Con la salvedad debida

No tengo idea acerca del nivel de aprecio que se tengan los líderes del partido y del gobierno. Y debo hacer la salvedad de que allí hay mucha gente buena y honrada, en capacidad de rescatar el honor y la memoria de su fundador y guía original.…

No tengo idea acerca del nivel de aprecio que se tengan los líderes del partido y del gobierno. Y debo hacer la salvedad de que allí hay mucha gente buena y honrada, en capacidad de rescatar el honor y la memoria de su fundador y guía original. Pero si fuera parte de ellos me moriría de vergüenza después de leer la iniciativa de un grupo de jóvenes que realizaron una jornada de limpieza en el parque Independencia para borrar toda huella de la actividad que un día antes celebrara  allí la cúspide del oficialismo. De cuantas cosas he visto y leído sobre la repulsa pública contra las administraciones pasadas del presidente Leonel Fernández ninguna me ha parecido más desgarradora que esa.

La declaración ese día del exmandatario sobre los planes de preservar el poder por otros veinte años después del 2016, fue inoportuna y ofensiva al sentimiento y aspiraciones democráticas del pueblo dominicano. Esa perpetuación en el poder a la que aspira el señor Fernández es el colofón de su cuidadosa y exitosa campaña de destrucción de la oposición política, financiada con recursos públicos, lo que para todos los fines ha sido un acto de infidelidad y deslealtad a los principios que inspiraron la formación de la República.

Además, que él utilizara ese escenario para decirlo, justifica el asco moral que sin duda motivó la iniciativa de los jóvenes que con cubos y escobas limpiaron todo rastro de aquella infeliz actividad oficialista.

Tal vez no exista mucha diferencia entre uno y otro partido en este país y no disponemos de referencias que permitan dudar de esa terrible realidad. Pero como ciudadano que valora la independencia de criterio y la importancia del libre juego de las ideas y el respeto a la institucionalidad, me sentiría mucho más confiado si existiera una oposición fuerte, con suficiente capacidad para servir de contrapeso a los excesos con que la acumulación de poder nos amenaza.

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