Cuba, ¡qué linda eres!

Qué experiencia es pasear por la ciudad de La Habana desandando los pasos de un tiempo de glorias pasadas y urgencias cotidianas.

Qué experiencia es pasear por la ciudad de La Habana desandando los pasos de un tiempo de glorias pasadas y urgencias cotidianas.Andar en La Habana es hacerlo en el filo de una paleta de colores, donde te dejas caer sibaritamente en medio de coloridos tragaluces o te sorprendes en medio de los hermosos patios de grandes columnas de piedras y exuberantes jardines tropicales repletos de historias.

La identidad dominico-cubana se me enreda en la brisa que mueve las palmeras, en la danza y el son, en el aire que respiro, y el sabor; ese sabor inigualable que te impulsa a salsear el congrí mientras te deleitas con las incomparables masitas de los cubanos.

Una modesta fiesta del paladar habanero son ahora, los agros, que es como le llaman ellos a nuestros ventorrillos, en cualquier esquina de la ciudad hay tomates y lechugas frescas, boniatos y yautías, ajíes y verduras frescas y no podemos dejar de mencionar que, desde la década de los noventa están los Paladares, compitiendo con la calidad de su cocina y elegancia natural como es el caso de La cocina de Lilian, un bellísimo restaurante- jardín con un ambiente cubano de un retro chic elevado.

Allí encuentras un menú de comidas exquisitas para cualquier gourmet que de pronto llegue por allí. El ordenamiento de una sociedad requiere del amoroso cuidado de un lider que sea más que un papá, siempre pensando en qué es más conveniente para la patria y cada uno de sus habitantes.

Es por eso que el viejo adagio nos habla de que, uno no sabe lo que tiene, hasta que no lo pierde y, cuánta sabiduría encierran estas palabras.
Pero bien cierto es, que nadie piensa con cabeza ajena, de ahí que las experiencias se tienen que vivir, y las consecuencias de esas experiencias, buenas y malas, también hay que vivirlas.

Mientras yo camino por la ciudad y me mezclo con los once millones de cubanos y cubanas que en su patria tienen derecho a sonar en esta ciudad extraordinaria, ellos tienen una forma de ver la realidad que el gran escritor Alejo Carpentier sostenía que era propia y exclusiva de América. Una ciudad capaz de mostrar sus heridas con orgullo y donde el escritor, deslumbrado por ella, nunca quiso evitar delatar en sus escritos el gran enamoramiento que sentia por ella, a esta ciudad la llamó Carpentier la ciudad de las columnas”.
Hoy, al igual que el gran escritor, yo me rindo enamorada ante la magia maravillosa, de la ciudad de La Habana.

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