La lucha de Ana

No existe en la filmografía nacional nada que se compare al modo substancialmente artístico de este filme en conjunción con esos…

La lucha de Ana

Antes de entrar en harina, si no fuera por el cine de Brillante Mendoza, Bladimir Abud no hubiese realizado el filme con el alto patrón que…

No existe en la filmografía nacional nada que se compare al modo substancialmente artístico de este filme en conjunción con esos elementos básicos atractivos para el cine comercial.

Me explico. La mayoría de las películas se limita a una mise-en-scene trivial, imitando modos de procedimientos y tics del cosmos al cual se sujetan. Los personajes vagabundean por escenarios, contendiendo en un espacio-tiempo desintegrado que rota los símbolos de cada personaje, de la dramaturgia (cuando existe) y de la mise-en-scene, en un fino manto de forma cinematográfica. En sus presunciones, esas películas quieren parecer emprendedoras, lúcidas, cuando en realidad bailan en lo artificial, perdidas en la propia búsqueda en ser alguna cosa. Y todo por un guión deficiente.

La lucha de Ana también sufre de esos males al crear paradojas con la idea de que su mise-en-scene tenga un orden verosímil en el duplicado de tics. La diferencia es que tiene una sustentación interna fundamental a la hora de clasificar como cine. Un armazón la mantiene en pie. Hay iconografías que se gravan en el imaginario. Hay atmósfera. Permite heterogéneas lecturas.

Lo único que le reclamo es que las deficiencias que tiene se deben a una cierta actitud de ejercitar en vez de afanarse en cada minuto del filme. Es imperdonable, porque aunque pueda deberse a inexperiencia o falta de dinero para producción, más bien es desgano, porque intuición y talento hay, que no le quepa a nadie la menor duda.  El elenco, disparejo en interpretación, me hace sentir que los actores profesionales estaban allí como turistas, salvo excepciones. En el caso del rol protagónico brinda encanto por la lucidez de la ACTRIZ (con mayúsculas) que es Cheddy García.

Este no es un filme como esos que sustentan una ilusión asfixiante de decadencia sempiterna y reaccionaria. Este filme soslaya la vía cómoda de la vulgaridad que quiere plasmar realidades o reinventarlas y no sabe cómo.

HHH Guión y dirección: Bladimir Abud Duración: 90 minutos Género: Drama País: República Dominicana Año: 2012 Elenco: Cheddy García, Antonio Zamudio, Miguel Ángel Martínez, Mario Lebrón Karina Noble, Víctor Checo, Jalsen Santanay Perla Vargas, entre otros.

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Antes de entrar en harina, si no fuera por el cine de Brillante Mendoza, Bladimir Abud no hubiese realizado el filme con el alto patrón que exhibe –que supera a buena parte de los filmes de la XIV Muestra de Cine, la cual se cierra este sábado con su exhibición. Sin embargo, esa influencia solo se da en el estilo de dirección, no así en el guión y, por ende, el tratamiento de la historia está por debajo del conflicto que justamente quiere recrear: la justicia de clase.

Las clases dominantes montan un estado burocratizado afín a sus intereses, a despecho de las demandas populares. Y eso está muy claro en el filme. Sin embargo, no profundiza en lo que es el Poder Judicial dominicano que responde a influyentes corporaciones que hacen causa común con la corrupción. Esa realidad es un peso sobre todo para la mujer dominicana que acude a la justicia infinitas veces sin que sus demandas sean satisfechas por la ilegalidad que cometen jueces y fiscales. Esas son las instancias del conflicto desplegadas de una manera cartesiana y clásica. Donde el guión pierde el norte es en la exposición del proceso de la verdad, quedándose en la verdad del proceso. Lo que pasa con Ana, está escrito: la justicia fue creada para dar garantías –mediante el poder del Estado- a todo un conjunto de relaciones que se expresan y se originan en las relaciones mercantiles. Por tanto, no se aleja de la lucha de clases. Y se expresa en esta. Pero he aquí que la garantía de una sociedad de mercado es el derecho, precisamente para erradicar de raíz cualquier atisbo de delincuencia organizada para asaltar el Estado.

El filme provoca sin caer en autorreflexión; muestra limitaciones en el encauzamiento de su propia tesis: no hay justicia para desposeídos, por ende ellos mismos crean su propia justicia. De ahí que termina con situaciones rocambolescas como disculpa para no entrar en confrontación ideológica con el establishment. ¿Reticencias artísticas propias de insuficiente progreso filosófico?

HHH género: Drama. País: RD. Año: 2012. Dirección: Bladimir Abud.

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