La belleza y sus concursos

Decía Víctor Hugo, hace unos 150 años, que las mujeres juegan con su belleza como los niños con un cuchillo, y se lastiman.

Decía Víctor Hugo, hace unos 150 años, que las mujeres juegan con su belleza como los niños con un cuchillo, y se lastiman. Pero ahora, en la modernidad, el cuchillo cedió paso al bisturí y al láser, donde las féminas (y algunos hombres) intentan rejuvenecerse modificando de sus cuerpos partes decaídas, disminuidas o abultadas por la genética, los años o el uso, o combinaciones de las tres.

En ocasiones transforman facciones bellamente africanas por inexplicables perfiles griegos, que en nada combinan con una armoniosa estructura morena. En ciertos casos son esbeltas y reservadas rubias sajonas que luego de tratarse con el cirujano parecen mulatas cibaeñas, pero sin ritmo ni alegría.

Definir la belleza es complicado, casi tanto como descifrar el amor. Tengo algunas hipótesis, reconociendo que parten del estándar occidental, eminentemente comercial, que de ningún modo es el único, pues para millones de seres humanos lo que es belleza para unos es caricaturesco para otros.

Pienso que la belleza sin nobleza es fealdad. La belleza sin honestidad es tierra que se agrieta con facilidad. La belleza sin talento es empalagosa. La belleza sin gracia es maniquí. La belleza sin humanismo es corazón sin latidos. La belleza cosmética es humo que se va con una simple brisa. La belleza que se vende es efímera. La belleza que se compra es nube pasajera. La belleza que se expone es la vanidad del infeliz. Sólo perdura la belleza que mantiene limpia nuestra conciencia  y nos motiva a actuar con responsabilidad.

Concentrémonos ahora en los concursos de belleza. Basta mirar uno para saber cómo son los demás, pues todos, en esencia, son iguales. Las aspirantes al trono son delgadas. (Una de mis tías se quejaba porque cuando ella era flaca gustaban las gorditas y ahora que es rechoncha están de moda las esqueléticas). Inician con un desfile, donde las damitas caminan como culebras, meneando muchísimo los brazos y las piernas, generalmente con una mueca en vez de sonrisa.

En las presentaciones, las doncellas dicen que hablan inglés y francés, que aman la lectura de autores que desconocen, que de ganar trabajarán incansablemente en favor de la niñez desvalida y de los ancianos desamparados, que están felices de participar junto a tantas chicas bellas. Y en la sección de preguntas confunden a Buda con Judas y a Marilyn Monroe con Gilberto Monroig.

El evento termina de madrugada, cuando eligen la reina, la cual se tapa la boca con las dos manos en señal de asombro y llora de alegría ante la mirada envidiosa de sus compañeras.

El mejor jurado de los concursos para elegir la real belleza está conformado por doctores del alma, no por cirujanos plásticos del cuerpo.

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