Cuando se quiere trabajar hay demasiadas opciones

Cuando existe interés de trabajar no hay fronteras, cualquier actividad realizada con esmero genera frutos.

Cuando existe interés de trabajar no hay fronteras, cualquier actividad realizada con esmero genera frutos. Vladimir Fernández y Elizabeth Fabián Reyes viven lejos uno del otro en la capital de República Dominicana, no son familia y posiblemente no se conocen, pero los dos tienen un elemento en común: consiguieron “un dinerito” prestado y lo están multiplicando a través del comercio.

Vladimir compra caldo de pollo (sopitas), afeitadoras, cloro, azafrán y otras mercancías para revenderlas. Su transporte es un viejo motor de los denominados 70, pero las distancias que recorre para hacer las rutas son tan largas que pareciera como si tuviera un vehículo de alto cilindraje. Vladimir se vio atraído por la flexible tasa de interés del 1% del programa estatal Banca Solidaria y tomó prestados RD$15,000. El emprendedor vive en el kilómetro 8 de la carretera Sánchez y varias veces vio un anuncio que hacía referencias a las oportunidades de calificar para un préstamo.

Mientras Elizabeth Fabián tiene una pequeña cafetería en el sector El Manguito, que fortaleció con 35 mil pesos que le prestó la misma institución. Los dos consiguieron el dinero sin contratiempos con la modalidad de grupo, que consiste en asociarse con más personas, pero cada uno recibe el crédito individual y puede ser garante del otro;  todos deben procurar quedar bien con Banca Solidaria para no afectar el historial crediticio conjunto. Es decir, que cada uno “vigila” al compañero de grupo para que “una acción tuya no me dañe a mí para toda la vida y luego nadie me preste”.

La seriedad de Vladimir habla por sí sola. De este joven de 22 años, que cursa el tercero de bachillerato (estudia los domingos) todos los que viven alrededor de la modesta casa donde reside junto a sus padres y otras dos personas, ofrecen buenas referencias. Y ese comportamiento que tiene bastó para que Banca Solidaria pusiera en sus manos el dinero solicitado y esté dispuesta a “doblarle” el monto una vez salde la deuda. “Como ese muchacho hay pocos por este barrio. Es totalmente distinto, yo hablo mucho con él y da gusto tratarlo. Es un ejemplo de que el que quiere ser serio lo es”, asegura Luisa, una vecina del vendedor, sin que este supiera la buena referencia que su amiga ofrecía a un equipo de elCaribe que acudió a la vivienda de Vladimir.

La ruta que realiza el emprendedor le ocupa prácticamente toda la semana, pero vale la pena hacerlo. Un día lleva las mercancías al ensanche Quisqueya, otro día se mueve por la avenida Independencia, otro por Herrera, un día sale para Los Alcarrizos y otro día “se lanza” para Villa. Cuando Vladimir concluya el bachillerato va directo a estudiar Mercadeo y Ventas. Esa es su aspiración, que le dará la base para el negocio grande que aspira tener. La otra persona que conforma el grupo de Vladimir es una joven que trabaja con empeño un pequeño salón de belleza que montó.

La cafetería de Elizabeth

Antes esta mujer luchadora tenía menos mercancía en su negocio, pero las exigencias del público le hicieron ver que debía comprar más y algunos aparatos. A simple vista al negocio de Elizabeth (Heladería y Cafetería Nathali) pareciera que no va nadie a comprar, pero la realidad es que no le va mal. Los principales clientes son los muchachos que salen de la escuela y personas que transitan por los alrededores.

El pequeño negocio está cerca del Instituto Azucarero Dominicano, en la avenida Jiménez Moya y tiene de vecino otros grandes establecimientos, pero para todos hay espacio y gente que está dispuesta a comprar. El horario que tiene Elizabeth es largo, comienza a las 7:30 de la mañana, aunque se ha levantado una hora antes a preparar los galones de jugo, pero hay espacio para ir a dormir un rato a la casa luego del mediodía.

Esfuerzo visto en poco más de un año

Elizabeth tomó el préstamo de RD$35 mil para saldarlo en un año y tres meses y avanza para quedar bien. “Las facilidades que me dieron son excelente, además de que luego que lo tomé el crédito me dieron dos meses de gracia para comenzar a pagar. La tasa que me dieron es baja, antes yo tomé un prestamito en un banco privado y me cobraban mucho más”, expone Fabián, madre de dos hijos y abuela de dos niños. La propietaria de la cafetería no es una improvisada en temas de negocios, desde pequeña comenzó a ver como eran “las cosas” en ese mundo, pues en su casa se vendía ropa de paca.

Elizabeth y Vladimir forman parte de los 16,200 microempresarios que atendió Banca Solidaria en los primeros seis meses de funcionamiento por un monto global de RD$1,200 millones. El objetivo de Banca Solidaria es apoyar a los micro y pequeños empresarios “de subsistencia y en crecimiento”, a través de acciones combinadas de financiamiento y asistencia. 

Planificación
Con el “dinerito que Elizabeth gana en su cafetería cubre sus necesidades.

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