Tema serio: las armas de fuego

El expediente de las armas de fuego está que arde en los Estados Unidos. Las dolorosas masacres ocurridas recientemente en algunos centros escolares…

El expediente de las armas de fuego está que arde en los Estados Unidos. Las dolorosas masacres ocurridas recientemente en algunos centros escolares han preocupado a muchos. De todas maneras, los que están a favor y en contra de que se regule su uso y porte defienden sus posturas con pasión. Esto provocará una nueva batalla legal y política entre conservadores y liberales, donde la Constitución de ese gran país será interpretada por unos y otros como más les convenga.

Aquí el asunto tampoco es sencillo. Si bien es cierto que no hay tanto fanatismo como en el imperio, las armas de fuego son entre nosotros un símbolo de prestigio social.  Me asombra, por ejemplo, la fogosidad de algunos amigos, incluso pacíficos y decentes, cuando se refieren al tema. Se emocionan, parecen niños con juguetes nuevos, se transforman en guerreros, hablan de disparar en un campo de tiros, que fulanito tiene una pistola hermosa, que zutanito es un experto manipulando ametralladoras…

Si alguien se saca el premio o recibe unos chelitos por ahí, lo primero que compra es una pistola o un revólver, aunque no tenga luego qué comer o no pueda pagar la educación de sus hijos. Para muchos, la mejor muestra de que se está en el poder es llevar un arma al cinto y exponerla como un trofeo. Un político desarmado está en malas, carece de fuerza. Es más, he visto casos de personas que se mudan de partido político a cambio de uno de estos aparatos.

Otros prefieren que en su trabajo les asignen un arma a que les aumenten el salario. Con un hierro así, algunos consideran que son “más hombres” y que hasta más novias pueden conseguir. También, créanlo, con las armas de fuego se hacen transacciones, como si fuera dinero. Un abogado me dijo que redactó un contrato de venta de una motocicleta y el vendedor quería una pistola como pago. Este amor por las armas nos está causando serios inconvenientes, especialmente porque son pocos los que reúnen las condiciones para portarlas.
Casi a diario una familia se enluta por el uso irresponsable de un arma.

Además, tenerla no implica mayor seguridad personal. Según las estadísticas, el que posee una tiene más posibilidades de encontrarse en problemas, incluso de morir, que el que anda desarmado.

Debemos reclamar un mayor control de las armas en la población. Pero ese justo pedido sólo será exitoso si vamos cambiando de mentalidad, y nos emocionemos más al hablar de paz que de balas. Espero que los vientos del norte se sientan aquí, reconociendo que entre nosotros habrá debates, pues alguien dirá que si los delincuentes andan armados, nosotros también lo haremos para defendernos.

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