A uno de dos

Estas expresiones surgen de mi inferencia de la reacción popular a los acontecimientos políticos y de la nación. Sin quitar genialidad…

A uno de dos

Estas expresiones surgen de mi inferencia de la reacción popular a los acontecimientos políticos y de la nación. Sin quitar genialidad…

Estas expresiones surgen de mi inferencia de la reacción popular a los acontecimientos políticos y de la nación. Sin quitar genialidad a la idea de “cerrar el camino malo” para impedir la reelección presidencial de José Francisco Peña Gómez, señalo la calidad de algunas acciones o de sus consecuencias.

Me siento obligado a criticar las recomendaciones y soluciones encaminadas para resolver la crisis de 1994 por parte de los señores de la OEA, los organismos nacionales y extranjeros, y del embajador Graham que junto a monseñor Agripino Núñez Collado se presentan, todavía sin crítica, como solucionadores de la crisis, cuando desde mi perspectiva solo fueron cómplices de Balaguer.

Todos ellos saben y nosotros también, que el presidente electo en 1994 fue José Francisco Peña Gómez, no Balaguer.

Así, las intermediaciones de observadores y gobiernos amigos tuvieron el efecto de garantizar que Peña Gómez nunca fuera presidente de la República Dominicana, pues sus recomendaciones estuvieron extraña y absurdamente orientadas a la concertación de un certamen nuevo cuando los electores con su voto habían dado el veredicto electoral. Pero Peña Gómez optó por creer que tenía abierto el camino negociado, porque nunca fue capaz de comprender que las decisiones de la democracia comprometen a todos los actores, ni entender que la única solución viable era que asumiera la posición electoral que había en buena lid ganado. Más, aceptó el engaño, confiado en su inflado ego y su preferencia percibida, sin siquiera detenerse a pensar en que sus adversarios pudieren unirse y eliminarlo.

Su error entrega a Leonel Fernández el gobierno, el mejor después de la tiranía, pues inició un proceso de institucionalización y servicio ágil de las diferentes agencias del Estado, planteó la profesionalización de la administración pública y encaminó al país por senderos de crecimiento económico alto y sostenido. Pero Leonel Fernández dejó fuera del pastel a la gente de Balaguer, y éste le pagó con su repudio. Para las elecciones de 1998 ya la gente común se había dado cuenta del engaño contra Peña Gómez. Por eso, en masa, post mortem, lo honra con la elección abrumadora de sus partidarios como miembros de posiciones electivas municipales, provinciales y nacionales.

Por la misma razón, tal vez parcialmente, el PRD nos regaló a Hipólito, electo presidente para borrar lo bueno del gobierno anterior y como un candidato del PRD que pierde solo.

Pero este gobierno del PLD no devolvió la institucionalización que había hecho. En vez, usó el presupuesto nacional para producir estadísticas favorables y pagar favores y adhesiones.

Vote por el menos malo.

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Estas expresiones surgen de mi inferencia de la reacción popular a los acontecimientos políticos y de la nación. Sin quitar genialidad a la idea de “cerrar el camino malo” para impedir la reelección presidencial de José Francisco Peña Gómez, señalo la calidad de algunas acciones o de sus consecuencias. Me siento obligado a criticar las recomendaciones y soluciones encaminadas para resolver la crisis de 1994 por parte de los señores de la OEA, los organismos nacionales y extranjeros, y del embajador Graham que junto a monseñor Agripino Núñez Collado se presentan, todavía sin crítica, como solucionadores de la crisis, cuando desde mi perspectiva solo fueron cómplices de Balaguer.

Todos ellos saben y nosotros también, que el presidente electo en 1994 fue José Francisco Peña Gómez, no Balaguer.

Así, las intermediaciones de observadores y gobiernos amigos tuvieron el efecto de garantizar que Peña Gómez nunca fuera presidente de la República Dominicana, pues sus recomendaciones estuvieron extraña y absurdamente orientadas a la concertación de un certamen nuevo cuando los electores con su voto habían dado el veredicto electoral. Pero Peña Gómez optó por creer que tenía abierto el camino negociado, porque nunca fue capaz de comprender que las decisiones de la democracia comprometen a todos los actores, ni entender que la única solución viable era que asumiera la posición electoral que había en buena lid ganado. Más, aceptó el engaño, confiado en su inflado ego y su preferencia percibida, sin siquiera detenerse a pensar en que sus adversarios pudieren unirse y eliminarlo.

Su error entrega a Leonel Fernández el gobierno, el mejor después de la tiranía, pues inició un proceso de institucionalización y servicio ágil de las diferentes agencias del Estado, planteó la profesionalización de la administración pública y encaminó al país por senderos de crecimiento económico alto y sostenido. Pero Leonel Fernández dejó fuera del pastel a la gente de Balaguer, y éste le pagó con su repudio.   Para las elecciones de 1998 ya la gente común se había dado cuenta del engaño contra Peña Gómez. Por eso, en masa, post mortem, lo honra con la elección abrumadora de sus partidarios como miembros de posiciones electivas municipales, provinciales y nacionales.

Por la misma razón, tal vez parcialmente, el PRD nos regaló a Hipólito, electo presidente para borrar lo bueno del gobierno anterior y como un candidato del PRD que pierde solo.

Pero este gobierno del PLD no devolvió la institucionalización que había hecho. En vez, usó el presupuesto nacional para producir estadísticas favorables y pagar favores y adhesiones.

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