¿Caribe versus Antillas? El gran debate del siglo XIX

“En las Antillas Mayores hay un esbozo de nacionalidad y de una nacionalidad tan natural, por inasequible que hoy parezca y aun por invisible…

“En las Antillas Mayores hay un esbozo de nacionalidad y de una nacionalidad tan natural, por inasequible que hoy parezca y aun por invisible que sea a tardos ojos, que ninguna otra ha hecho la naturaleza tanto esfuerzo por patentizar su designio. Cuba, Jamaica, Santo Domingo, Puerto Rico no son sino miembros de un mismo cuerpo, fracciones de un mismo entero, parte de un mismo todo”…

Eugenio María de Hostos.

Desde hace algunos años, el Caribe ha estado presente en la agenda de los últimos años, tanto en el país como en Europa. La República Dominicana, situada en el corazón del candente mar que arropa un sin número de islas grandes, medianas, pequeñas y diminutas, ha vivido siempre de espaldas a su propia geografía. Quizás porque su historia está más vinculada a la de América Latina, como el resto del Caribe hispano, léase Cuba, República Dominicana y Puerto Rico. Quizás también porque no tuvo, a diferencia del Caribe inglés y francés, la traumática historia de las plantaciones azucareras.

Mucho se habla, desde los políticos, las agencias internacionales y muchos intelectuales de que el Caribe es uno solo, y por lo tanto los males deben verse como un todo, sin establecer diferencias.  Hasta se ha creado una Asociación de Estados del Caribe, que dicho sea de paso, no ha podido tener el impacto esperado.  Europa creó una agencia particular para trabajar con el Caribe. Se inició con los fondos ACP (África, Caribe y Pacífico), y se intentaron desarrollar proyectos diversos. Pero, ¿qué ha pasado? ¿Por qué la unión caribeña se ha quedado en la mera ilusión, la mera aspiración? Sencillamente, porque vemos al Caribe como un todo, y no como unidad provista de una gran diversidad.

Eugenio María de Hostos, el peregrino de América, entendió esta diferencia.  En su propuesta de unidad antillana solo incluía a los países de origen ibérico, a excepción de Jamaica, isla que unía junto a Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, y, aunque no excluía a Haití, el país vecino no estaba en el horizonte de sus reflexiones. Afirmaba que ahí, donde acababan las pequeñas antillas, comenzaban las grandes, que eran cuatro,  colocadas por azar de forma escalonada de menor a mayor y colocadas de este a oeste. Las ideas de Hostos calaron en los políticos de la época. Plantearon el proyecto político llamado “Confederación de las Antillas”, conocida también como “Liga de las Antillas”. El dominicano Gregorio Luperón, el haitiano Nissage Saget y el puertorriqueño Emeterio Betances, se aliaron para materializar la idea hostosiana. Buscaban también detener el intento de dominación de las potencias imperiales en el Caribe.

Ulises Francisco Espaillat, el presidente mártir, como lo denomina el amigo Juan Daniel Balcácer, fue un severo crítico del proyecto, a pesar de que sus amigos liberales lo defendían hasta la saciedad. Lo calificaba de excluyente, al excluir al Caribe francés y holandés. Entendía que el proyecto era inviable por los intereses imperiales que se movían en ese momento en la codiciada zona. Estados Unidos había superado sus contradicciones internas y se proponía avanzar hacia el sur de América a desarrollar la tesis de Monroe, el destino Manifiesto.  Aseguraba que España no permitiría perder a sus dos últimos bastiones en América: Cuba y Puerto Rico. Aseguraba que la Liga Antillana estaba condenada al fracaso. Consideraba que eran muchos los adversarios y muchas las adversidades. En efecto, la Liga no pudo materializarse. Y los resultados históricos han sido diferentes. Jamaica ha tenido muy poco vínculo con el Caribe hispano. Puerto Rico perdió frente a Estados Unidos en 1898.  Desde mediados del siglo XX es un “Estado libre asociado”. Cuba se independizó a finales del siglo XIX. Y, en 1959 se convirtió en socialista y aliada de la ex Unión Soviética. República Dominicana empezó a construir, con muchos tropiezos, su historia republicana. Y tiene a su haber compartir una isla con otra república que cuenta con una historia muy diferente. Estas diferencias de las tres principales Antillas Mayores deberían ser punto de partida para reflexionar, investigar y buscar nuevas explicaciones.

Otra gran diferencia, adicional a la que se planteaba en el párrafo anterior, es que las diversas potencias imperiales impusieron su visión del mundo y del desarrollo, su cultura y, porqué no, sus propias debilidades y fortalezas. España fue, hasta el siglo XX, la potencia más atrasada de Europa. Llevó a América su gran debilidad institucional y su escaso desarrollo económico, social e institucional. Inglaterra, a diferencia de la anterior, fue la cuna del desarrollo del capitalismo industrial y del pensamiento liberal. Francia, a pesar de que fue la madre de la revolución burguesa y de la libertad y los derechos del hombre (masculino), fue implacable en su modelo de plantación.  Lo que hacía en Haití, al momento en que los movimientos revolucionarios luchaban por la patria y la libertad, era una negación profunda a esos valores y principios que defendían las masas que se levantaron en contra de la monarquía. Holanda es quizás el imperio menos imperial de todos los europeos. A veces pienso que llegó a América por azar, pero no olvidemos que también competía con sus rivales por el mercado de capitales. 

No tengo ninguna respuesta a estas grandes inquietudes. Al volver a pensar sobre esta temática nuevas inquietudes me han asaltado. Los fracasos y las grandes dificultades en los proyectos de unificación del siglo XIX y del siglo XX, deberían hacernos pensar y replantearnos seriamente las propuestas. Contestar desde la razón y el corazón la gran pregunta ¿Cómo hacer viable la unidad del Caribe a sabiendas que hay enormes diferencias en el trayecto histórico de cada isla y por lógica consecuencia, en su realidad actual? No es fácil responder la pregunta.  ¿Usted tiene la respuesta?

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