobre el perfil del Obispo que ya dije a los Nuncios en la reunión que tuvimos en Roma. Los Obispos han de ser Pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza, sea la pobreza interior como libertad ante el Señor, sea la pobreza exterior como simplicidad y austeridad de vida. Hombres que no tengan “psicología de príncipes”. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Hombres capaces de estar velando sobre el rebaño que les ha sido confiado y cuidando todo aquello que lo mantiene unido: vigilar sobre su pueblo con atención sobre los eventuales peligros que lo amenacen, pero sobre todo para cuidar la esperanza: que haya sol y luz en los corazones. Hombres capaces de sostener con amor y paciencia los pasos de Dios en su pueblo. Y el sitio del Obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo también tiene su olfato para encontrar nuevos caminos” ( A los Obispos responsables del Consejo Episcopal Latinoamericano (C.E.L.A.M.) en ocasión de la Reunión General de Coordinación (Río de Janeiro, Brasil, 28 de julio 2013).

CONCLUSIÓN

CERTIFICO que las citas entre comillas, traídas en mi trabajo “Ecos del Papa Francisco y del CELAM en Río”, son todas ellas fielmente textuales, reposando sus originales en el archivo del CELAM.

DOY FE, en Santiago de los Caballeros a los nueve (9) días del mes de agosto del año del Señor dos mil trece (2013).

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