Premisas incorrectas en la educación de RD

Nuestros estudiantes también necesitan, pero ya los tienen, maestros motivados, cariñosos y dispuestos a cuidarlos, ponerlos a interactuar con el ambiente y con los materiales educativos.

Premisas incorrectas en la educación de RD

A Jean Piaget se le conoce por sus importantes contribuciones a la comprensión de como los humanos formamos los conceptos, en particular los conceptos científicos.

Nuestros estudiantes también necesitan, pero ya los tienen, maestros motivados, cariñosos y dispuestos a cuidarlos, ponerlos a interactuar con el ambiente y con los materiales educativos. Se puede hacer esfuerzos para que los maestros mejoren su dominio de contenidos, pero no es lo más importante ahora, lo es más que no coarten la curiosidad del estudiante y que promuevan positivamente su infinita capacidad de cuestionamiento, al menos en nuestro caso y por el momento.

¿Por qué digo esto? Porque el problema fundamental, en cuanto a educadores dominicanos se refiere, no está en el nivel elemental ni en el secundario. Está, por favor entendámoslo, en las instituciones de educación superior. El Plan Decenal de los 90 partió de la premisa, no del todo correcta, de que los profesores universitarios dominicanos estaban en condiciones de ayudar a los “maestros bachilleres” a superar deficiencias, la cual no tiene bases que la apoye.

Ante un tema tan espinoso, es necesario pensar sosegadamente y dejar la hipersensibilidad de lado. Nuestras deficiencias en el cuerpo profesoral universitario limitan el uso de las instituciones de tercer nivel como herramientas de cambio en el sistema educativo. Aparte de una formación incompleta, el pluriempleo y otras razones, impiden a un típico docente universitario dominicano escribir un libro de texto para estudiantes del nivel elemental o secundario, así como no le habilita para diseñar y facilitar en talleres significativos para maestros de calidad. Un nivel de licenciatura no es suficiente, desde hace muchos años, para enseñar, por ejemplo, a futuros maestros.

Una persona que no haya aprendido la naturaleza de la disciplina que intenta cultivar, que no está en condiciones de hacer investigación, no puede más que repetir información que ya aparece en los libros de texto e Internet, por ejemplo, y con frecuencia, transmitir tal información de manera distorsionada. Lo de escribir libros de texto de calidad u ofrecer talleres significativos y que propendan a generar dominio conceptual y competencias magisteriales es por ende, ya una simple utopía, bajo las circunstancias descritas. Recientemente, Robert Archibald, educador norteamericano, ha planteado el efecto detrimental que, sobre la formación universitaria, tienen las clases muy grandes, con conferenciantes que llama de segunda categoría, y con muy poca interacción significativa entre los estudiantes y los profesores. Ha equiparado eso a recibir una educación bastante distante, incluso en un ambiente cara a cara o presencial (Why Does College Cost So Much?, citado por Scott Carlson y Goldie Blumenstyk en The Chronicle of Higher Education, Diciembre de 2012).

A esto hay que sumar el detalle de que con frecuencia el maestro universitario se concibe, en general, y por razones idiosincráticas en el caso dominicano, como el ente que simplemente enseña y no como un humano que aprende en interacción con otros y con sus alumnos.

Si a las medidas propuestas para superar nuestro rezago de aprendizaje estudiantil no sumamos el incremento en las competencias del profesor universitario promedio, entonces asistiremos a otra decepción como la que dejó el Plan Decenal de los 90, en lo que a aprendizaje estudiantil se refiere, reitero.

Además de lo anterior, no parece que sea factible y costeable para el país la importación de maestros de calidad internacional, porque habría que identificarlos en países que tuviesen excedentes de maestros, y entre esos, a aquellos cuyas naciones no logran retenerlos debido a los bajos salarios. De otra forma, sería necesario pensar en algún país que tenga excedente de maestros, y que los mismos no respondan al esquema de la oferta y demanda. En verdad, quizás es más fácil importar mecánicos expertos certificados en carros MB, Audi y BMW.

Si importamos maestros, considerados excelentes en cuanto a dominio conceptual se refiere, para los niveles básico y secundario, se puede anticipar, con alta probabilidad, que, en las actuales circunstancias, se convertirán en profesores universitarios regulares y típicos en la República Dominicana.

En síntesis, quizás no debemos importar maestros de nivel elemental o secundario, sino profesores-investigadores para el tercer nivel, exigiéndoles un compromiso con el desarrollo de todo el sistema educativo. Y esto es posible, porque los hay dispuestos, entre ellos dominicanos que con gran esfuerzo han logrado estudios doctorales y experiencias postdoctorales en centros internacionales de excelencia, y que, además de conocer el contexto, mantienen a la Patria en sus corazones.

