Clásicos de la escultura dominicana

Desde tiempos remotos el hombre ha tenido la necesidad de esculpir. En sus inicios con materiales simples y a su disposición: piedra, arcilla y madera. Luego vino el  hierro, bronce, plomo, cera, yeso… Historiadores del arte han…

Desde tiempos remotos el hombre ha tenido la necesidad de esculpir. En sus inicios con materiales simples y a su disposición: piedra, arcilla y madera. Luego vino el  hierro, bronce, plomo, cera, yeso… Historiadores del arte han llegado a la conclusión de que en principio tuvo una única función, su uso inmediato; posteriormente se añadió una función ritual, mágica, funeraria y religiosa. Esta funcionalidad fue transformándose con el devenir del tiempo, inclinándose a lo estético o simplemente ornamental.

No hay duda de que es una de las vertientes de las artes plásticas más llamativas al requerir mucho más destreza, esfuerzo y dominio de todos los aspectos de la composición visual y el dibujo.

En nuestro país, la escultura comenzó a dar sus primeros pasos, tras la Guerra de Independencia (18844), en el periodo de 1939-1960, como resultado de la corriente migratoria de españoles a Santo Domingo, a raíz de la Guerra Civil Española, entre los cuales intelectuales y artistas propiciaron en el país una experiencia extraordinaria por la calidad e intensidad de su acción y aportes.

Lamentablemente es un arte que no se ha difundido ampliamente en la República Dominicana a pesar de que existen muchos escultores dominicanos con una excelente producción artística. En la mayoría de los casos, el conocimiento que muchos tienen respecto a ésta se ve limitado a las personas involucradas al arte o amantes de la misma. Por esta razón, importante autores se dan cita en esta selección que hemos preparado para ti, con el fin de que sepas identificar aquellos que han marcado un hito en la historia del arte dominicano. Una referencia vital para comprender el arte de nuestros días.

Gaspar Mario Cruz. La obra escultórica de Cruz, además de su fuerza mitológica, produce una sensación de magia transmitida por la imagen y su simbología. Los volúmenes tienen un ritmo ecléctico en una obra que refleja los misterios del pasado y la constante búsqueda de una identidad legitima, entroncada a los nuevos procesos de civilización. Para apreciar algunas de las obras de este poeta de la madera,  como Baquiní, puedes dirigirte al Museo Bellapart.

Luichy Martínez Richiez. Oriundo de San Pedro de Macorís, es el único artista dominicano y de los pocos latinoamericanos ganador de un Premio Bienal en París. Su obra escultórica la sustenta una arquitectura espacial de planos y volúmenes: entronca con las corrientes más innovadoras. Se nutre de lo mágico-fantástico africano y antillano. Sus desafiantes formas son parte de la imaginería y el tecnicismo con que el artista modela la materia, en su simbiosis de creación y ejecución perfecta.

Antonio Prats-Ventós. Nacido en Barcelona en 1925, llegó al país siendo muy joven, el 11 de enero de 1940. El deslumbrante sol del Sur, las formas caprichosas de los troncos arrastrados por el mar, las piedras pulidas sobre la ardiente arena de la playa, la opulenta belleza de la mujer nativa, todo despertaba en él los deseos de crear, de plasmar en formas lo que veían sus ojos. Desde entonces y para siempre, la naturaleza habría de ser su maestra. Coherente siempre, lo que en él marca las diferencias y establece las divisiones son los temas.

Manolo Pascual. Nació en Bilbao, España, en el año 1903. Su pasión por la escultura le mereció a la edad de 16 años la medalla de honor de la Academia de San Fernando, en Madrid. En su obra coinciden la rusticidad y la solidez bárbara de los primitivos con la agilidad de lo  moderno. Dominó todos los materiales: madera, mármol, terracota, bronce, hierro, estaño, plásticos y hasta inventó un procedimiento: el modelado directo en estaño con soldador. Sus preferencias, sin embargo, se inclinan por el barro.

Francisco Vásquez Días. Todos lo conocen como Compostela, seudónimo que evoca su lugar de origen, la ciudad del Apóstol, en el corazón de Galicia. Allí nació en 1898, y se familiarizó con la talla en piedra, la misma con que se crearon las figuras del Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana. Llevaba en la sangre y en el corazón el arte de esculpir. Al llegar a nuestro país, haciendo uso de maderas preciosas, talla sus esculturas de animales, entre las cuales destacan los pingüinos, cada uno expresando ideas, estados de ánimo, sensaciones y hasta sátiras.

 

 

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