Las palabras del canto (1 de 2)

Libreto del recital ofrecido en el Teatro Nacional el 25 de abril de 2013, dentro del programa de la XVI Feria Internacional del Libro-Santo Domingo 2013.

Libreto del recital ofrecido en el Teatro Nacional el 25 de abril de 2013, dentro del programa de la XVI Feria Internacional del Libro-Santo Domingo 2013. Voces invitadas: Cecilia García, Maridalia Hernández, Yuyú Ramírez, José Antonio Rodríguez y Carlos Luis.

En el principio será la palabra. Para entender la vida: una grande y entera palabra que encierre el tiempo y los sonidos, el espacio y las piedras y los vientos. Y esa palabra llegará hasta los hombres, y se hará luz agreste y aire, y se hará voz.

Y la voz los hará inmensos, y el vocablo se trocará en ensueño. Y aquella palabra desatada, la palpitación inacabable de esa frase que vuela, hará que el hombre se arrime al suicidio de luz del deseo.

Y del abrazo de los silencios claros y del temblor de las palabras azules ha de nacer ese milagro que es el canto.

Palabras del amor incauto

Un poeta en Lisboa, Fernando Pessoa, sueña: “El amor es una compañía […] Ya no sé andar solo por los caminos […] Aun la ausencia de ella es una cosa que está conmigo […] Si no la veo, la imagino y soy fuerte como los arboles altos […] Toda la realidad me mira como un girasol con la cara de ella en el medio…”
En Santo Domingo, un cantor, Juan Luis Guerra, sueña que el amor es también urgencia cargada de preguntas mudas, de ávidos vaivenes de luceros y de brisa y de senderos.

En un luminoso rapto, Juan Luis se adueña de los vocablos dulces de una pasión primaveral. De los rumores que desnudan, así, las limpias palabras del amor incauto.

(Carlos Luis y Maridalia Hernández cantan ‘Amor de Conuco’, de Juan Luis Guerra)

Palabras del paisaje

El espacio, todo el espacio, más tarde. Casi hasta rozar la vastedad del espejismo. Una mirada larga que dibuja el horizonte plural. La tierra íntegra: valles, ríos, quebradas, colinas. La hierba y la lluvia y los peces y las flores. Y la llanura buena de caminar. Y toda la anchura: absolutamente toda de nosotros, toda en nosotros, toda para nosotros. Hasta pisar el mar, ni más ni menos.

Un poeta en Manhattan, Walt Whitman, sueña estar enamorado de todo cuanto crece al aire libre: de los hombres que viven entre el ganado, o de los que paladean el bosque o el océano, de los constructores de barcos y de los timoneles, de los hacheros y de los jinetes. Y piensa, también, que una brizna de hierba no vale menos que la tarea diurna de las estrellas.

En las orillas del Atlántico, un juglar, Juan Lockward, sueña con destrezas de piratas y arrullos de palomas, con amores perdidos en una lontananza de palmeras y mangos y arbustos de cacao.

La mirada sensible de Juan habita la campiña y las serranías y los parajes, y luego los convierte en la caligrafía de un aliento, en las señas y los signos cardinales de una identidad. Pero él también canta a la impasible ausencia, a la humanidad descalza, al amor pretendido, a la tristeza, a la nostalgia. A nuestra savia y a nuestro suelo, en suma.

Nadie, con tal fértil elegancia, ha rimado como Lockward los episodios del alma dominicana: las dilatadas palabras de nuestro ser interior y de nuestro paisaje.
(Cecilia García canta ‘Puerto Plata’, de Juan Lockward)

Palabras de la agonía

Si sólo una razón hundida es el amor, desafiante y vacía la palabra arderá con un fragor terrible, con sentencia de puñales en la sangre. Son quereres que tuercen el rumbo. Pasiones que destruyen.  Infamias que empujan hasta los arranques de la vida, hasta la agonía sin término de la caída.

Un poeta en Santiago de Chile, Gonzalo Rojas, se hace las preguntas acuciantes: “¿Qué se ama cuando se ama? ¿La luz terrible de la vida o la luz de la muerte? ¿Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor? ¿Quién es? ¿La mujer con su hondura, sus rosas, sus volcanes, o este sol colorado que es mi sangre furiosa cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

En Santo Domingo, un rapsoda, Tony Vicioso, estalla en arrebatos y su lenguaje ahoga el temor que nace en la efusión de unos párrafos hirientes, que no son sino la oculta voluntad del abandono, el ademán final de un destino que se quiebra y se deshace frente a la angustia del vacío y de la ausencia.

Con el sonido de estas locuciones heridas, Tony Vicioso desnuda los destrozos del amor. Acaso nos ha dictado la noticia postrera de las palabras de la agonía.
(Maridalia Hernández canta ‘Hiéreme otra vez’, de Tony Vicioso)

Palabras de la ausencia

Se piensa, se sueña, se aguarda, se recuerda únicamente con palabras.  Y la palabra se hace éxtasis en la memoria. Sólo existimos como recuerdo. Apenas somos la memoria que guardamos de nosotros mismos. Memoria que es tiempo y es distancia y es deseo.

Una poeta en Maine, Marguerite Your cenar, soñó que el tiempo era la sangre de los vivos y que la eternidad era la sangre ilimitada de las sombras.  Soñó, también, que uno sólo muere cuando está solo.

Una conciencia iluminada en Santo Domingo, Elena Ramírez Roques, imaginó que la memoria era trance de lloviznas y de adioses, con una sinfonía de vocablos sumergidos en la oscuridad del tiempo. Algo sin edad flotaba en el aire de Elena, cuando su voluntad de ave dictaba aquellas frases absortas, con guiños de espuma y melancolía.

Elena, amoldada a los eclipses, nos rindió su vida con las más hermosas y ciertas palabras de la ausencia.

(Yuyú Ramírez y Carlos Luis cantan ‘Pienso que va a llover’, de Elena Ramírez Roques y Carlos Luis).

Juan Luis Guerra
Sueña que el amor es también urgencia cargada de preguntas mudas, de ávidos vaivenes de luceros y de brisa y de senderos”.

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