La nacionalidad, ¿una cuestión de negación?

“La nación no existiría sin el Estado, que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX”. Mario Góngora.

“La nación no existiría sin el Estado, que la ha configurado a lo largo de los siglos XIX y XX”. Mario Góngora.

Don Mario Góngora, (1915-1985) fue uno de los grandes historiadores chilenos del siglo XX. Sus reflexiones sobre el siglo XIX chileno trascendieron la frontera de Chile para impactar otras naciones del espectro latinoamericano. Un elemento característico de su obra, es su intento por despolitizar y desideologizar la historia. Consideraba que el saber histórico había que verlo, no tanto como un instrumento de acción, sino como una forma de pensamiento, y sobre todo, como una auténtica ciencia que busca la verdad de los hechos. Fue considerado en su época como el más universal de todos los historiadores chilenos.

Su obra más impactante fue: “Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile, siglos XIX y XX”.  Este pequeño libro caló profundamente, transformando de manera radical muchas de las reflexiones de los historiadores latinoamericanos.  La tesis central de la obra era que el Estado chileno, y por ende el latinoamericano,  había sido la matriz de la nacionalidad, pues el elemento esencial de su configuración a lo largo de los siglos XIX y XX, sostenía que Chile, como la mayoría de sus países  vecinos había sido una tierra de guerra y de caudillos.  Sostenía que después de constituidas las naciones, se produjeron como pólvora los conflictos por la demarcación de los territorios.

Afirmaba que esas luchas por la frontera habían forjado el sentimiento nacional. En esencia, decía, la nacionalidad se conformó sobre la base de la negación de lo que no somos; y no centrándonos en lo que somos. Y estaba en lo cierto. La historia de América Latina está plagada de ejemplos.  Las luchas existentes y algunas todavía vigentes sobre la conformación de la frontera han creado sentimientos negativos hacia sus vecinos, los otros: Venezuela versus Colombia; Ecuador versus Colombia y Perú; Chile versus Bolivia: y Bolivia versus todos los países que la rodean.  Y así sucesivamente.

Cuando leí a Don Mario, así se le conoce en el ámbito académico como signo de respeto, me impactó mucho su lectura.  Era joven y me iniciaba en el mundo de la investigación histórica. El pequeño, pero, contundente e importante libro, me hizo pensar en nuestra propia historia como pueblo.  A diferencia de Chile y de los otros países latinoamericanos, la República Dominicana, configuró el Estado dominicano en contra de Haití, una nación pequeña y vecina que había librado una de las más sangrientas luchas por configurar su propio Estado.

Haití, la segunda nación que se hizo República en América, 28 años después de los  Estados Unidos,  había decidido que la ocupación de la parte este de la isla, era la única garantía para preservar su incipiente y débil Estado. Ocupó la antigua colonia española, que a la sazón era una incipiente república, pues el 1º de diciembre de 1821, José Núñez de Cáceres, había osado proclamar la creación de un nuevo Estado independiente al que denominó Haití Español.

Este hecho, conocido como la “Independencia Efímera”, duró apenas tres meses. El 27 de febrero de 1822 llegaron las tropas haitianas. El nuevo gobierno no hizo resistencia. Ahí comenzó la ocupación haitiana que duró 22 años.

El 27 de febrero de 1844 se proclamó la nueva República Dominicana, en contra del Estado haitiano. La separación de la isla en dos repúblicas era una realidad.

Liberales puros, representados por los  trinitarios, y conservadores muy poderosos se aliaron con el único propósito que los unía: sacar a los haitianos del territorio.  Por eso hablaron en el documento que firmaron juntos el “Acta de la Independencia”, de separación y no de independencia.  Los haitianos intentaron detener el proceso. Se libraron varias batallas.  Las más célebres las del 19 y 30 de marzo de 1844, los dominicanos derrotaron al gobierno haitiano.
Analizando los hechos 168 años después,  se impone un análisis desde perspectivas distintas, alejándonos de las pasiones.

Como decía don Mario, forjamos nuestra identidad, a partir de la negación del otro; y el otro del nosotros era Haití. ¿Hasta qué punto ese hecho constituye un rasgo esencial de nuestra nacionalidad, de nuestra identidad?  Siguiendo la lógica de Don Mario, los dominicanos no son, no somos haitianos, pero ¿qué hemos sido? ¿Qué somos? ¿Será este el origen del sentimiento anti/haitiano que corroe la conciencia y ha impedido una relación armoniosa con el país que comparte con nosotros esta isla? Debemos mirarnos en el espejo de los demás países hermanos.  Las luchas fronterizas fueron momentos difíciles de la historia latinoamericana.  Se impone superar esos episodios dramáticos de nuestro pasado, mirando el presente con una óptica distinta, para poder construir un futuro distinto, más humano y con menos prejuicios.

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