Monólogo revela el lado más oscuro de Carlos Alfredo

Hay que tener valor para «desnudar» el alma y el espíritu en público, soltar sin pose aquellos sinsabores y amarguras que una figura…

Monólogo revela el lado más oscuro de Carlos Alfredo

Hay que tener valor para “desnudar” el alma y el espíritu en público, soltar sin pose aquellos sinsabores y amarguras que una figura pública vive, en privado.

Hay que tener valor para «desnudar» el alma y el espíritu en público, soltar sin pose aquellos sinsabores y amarguras que una figura pública vive en privado. «Al desnudo», la nueva propuesta del polifacético y hoy menos disfrutable que antes Carlos Alfredo Fatule, nos deja hurgar en las profundidades emocionales de este artista al que en las tablas le falta poco por demostrar.

El show se disuelve en poco más de una hora y 20 minutos, con un guión que recorre sus proyectos más importantes, tanto los que tienen que ver con la música, como los que tuvieron que ver con el cine, el teatro y la televisión. Y si Carlos Alfredo tuvo sus altas y bajas (naturalmente), también la puesta en escena de su show transita por momentos entretenidos y divertidos, salvo aquellos números en los que queda a un lado la parte meramente artística de la personal.

El público que asistió a la función del pasado viernes en la noche, en la sala Ravelo del Teatro Nacional (el show continúa el próximo fin de semana), se gozó con entusiasmo el segmento en que Carlos Alfredo imita a varios artistas (Raphael, Basilio…) y cuando recuerda su primer encuentro con Milton Peláez durante una entrevista en que éste le propone trabajar para el “Sabroshow” de Rahintel.

Carlos Alfredo es un magnífico imitador. Es un don que se le da muy bien, al que debería sacar más provecho, enriqueciendo los personajes que tradicionalmente imita, con otras interpretaciones que pudiera actualizar de acuerdo a sus habilidades.

«Al desnudo» es un monólogo que reactiva a este talentoso artista, cantante que tuvo su época con canciones que en los 80 (y otros de años posteriores), como «Merengue con ópera» le permitieron cosechar éxitos discográficos que todavía hoy inyectan actualidad a su archivo personal.

Y con el tiempo: «Lo que un día fue no será». Menos interesante es la sobredosis de los aspectos más íntimos y personales en los que Carlos Alfredo involucra al público. Prescindible es el número -proyectado en pantalla- que hizo en una edición de los Premios Casandra junto a su hija Stephanie Fatule (que entonces era una niña). El video corrió por completo, con una muestra nos hubiese bastado. Así como las interpretaciones de canciones poco conocidas, salvo aquellas que se incluyeron en el segmento de merengue en que se desdobló para mostrarnos sus otras habilidades.  Y qué decir de su redención con la que cierra el show.

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Hay que tener valor para “desnudar” el alma y el espíritu en público, soltar sin pose aquellos sinsabores y amarguras que una figura pública vive, en privado.“Al desnudo”, la nueva propuesta del polifacético y hoy menos disfrutable que antes Carlos Alfredo Fatule, nos deja hurgar en las profundidades emocionales de este artista al que en las tablas le falta poco por demostrar.

Lo cierto es que asistimos a un encuentro abierto con lo que ha sido su carrera, que empezó a fraguarse de manera fortuita e inesperada cuando el artista participó en los años 80 en un festival que le premió con el primer lugar entre doce finalistas.

El show se disuelve en poco más de una hora y 20 minutos, con un guión que recorre sus proyectos más importantes, tanto los que tienen que ver con la música, como los que tuvieron que ver con el cine, el teatro y la televisión. Y si Carlos Alfredo tuvo sus altas y bajas (naturalmente), también la puesta en escena de su show transita por momentos entretenidos y divertidos, salvo aquellos números en los que queda a un lado la parte meramente artística de la personal.

El público que asistió a la función del pasado viernes en la noche, en la sala Ravelo del Teatro Nacional (el show continúa el próximo fin de semana), se gozó con entusiasmo el segmento en que Carlos Alfredo imita a varios artistas (Raphael, Basilio…) y cuando recuerda su primer encuentro con Milton Peláez durante una entrevista en que éste le propone trabajar para el “Sabroshow” de Rahintel.

Carlos Alfredo es un magnífico imitador. Es un don que se le da muy bien, al que debería sacar más provecho, enriqueciendo los personajes que tradicionalmente imita, con otras interpretaciones que pudiera actualizar de acuerdo a sus habilidades.

“Al desnudo” es un monólogo que reactiva a este talentoso artista, cantante que tuvo su época con canciones que en los 80 (y otros de años posteriores), como “Merengue con ópera” le permitieron cosechar éxitos discográficos que todavía hoy inyectan actualidad a su archivo personal.

Y con el tiempo: “Lo que un día fue no será”

Menos interesante es la sobredosis de los aspectos más íntimos y personales en los que Carlos Alfredo involucra al público. Prescindible es el número –proyectado en pantalla– que hizo en una edición de los Premios Casandra junto a su hija Stephanie Fatule (que entonces era una niña). El video corrió por completo, con una muestra nos hubiese bastado.

Así como las interpretaciones de canciones poco conocidas, salvo aquellas que se incluyeron en el segmento de merengue en que se desdobló para mostrarnos sus otras habilidades.  Y qué decir de su redención con la que cierra el show.

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