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A Jean Piaget se le conoce por sus importantes contribuciones a la comprensión de como los humanos formamos los conceptos, en particular los conceptos científicos. En los ambientes académicos se discuten y analizan sus teorías, especialmente la que concierne a las supuestas etapas de desarrollo cognitivo por las que pasamos los seres humanos, teoría esta que ha generado controversias, frecuentemente por no ser comprendida a cabalidad. Sus aportes al ámbito educativo han sido reconocidos internacionalmente, como lo evidencia el hecho de que recibió múltiples doctorados Honoris Causa y la Unesco le encomendó tareas relevantes para la educación mundial.

Recientemente, en la República Dominicana se ha estado hablando de la posibilidad de importar maestros, con el objetivo de contribuir a elevar el nivel educativo de la nación. Este planteamiento parece tener su base en la premisa de que el problema principal radica en deficiencias en el cuerpo profesoral de nivel elemental y secundario, premisa que carece de veracidad, al menos en países como el nuestro, como explicaré más adelante.

Partir de tal premisa fue algo que contribuyó al fracaso, en lo que a aprendizaje estudiantil se refiere, del Plan Decenal de Educación puesto en marcha a principios de la década de los 90. Soy consciente de que esto que acabo de expresar generará muchas críticas, las cuales espero sean fundamentadas con datos y evidencias válidas y no con simples opiniones. De igual forma, mi expresión necesita evidencia y datos que están contenidos en diversos documentos de instituciones nacionales y organismos externos que revelan que nuestros estudiantes quedan muy rezagados en pruebas estandarizadas, en comparación con los de otros países.

Un informe del 2012 preparado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, por sus siglas en inglés) indica: “El país parece tener las tasas más altas de participación en educación terciaria y de escolaridad, pero las tasas más bajas de niveles de aprendizaje, cuantitativa y cualitativamente, en educación primaria y secundaria comparado con otros países de América Latina y el Caribe” (Evaluaciones de Políticas Nacionales de Educación: La Educación Superior en la República Dominicana, pág. 13).

Si el Plan Decenal de los 90 hubiese sido exitoso, en cuanto a aprendizaje estudiantil se refiere, otros resultados estaríamos viendo actualmente en dichas pruebas. No se puede negar, sin embargo, que a partir del Plan Decenal de Educación, el maestro dominicano mejoró su nivel de vida, e incluso se ha mencionado el hecho de que su medio de transportación usual fue sustituido de motores o caballos, a carros y hasta “yipetas”. ¿A qué se debe el rezago en aprendizaje que muestran nuestros estudiantes, en comparación con los de otros países, en las pruebas internacionales estandarizadas? Las razones son múltiples. No se puede relacionar con malnutrición, porque un gran logro de los gobiernos del doctor Leonel Fernández y dentro del Plan Decenal de los 90, con el cual nuestro actual presidente, Danilo Medina, tiene firme compromiso, fue instituir el desayuno y la merienda escolar.

Un factor de vital importancia se encuentra en la premisa a que aludo en el segundo párrafo, la consideración de que las deficiencias, en cuanto a dominio de contenidos, en los maestros de nivel primario y secundario, es el factor que determina las deficiencias de aprendizaje mostradas por los estudiantes dominicanos. Esto es una falacia, no hay forma de sostenerla lógicamente; no hay una relación causal en este caso, ni la investigación educativa la avala.

En varias de sus obras, Piaget indica (Psicología y pedagogía, 1969; Psicología y epistemología, 1972; El desarrollo del pensamiento, 1977) que los niños aprenden en interacción directa con el ambiente y manipulando objetos concretos. Plantea también que el niño puede aprender al margen del maestro, incluso si se le deja solo en un salón, interactuando con manipulables. Piaget, quien tuvo el privilegio de la longevidad, pudo contestar las críticas de Lev Vygotsky, y no tendría objeción en reconocer la importancia que, sobre el aprendizaje, podría tener la interacción con adultos que podrían servir como posibles andamios que acerquen al niño hacia zonas de aprendizaje, como sugirió Vygotsky, uno de sus mayores y más brillantes críticos (Commentary on Vygotsky’s criticisms, 1962).

Si esto es así, lo que nuestros niños necesitan, fundamentalmente, son: mapas, esferas terrestres, transportadores, compases, periódicos para leer, bloques de madera, manipulables educativos en general, y acceso a computadoras.

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