El proceso electoral en lo educativo

Constituye ya un lugar común el adagio africano que dice que “para educar a un niño se necesita la tribu entera”. Sin embargo,…

Constituye ya un lugar común el adagio africano que dice que “para educar a un niño se necesita la tribu entera”. Sin embargo, en el discurso y en nuestro comportamiento diario lo olvidamos y concentramos nuestra crítica a los pobres resultados que tienen nuestros niños, niñas y jóvenes en la escuela señalando sólo la responsabilidad de los maestros. La sociedad le exige cada vez más a la escuela, sin proporcionarle las condiciones necesarias para que pueda hacer un buen trabajo. Le exige que enseñe a los estudiantes unos valores que no practica y que a diario, desde las más altas posiciones sociales o de poder, niega en su comportamiento.

No hay mejor oportunidad para educar en valores a nuestros jóvenes que una campaña electoral. En esta los políticos tienen la oportunidad de ejercer una función magisterial ejemplar. Es una ocasión para mostrarles a sus conciudadanos las virtudes que han adornado sus vidas, los hechos en los que han participado demostrando su apego a principios que se espera que los niños, niñas y jóvenes desarrollen a lo largo de sus vidas como son la honestidad, el apego a la verdad, la solidaridad, el respeto a los demás, entre otros. La sociedad, también, tiene la oportunidad de demostrar qué cosas valoriza premiando con su voto a quienes representan y encarnan estos valores.

¡Cuán lejos está nuestro proceso electoral de ese escenario idílico! La campaña electoral que estamos observando, lejos de basarse en las virtudes que adornan a cada uno de los candidatos, se ha centrado en demostrar los niveles de corrupción de quienes acompañan a los candidatos y la permisividad de nuestros líderes políticos que, en aras de conseguir votos, no tienen ningún reparo en aceptar el apoyo de personas cuya asociación deberían constituir motivos para perder votos, no para ganarlos.

El tono que caracteriza la actual campaña electoral hace propicio que repitamos algunas reflexiones que he compartido anteriormente. Cuando la corrupción se ha convertido en práctica cotidiana de quienes han alcanzado posiciones de poder es bueno evocar el gesto de Arístides, relatado por Plutarco en su libro Vidas Paralelas. Nombrado procurador de las rentas públicas, Arístides puso al descubierto los robos cometidos por quienes detectaban el poder en ese momento. Esto hizo que se levantara un gran movimiento en su contra, llevándolo incluso a juicio. La reacción de parte de la ciudad hizo que esta acusación no prosperara.

Después de esta reacción, Arístides aparentó bajar la guardia y actuó con más indulgencia con los usurpadores del erario público. Esto hizo que al presentarse la ocasión de una nueva elección para el puesto que ocupaba, aquellos que lo habían acusado ahora se levantaron en su defensa, apoyándole para que siguiera en su puesto. Para ello hicieron los más encendidos elogios, pero cuando ya se iba a proceder a la votación Arístides increpó a los atenienses diciéndoles: “conque cuando me conduje bien y fielmente me maltrataste; y cuando he dejado abandonado crecidos caudales en manos rapaces, me tenéis por el mejor ciudadano! Pues más me avergüenzo del honor que ahora me hacéis, que de la injusticia pasada; y me indigno contra vosotros, para quienes parece más glorioso el favorecer a los malos, que poner cobro en los intereses de la República. Dicho esto descubrió las malversaciones de sus panegiristas y encomenderos, con lo que los hizo callar, y recibió de los hombres de bien una verdadera y justa alabanza.”

El país necesita lecciones de este tipo para educar a nuestros jóvenes en las virtudes ciudadanas. Las mismas deben ser la inspiración del trabajo de nuestros maestros en las aulas, pues sin ejemplos como éstos es  difícil para el maestro, con sólo la palabra, educar en las virtudes ciudadanas. Pues, qué modelo deben los jóvenes seguir, ¿lo que el maestro dice o a lo que los líderes hacen?

La escuela no puede sola, se ha dicho. Necesita que la sociedad asuma los valores que desea inculcar a sus jóvenes. Toda la tribu debe actuar en coherencia con los valores y virtudes que desea que sus jóvenes desarrollen.
Los políticos y los ciudadanos debemos dar una demostración, en esta campaña electoral, de que no somos indiferentes a los comportamientos alejados de los valores y virtudes que defendemos. l

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