Introducción:

¡Un laico hablando de “oración de contemplación! Con qué gusto y alegría hago la presentación del libro de Enrique Villar, un seglar en medio del mundo con esposa e hijos, sobre este tema. Hasta ahora casi solamente lo han tocado monjes, religiosas o sacerdotes, como si fuera un asunto de expertos profesionales de la religión. Por otra parte, al hacer esta presentación es como corresponderle al autor, de alguna manera, el tiempo que, generosamente me ofreció, cuando trabajó conmigo mi libro “Discernimiento de espíritus”.

¡Qué bueno que Enrique venció el pensamiento que le impulsaba a no poner por escrito las enseñanzas y vivencias acerca de la contemplación!

Me uno a los que le solicitaron que les entregara en una publicación sus charlas y retiros sobre la materia, que les ofreció verbalmente.

Valoro ante todo, en estos nueve capítulos que tengo ante mí, las orientaciones prácticas, asequibles, claras que ofrece en ellas. Destaco de las mismas, justamente, estas nueve, que no coinciden necesariamente en todas sus partes con los capítulos:

1. La invitación a descubrir la contemplación de Dios y a caer en la cuenta de cómo tantas veces ella está siendo practicada por muchísima gente, en medio del mundo, sin saberlo, sin haberla incluido siquiera como una posibilidad en sus vidas cristianas, porque se la ha reducido a una actividad propia de monasterios o conventos.

2. Los elementos que componen la oración contemplativa. En el capítulo II encontramos tres fundamentales de ellos. No son los únicos, pero ciertamente son clave y decisivos; a saber:

a) “Entrando en la fragua del amor de Dios”. b) “La pureza del corazón”. c) “El amor nos exige entrega al hermano”.

Elementos éstos que irá describiendo y profundizando en los capítulos siguientes, como en el tercero donde se detiene a reflexionar sobre “el entrar en la fragua del amor a Dios”; o en el séptimo donde trata con más amplitud “la contemplación que lleva a los hermanos”, elemento que retomará de nuevo en el capítulo IX.  Debo agregar, además, que “la pureza de corazón”, como elemento decisivo de la contemplación, aparece aquí y allá a lo largo de este libro.

3. Las definiciones de contemplación.   Vale la pena no pasarlas por alto, porque ayudan mucho a distinguirla de otros tipos de oración. En el capítulo III, sobre todo, aparecen varias, que se complementanentre sí:

– “La oración contemplativa es la expresión sencilla del misterio de la oración. Es una mirada de fe, fijada en Jesús, una escucha de la Palabra de Dios, un silencioso amor. Realiza la unión con la oración de Cristo en la medida en que nos hace participar de su misterio” (Catecismo de la Iglesia Católica Nº. 2,724).
– “La contemplación consiste, ante todo, en un estado tranquilo a los pies del Señor” (el autor).
– “Contemplativos son aquellos en quienes ora el Espíritu Santo” (Joven de Estados Unidos, citado por el autor).
– “Contemplativos son aquellos que experimentan el peso del amor de Dios” (San Gregorio).
– “La contemplación es un regalo de Dios, es un don que viene de lo alto y es para todo cristiano, esté o no esté en un convento” (el autor).
– El contemplativo, en frase de Santa Teresa, es aquel que acepta la invitación consignada en Apocalipsis 3,20: “Estoy en la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”.
– “Contemplación es ponerse en la presencia de Dios y sentir su cercanía” (el autor, capítulo V).
– “La oración contemplativa nos hace vivir la presencia de Dios” (el autor, capítulo IX).
– “En la contemplación se llega a una familiaridad con Dios muy grande, como la que tuvo Moisés” (el autor, capítulo IX).

4. Los posibles escollos en la contemplación están centrados, como muy bien dice el autor, en los sentidos desordenados y en nuestro afán de ser “como un dios”: “es nuestro yo que domina y al que no es fácil vencer”. Esta centralidad del “yo” como obstáculo de la contemplación la desarrolla el autor sobre todo en el capítulo V. Puesto este centro, origen de los escollos o dificultades que se encuentran en la oración de contemplación, el autor analiza los cinco siguientes en el capítulo IV:

– El desconocimiento acerca de la contemplación.
– Las preocupaciones de la vida.
– Miedo al “fiat”, a decir “Sí”.
– La falta de perdón.
– La confusión,que lleva a reducir la contemplación cristiana al análisis y métodos psicológicos, como sucede cuando se confunde la meditación oriental con la oración cristiana. Particularmente valioso me parece el paralelismo que establece, de manera real, clara y sencilla entre ambas, la oración cristiana contemplativa y la meditación oriental. La diferencia parece ser muy sutil, pero es muy profunda.

