10 de agosto de 1809, una fecha para recordar

La bruma que acompaña los primeros recuerdos de la infancia solo me permiten remembrar vagamente algunas imágenes de aquella serie televisiva que, en una época, veíamos acompañados de mi madre todas las noches antes de ir a dormir.

La bruma que acompaña los primeros recuerdos de la infancia solo me permiten remembrar vagamente algunas imágenes de aquella serie televisiva que, en una época, veíamos acompañados de mi madre todas las noches antes de ir a dormir.

Sin embargo, recuerdo que las escenas en la pantalla del televisor producían en mí el efecto de que me creyera espadachín y que al día siguiente, “palo en mano”, le disputara la hegemonía en esa arte de guerra a cualquier contrincante, sin importar que a veces éste fuera un indefenso e “inerte” poste de los que soportaba el cordel en el que mi santa madre secaba la ropa al sol.
Esa serie épica, de la que naturalmente no recuerdo su nombre, mostraba la gesta libertaria de Simón Bolívar y del mariscal José Antonio de Sucre en el norte de Sudamérica y, evocar el tiempo en el que la veía, me hace recordar el olor a foresta del campo y hasta casi puedo ver las mariposas revoloteando encima de las flores que adornaban el jardín de aquella casa en medio de nuestro vallecito en la montaña. Sin embargo, más importante que eso es la sensación de que, haber visto hace muchos años atrás una recreación de lo que aconteció a principios del siglo XIX con los procesos de emancipación en America, más allá de lo que aprendimos con los libros, me  acercó de manera determinante y palmaria –aun sin saberlo en ese momento – a la realidad socio-histórica de un continente que ha sabido luchar desde su “descubrimiento” y de forma heroica contra el oprobio del colonialismo.

 Ecuador celebra mañana, 10 de agosto, la fecha más importante de su calendario patrio: un aniversario más del primer grito de independencia de hispanoamérica, llevado a cabo en Quito hace 204 años atrás y de la creación allí, de la primera junta de gobierno autónoma de toda Latinoamérica, con la que destituían del poder al representante de la corona española (afrancesada), creaban un Senado y un cuerpo del ejército (falange de Quito). Ésta -particularmente pienso- debería ser una fecha de regocijo para todo el continente hispanoparlante. ¿Por qué?

La primera independencia de un país del continente, los Estados Unidos, se produce en el 1776 y para 1804 se produce lo propio en Haití; sin embargo, ambos procesos de independencia tienen un carácter muy diferente al que se daría inicio en Latinoamérica con el grito de independencia de Quito como punto de partida.

Ni Estados Unidos ni Haití eran de origen hispano y lo que se produjo en esos dos países obedecía, entre otras cosas, por un lado, a la lucha entre potencias europeas reflejada en el “nuevo mundo”, (Francia y Gran Bretaña) y por otro, a la búsqueda de la abolición de la esclavitud, tanto en las trece colonias británicas como en Haití. En este último, llevada hacia adelante por una población eminentemente de raíces africanas contra Francia, pero que también reflejaba la rivalidad con Gran Bretaña, pues lo que hizo Francia en apoyo a las colonias británicas en su lucha por la independencia, lo replicó su contraparte en el proceso de emancipación haitiana, bloqueando el paso de los barcos franceses que trataban de llegar a La Hispaniola a defender las posiciones de la corona.

Lo que sucede aquella mañana del 10 de agosto de 1809 tiene un carácter diferente pues los precursores de la insurrección eran quiteños que, con el establecimiento de una junta de gobierno proclamada para todo el territorio del Ecuador de hoy, buscaban la autonomía, lo que convierte el acontecimiento en un hecho sumamente importante para la identidad latinoamericana, pues, aparte de que inicia el rompimiento definitivo con el orden colonial, junto con los acontecimientos que se producían en Venezuela, hace despertar del letargo a los países hispanohablantes y marca el punto de partida sin retorno de una serie de luchas que lograrían insuflar la idea de independencia y que liberarían del yugo español a casi todo el continente en la primera mitad del siglo XIX, incluyendo a nuestro país, la entonces “Capitanía General de Santo Domingo”, que incluso, en un primer intento de independencia, en 1821, quiso pasar a formar parte de la Gran Colombia, ideal promovido en la época por Simón Bolívar.

América para los americanos

Con esta acción heroica, desencadenada en parte como respuesta a la invasión napoleónica a España en el 1808 y animados por las teorías de emancipación de Eugenio Espejo, el primero, dicho sea de paso en plantear la hipótesis de que “América debe ser solamente para los americanos”(sic), despertaba Latinoamérica; se daba vigencia en el subcontinente a las ideas de los enciclopedistas ilustrados acerca de la libertad y autodeterminación; pero además, se recogía la experiencia de las independencias estadounidense y haitiana y de los ideales libertarios de la revolución francesa de 1789.

Se inicia con el establecimiento de la junta de gobierno autónomo, el primer proceso jurídico-político de liberación y de defensa a la soberanía latinoamericana, proceso heroico que culminaría el 24 de mayo de 1822 con la batalla de Pichincha en donde las fuerzas dirigidas por el Gral. Antonio José de Sucre le darían la independencia definitiva a Ecuador y conformarían, junto con otros territorios, la Gran Colombia. Se marca el inicio además de las guerras de independencia hispanoamericana, las cuales engendrarían causas importantes de descolonización no solo en el continente americano sino en otras zonas del planeta, y formaría parte, este proceso, de la empresa libertaria que, con la idea de “patria grande” animaría la vida de sacrificios de Simón Bolívar, consagrada plenamente a la libertad del continente.

Con estas reflexiones y en el ánimo de que la patria grande de Bolívar, apoyada en los procesos modernos de integración, no pare de crecer, desde aquí extendemos a Ecuador felicitaciones en su día y que su experiencia continúe aportando a la consecución progresiva y sistemática de los niveles de libertad y de gloria que sus próceres una vez soñaron, no solo para su país, sino para toda Latinoamérica.

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