A Roma, con amor

No quiero pecar de poco original, pero es que no puedo definir mejor lo que significó Roma para mí. Le doy todos los créditos…

No quiero pecar de poco original, pero es que no puedo definir mejor lo que significó Roma para mí. Le doy todos los créditos a Woddy Allen, quien combinó estas palabras primero que yo para llamar a su última película.

Ahora bien, lo consideré el título perfecto, porque si leemos la palabra Roma de atrás hacia delante, diría amor. Y es lo que provoca atravesar a pie, y de noche, sus calles adoquinadas, mientras se escucha algún cuarteto haciendo música inspiradora, con acordeones, como las que se aprecia en los primeros segundos del tráiler oficial del filme de Allen.

Diez días no fueron suficiente para atrapar su aroma antiquísimo, con el que tantas veces sueña todo amante de la historia del arte y la cultura. Lo fue, entre tanto, para descubrir su encanto de «Ciudad de eterna», como se le conoce por antonomasia, por esos monumentos milenarios que no pierden el encanto con los años. Contemplarlos es tan sorprendente como el último hallazgo de la NASA.

Desde el principio
El aeropuerto Fiumicino me recibió con su aire espeso y taciturno. Me resultó solitario y oscuro; nada encantador lo que pude recorrer. Y sí, al salir para esperar el autobús hacia Termini, (9 euros la ida) que sale cada media hora, me resultó algo sucio, descuidado, digamos. Aquel cuadro un tanto tétrico para alguien que viaja sola por primera vez, se transforma desde que el bus echa a andar. El tinte otoñal de sus paisajes se me mete en la sangre. El cansancio propio de las casi 12 horas que llevaba de vuelo (sin contar las horas varadas por la escala) se esfumó de pronto.

Al llegar a la inmensa estación Termini, tomé el transporte #64 hasta la parada Porta Cavallaggeri, a solo unos metros de la Basílica de San Pedro y el Agustinianum, lugar al que me dirigía.

Como toda ciudad civilizada, sus calles están debidamente identificadas, por lo que con un mapa y un buen sentido de la orientación, se puede llegar al lugar deseado sin necesidad de tomar un taxi. Además de servirte de aventura y excursión, te ahorras un buen dinero. Un viaje corto en taxi puede llegar a costar hasta 15 euros. Y un ticket de bus sale n 1.50, válido por 100 minutos.

Para llegar de Termini hasta el Vaticano, hay que cruzar el río Tíber (Tevere en italiano), el tercero más grande de Italia y que atraviesa toda la ciudad. Es considerado el «alma de Roma».

Experiencias que no debes perderte
Cada quien, según su gusto, hará su ruta de lugares. Estos son los que, en mi opinión, no pueden faltar en tu lista.

La Plaza y la Basílica de San Pedro. Religioso o escéptico, es uno de los lugares que no debes dejar de visitar. Solamente pararse en la explanada de la Plaza da una sensación impresionante. Una vez dentro, rodeado de una columnata imponente que, parado desde un mosaico dentro de la plaza, solo distingues una hilera perfecta, ya que las que están detrás no se notan.

Trata de llegar temprano si quieres ingresas al templo o subir a la cúpula. La entrada al primero es totalmente gratis, mas no puedes llevar pantalones o faldas muy cortas ni blusas escotadas, pues te impedirán la entrada. Si optas por llegar a la cima del edificio de 44.5 metros de altura, tienes dos opciones: una a pie valorada en 4 euros y la otra te permite subir unos tres pisos en elevador. Esa cuesta 7 euros. El último tramo, con 320 escalones (aunque me parecieron más) son muy estrechos, acaracolados (vas caminando en círculo). Una persona claustrofóbica, con miedo a las alturas o con problemas cardíacos quizá no deba arriesgarse. Pero una vez arriba, con la impresionante vista que tienes, créanme que merece la pena.

Si te gusta el arte, no faltes al museo del Vaticano y la Capilla Sixtina. Es fascinante. La fila es larguísima para entrar, pero repito, lo vale. ¡A llegar temprano!

El Coliseo. No puedo describir la emoción que sentí al tenerlo frente a mí. Tocarlo, sentir su olor, fue religioso. Antes de ser llamado así, era conocido como el anfiteatro Flavio, en honor a los emperadores de la Dinastía Flavia, que llevó a cabo su construcción. Su historia muchos la conocen. Estar allí te permite comprenderla, y te transporta a aquella época de gladiadores que fueron parte de un espectáculo absurdo, porque morían para entretener al pueblo. De allí se acoge el término Pan y circo.

El Foro Romano
Mientras caminas hacia el Coliseo -si haces la ruta a pie-, verás el Foro Romano, ubicado en la avenida que lleva su nombre. Es un terreno rectangular que conserva las ruinas de la que siglos atrás fue la zona de comercio de la ciudad. Se pueden apreciar aún arcos, templos, columnas, sobre un pavimento pedregoso que data de la época de César Augusto.

La Fontana de Trevi. La impresionante fuente es centro de copiosas visitas. Si quieres contemplarla sin molestias, lo mejor es ir en la mañana. Al anochecer, hay un tumulto que sofoca. Recomiendo ir por unos «gelatos» para contemplar la «fontana» encumbrada por la estatua de Neptuno, el dios del mar. Por supuesto, no olvides lanzar una moneda si quieres regresar. No te tomes a pecho la escena de La dolce vita, en la que Sylvia (Anita Ekberg) entra a la fuente e invita a lo mismo a Marcello.

Plaza Navona. Rodeada de edificios, cafés, y con varias fuentes en su interior y una iglesia, la plaza es un espacio de arte, donde concurren artistas, vendedores y músicos. Si vas a dar una vuelta, sujeta bien tu cartera; hay fama de vándalos que se aprovechan de la concurrencia para arrebatarlas.
¿Dónde más?

El Panteón. Se dice que es la estructura que mejor se conserva de la antigua Roma. Suele ser muy concurrido, y hay muy lindos hoteles y cafés a su alrededor, en la Plaza de la Rotonda. Aunque no pude entrar (ese día no estaba en la agenda y luego, ya no hubo más días), lo recomiendo.

La Plaza Venezia. Si tomas un bus hacia esta plaza, podrás ver varios monumentos interesantes. El edificio por el cual lleva su nombre no es muy llamativo, pero si lo es el Monumento a Víctor Manuel II; a su lado, detrás, está la plaza del Capitolio, que fue diseñada por Miguel Ángel, incluyendo su pavimento y que tiene al centro una estatua de Marco Aurelio. Del otro lado está el Foro Traiano y debajo, el Teatro de Marcello, muy parecido a la estructura del Coliseo, pero versión miniatura.

Otros lugares que visitar

La Plaza España.
La Catedral de San Juan de Letrán
El Castillo San Ángelo
Iglesia Santa María La Mayor.
El Capitolio

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