He aquí, en detalle, ese paralelismo:

a) En la oración contemplativa, el alma se abre y se entrega a Dios. Se busca a Dios.

– En la meditación pagana, se trata de llegar a la divinización de sí mismo. Se busca al propio yo y la persona se vuelve muy egocéntrica.

b) El método que usa la oración contemplativa es simplemente ponerse a los pies del Señor y que Él haga todo el trabajo; que su amor me transforme.
-En la meditación pagana, me centro en mi yo y el éxito depende de la técnica y de cómo la aplico. Son fórmulas que debo usar.

c) El fin que se propone la oración contemplativa es que el alma se entregue totalmente a Dios y que Dios la posea.

-En la meditación pagana, se pretende, con los propios medios, una fusión en el dios del que se cree parte. El alma se siente, falsamente, “divinizada”, cayendo en un panteísmo.

d) Consecuencia práctica de la oración contemplativa: El alma se ve envuelta en el amor de Dios y ese amor hace que busque hacer el bien a los demás.
-En la meditación pagana, el alma se encuentra con el propio amor, egoísta y entonces sólo se busca la propia satisfacción, el propio bien.
¿Nos damos cuenta de las diferencias?  Hay que recordar a los cristianos que practican el yoga, por ejemplo, ¿por qué buscar en casa ajena lo que tenemos, y con creces, en casa propia?

5. La cercanía de Dios, caminar en ella, es una de las experiencias más gratas, que caracteriza la oración de contemplación.  Pero ella va de la mano con otras cercanías:  el propio “yo”, la vida familiar y doméstica, la comunidad, el grupo, el trabajo y los servicios. ¿Cómo hacer que todas estas cercanías convivan con la cercanía de Dios? El capítulo V de este libro nos ofrece pistas interesantes al respecto.

6. La sequedad en la oración es una experiencia que se presenta en la contemplación y que se torna un escollo para la misma, pero se torna, curiosamente, en un estorbo que nos acerca a Dios.  Ella es el símbolo de otros escollos de este tipo y que describe Enrique Villar en el capítulo sexto bajo el título de “escollos que nos acercan a Dios”.

7. Un alfabeto para recordar: particularmente interesante me pareció el método de presentar 22 “Consejos útiles para todos” en el campo de la oración de contemplación, como un alfabeto de la “A” a la “V”. Realmente, ese capítulo VIII es un buen resumen práctico, con unas orientaciones claras y precisas, que se deben tener en cuenta en este tipo de oración.

8. Las vivencias: creo que otro aporte que cabe destacar en la exposición de nuestro Enrique Vilar, a parte de las enseñanzas, son las vivencias y los testimonios. Sin lugar a dudas es necesario que las afirmaciones doctrinales vayan acompañadas de estos “signos”, porque las confirman y nos ayudan a comprenderlas mejor. Se las puede encontrar, a lo largo detodo el libro, pero de manera particular el capítulo IX está dedicado, justamente, a ese tema “vivencias para compartir”.

9. En su método de exponer, finalmente, Enrique tiene una particularidad, que llama la atención y que no debo dejar pasar por alto: termina cada capítulo citando unos versos, una oración, un texto bíblico u otro de algún autor conocido, como para ilustrar, de manera poética, el contenido doctrinal que acaba de exponer. Permítanme, simplemente citar los nombres de estos autores “conclusivos” y alguna de las frases de algunos capítulos:

– Fray Damián de Vegas, oración poética:  “Estate, Señor conmigo, siempre sin jamás perderte”.
– Una canción popular: “Yo te digo que si tú crees, verás la gloria de Dios”.
– Santa Teresa de Jesús, estrofa poética: “Nada te turbe, nada te falte. Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta”.
– Charles de Foucauld, su difundida oración: “Padre, me pongo en tus manos.  Haz de mí lo que quieras”.
– San Francisco de Asís, su célebre oración: “Hazme un instrumento de tu paz”.
– San Pablo, de su Carta a los Efesios, 1, 3-6: “Bendito sea Dios, que nos ha elegido en Cristo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor”.

CONCLUSIÓN:

CERTIFICO: que el libro “Oración de contemplación”, cuya presentación he hecho, se publicará en España y que para adquirirlo u obtener cualquier información adicional debe uno comunicarse con su autor, Enrique Vilar, mediante el correo electrónico, enriquevilar@[email protected]

DOY FE, en Santiago de los Caballeros, el 31 del mes de enero del año del Señor 2012.

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