En nuestras manos

La encargada de una pequeña guardería en su propia casa, con una tanda hasta las 6:00 de la tarde, me narra lo siguiente:

En nuestras manos

Conversando con un español, recién llegado al país, me manifestaba con asombro la forma desenfrenada como transitan los conductores…

La encargada de una pequeña guardería en su propia casa, con una tanda hasta las 6:00 de la tarde, me narra lo siguiente:“Quiero contarte esto a ti como psicóloga para que me des tu opinión: Una niña, la cual lleva alrededor de 5 meses con nosotros normalmente es recogida por su niñera unos minutos después de la hora acordada, pero resulta que hace unos días, después de muchas llamadas y pasadas las 9:00 de la noche, me comunico con su mamá, que ya estaba en casa acostada viendo la televisión, a la cual digo que por qué no han recogido la niña. Ésta, con asombro, me dice: “¡No es posible!, pensé que ya estaba durmiendo, pero llegué tan cansada que seguí a mi habitación, y verdaderamente no pasé a verla”.

No les voy a hablar sobre la respuesta dada de mi parte sobre dicha situación; les voy a dar la oportunidad de sacar sus propias conjeturas sobre el caso, el cual, aunque parezca inverosímil, se manifiesta de otras formas.

Las 24 horas del día parecen no alcanzar para las “actividades” del hombre y la mujer de hoy, y más aun, el desgaste que implica si se podrá cumplir la agenda de mañana o no.

Resulta que el rendimiento del tiempo no está precisamente en que tuviéramos más horas, sino, en el buen manejo y ordenamiento del mismo. Suelo repetir que la vida es de orden, así como también que Dios es de orden.

Por tanto, tenemos que colocar en orden de prioridad que lo principal, lo primero, debe ser el tiempo a nuestras familias y especialmente a nuestros hijos.

Muchas las veces la más grande responsabilidad que tenemos, o lo que podría ser nuestra mejor inversión o por el contrario, el peor fruto, son los hijos.

Quejas por todas partes de cuán difícil está la situación social, pero, verdaderamente en nuestras manos se encuentra la solución a la gran mayoría de males que hoy acontecen, y es precisamente dentro del hogar.

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Conversando con un español, recién llegado al país, me manifestaba con asombro la forma desenfrenada como transitan los conductores por nuestras calles y carreteras. Pero realmente esta situación, la cual  él observa, se vive en cualquier ámbito social y el desafío se ha convertido en parte de nuestra cotidianidad.

En estos momentos elCaribe mantiene un programa de concienciación acerca de lo que implica sencillamente“ceder el paso”. Sin embargo, inversamente a esto, pareciere como si todos quisiéramos ocupar el mismo espacio, llegar todos al mismo lugar a la misma vez y, en lo más insignificante, pretender, si bien cabe, usurpar el lugar del otro. En una fila de un banco, supermercado, al entrar a un ascensor y, por qué no, en el tránsito vehicular son frecuentes las discusiones, las cuales a veces han trascendido a actos de violencia en que se ha llegado hasta a perder la vida.

El ambiente donde más se proyecta la intolerancia de unos a otros es en el tránsito vehicular. Salir a las calles es prepararse para enfrentar un gran desafío, lo que implica una fuente de tensión psicológica permanente, la cual trae como consecuencia serios problemas de salud física y un caos vehicular.

Como siempre, la solución a los problemas y la acción del cambio que necesitamos opere en nuestra sociedad va a depender única y exclusivamente de que cada uno de nosotros entienda que es parte indispensable para el mismo. Por ejemplo, el cruce de peatones parecería como si no existiera, ya que por lo general suele estar ocupado por los vehículos; y es común los accidentes a través de los cuales se han habido mucha pérdida de vida de personas al atravesar las calles.

En el mes de diciembre, en la Ave. Anacaona, casi esquina Privada, por la imprudencia de un joven pasar una luz roja atropelló al hermano de una de mis amigas, quien perdió la vida instantáneamente.

Aplausos a esta campaña iniciada de este diario para lograr concienciarnos unos a otros. Si queremos un mejor país, necesitamos ser mejores individuos, dispuestos cada día a colocarnos en lugar del otro.  La tarea  es sencilla.

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