Ángel Haché en Bellas Artes

En ocasiones, referirse a la obra de un artista que ha pasado buena parte de su vida dedicado a la creación artística y que en su proceso de creación ha buscado la forma inmutable para presentar una producción visual apegada a ciertos cánones estéti

En ocasiones, referirse a la obra de un artista que ha pasado buena parte de su vida dedicado a la creación artística y que en su proceso de creación ha buscado la forma inmutable para presentar una producción visual apegada a ciertos cánones estéticos y a un sistema de investigación constante, es una tarea harto compleja. Conlleva más que un estudio de su obra, reflexiones sobre los posibles motivos que lo hayan conducido para presentar a lo largo de su carrera artística un conjunto de piezas que más que seguir un estilo o técnica específica, siguen la voz de la conciencia, de un pensamiento firme y de la experiencia que le atribuye ser un creador multifacético y, por qué no: un intelectual de las artes.

Si no se es muy entendido, el discurso en las obras de Ángel Haché puede resultar poco evidente. Pero existen otros elementos en la composición que atraen a la vista y por su carácter sensible nos hacen penetrar en ese universo visual, donde el artista nos invita para conocer de sus pensamientos, de su ir y venir. En ese trayecto, nos encontramos inusitadamente con las memorias de nuestra realidad como acontece en “Figuras de cartón” la más reciente exposición con la que el creador celebra su boda de oro en el arte.

La muestra, que para muchos debió ser una retrospectiva, pero en el caso de Ángel Haché por su modo diferente, sin perder el efecto que producen sus obras, “Figuras de cartón” fue mejor pretexto para llevar los versos del poema del mismo nombre a la plástica, logrando expresar al pueblo por medio de su creación su sentir, a propósito de un hecho que necesariamente nos hace pensar en un antes y después en la historia nacional: la “Revolución de Abril de 1965”.

Tal vez el espacio en el que se presentaron las obras no fue el más adecuado, pero el artista tiene su público y ciertamente se trata de una muestra cargada de identidad basada en un concepto que nos compete a todos. Antes de valorar lo foráneo, es preciso al menos conocer lo nuestro.

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