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La idea de ver al curador con un ente legitimador como comentábamos la semana pasada, confirma la capacidad catalizadora, provocadora e intermediaria…

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Por estos días hemos estado haciendo una mirada retrospectiva de nuestro devenir en el medio cultural dominicano, entendiendo  que a pesar…

La idea de ver al curador con un ente legitimador como comentábamos la semana pasada, confirma la capacidad catalizadora, provocadora e intermediaria de la curaduría entre la escena artística y el público en general.

Pues la curaduría más que una cuestión de organización y divulgación, se trata de un trabajo hermenéutico muy complejo, pues existen varios tipos de curadores: algunos que están más cerca del aspecto de difusión, otros que se implican con los artistas a nivel personal y otros que no tienen un diálogo con los creadores sino sólo con las obras…

Esta categoría de “curador legitimador” que presentamos, encuentra cantera en el mundo del arte contemporáneo, altamente mercantilizado con roles y jerarquías precisas donde se cuestiona constantemente lo que es o no arte, y donde aparecen artistas que ponen al mercado en el centro de su reflexión estética como por ejemplo Damien Hirst o Jeff Koons, famosos por el valor mercantil de sus objetos convertidos en obras de arte. Pues resulta que buena parte de lo que se presenta en la actualidad está fundamentado en ideas más que en los aspectos propiamente formales, entonces es aquí donde entra en juego la visión que se pueda tener ante piezas que buscan principalmente desestabilizar el sistema lógico de las instituciones para poner en evidencia un sinnúmero de contradicciones y corsets que los caracterizan.

Entonces es cuando estamos plenamente conscientes de que el curador al tiempo de ser un generador de lenguajes que componen la escena de las artes  y un mediador entre el artista y el público, es también un legitimador del hecho o acto artístico, ya que funda su identidad bajo la premisa del arte como pregunta. De esta manera se exhiben las obras como cada una de las interrogantes que a nuestro juicio interpretan una opción desde donde presentar una aproximación al arte contemporáneo, ocupándose pues de crear un perfil de curaduría que respete la multiplicidad de tendencias que componen el contexto artístico actual.

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Por estos días hemos estado haciendo una mirada retrospectiva de nuestro devenir en el medio cultural dominicano, entendiendo  que a pesar de lo que nos hemos esforzado, es necesario seguir adelante porque hay mucho por hacer. Hace poco nos inscribimos en estudios de Curaduría y Montaje de Exposiciones Nivel Avanzado en Argentina, las que estamos tomando On line y ha sido satisfactorio poder comprender mejor los derroteros del arte. Pero sobre todo esclarecer y dominar con mayor claridad a cuáles consideraciones hermenéuticas nos adentramos cuando nos acercamos al mundo de la curaduría.

Se podría decir que se trata de una profesión relativamente joven, y no tan joven si nos vamos a la etimología del término, pues desde hace mucho tiempo el curador –curator en latín- es un ente conocido, fundamentalmente en el Derecho. Siendo éste la persona designada a través de la vía judicial para administrar los bienes de una persona incapacitada. Claro que esta definición ha pasado por algunas modificaciones puntuales para aterrizar el concepto, luego de que migrara hace más de una década al contexto artístico.

¿Pero qué papel juega realmente el curador? esa es una pregunta que nos hacen con frecuencia. Inicialmente el curador era el conservador o encargado del museo.

Luego pasó a ser el que registraba las nuevas adquisiciones y mantenía sanas las piezas. Pero más recientemente, partiendo de que es un ente que da sentido determinado al hecho de exhibir ciertas obras y diseña una exhibición, el período que abarca y cómo mostrar determinadas piezas y su recorrido, vemos al curador como una “autoridad epistemológica” para dar sentido o no a la producción artística.

Una calificación que a nuestro juicio resulta ser el perfil propio es la de “curador legitimador”. Y es que a partir de su discurso, logra construir los anales que permiten entre un conjunto de posiciones subjetivas presentar al público una exposición diáfana, con un mensaje coherente tanto a nivel de montaje como a nivel de soporte textual. Continuará.

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