Santiago. Una mascarilla, guantes y bata blanca, son parte de la indumentaria que usa Miguel Vargas para vender maíz salcochado en plena calle del casco urbano de esta ciudad.A esto se suma una olla que brilla, así como un cubo y una toalla que resplandecen de blanco. Vargas hace esto como una forma de garantizar la higiene de los productos que vende, pues en horas de la mañana también oferta frutas, y con estas cualidades cree que captará más clientes, ya que debido a la proliferación de enfermedades como el cólera muchas personas se cuidan de comer en la calle. Su punto de venta está de lunes a viernes en la esquina conformada por las calles Cuba y Beller, y los domingos es vendedor ambulante.
“Esto es para ponerle mejor imagen a la venta, porque hay gente que no toma esto en serio. Los trabajos son todos importantes, pero a este hay que ponerle un poco más de atención, un chin más de carisma. Hay que tener higiene, y este bozal (mascarilla) es para que no le caiga saliva al tanque de maíz”, precisa Vargas, quien lleva más de un año en el negocio.
La idea, al parecer, le ha dado sus resultados, ya que empleados de empresas cercanas le llaman y él les lleva el maíz a domicilio, en tan solo un par de minutos, mientras deja a un amigo vigilando la carretilla donde salcocha las mazorcas. Dice que así mantiene a sus dos hijos de doce y dieciséis años.
“Yo quiero pedirle a todo el mundo, especialmente a la juventud, que se dediquen al trabajo, no a la delincuencia, porque son mejores cien pesos bien ganados y no mil mal ganados. Queremos es que el país mejore y haya menos delincuentes”, indica Vargas.
Sabía que para hacer este tipo de trabajo tenía que ponerle más atención, hacer algo diferente”.
Miguel Vargas
Vendedor informal
