El grito de la Iglesia

El año pasado, la Iglesia Católica emitió una inusual carta pastoral en la que se autocriticaba de sus errores, y esta vez, también…

El año pasado, la Iglesia Católica emitió una inusual carta pastoral en la que se autocriticaba de sus errores, y esta vez, también en otra carta diferenciada, realiza un recuento histórico sobre la Conferencia del Episcopado, con un balance constructivo, que reafirma el papel de esa institución en la vida dominicana, en el más amplio sentido.

La contribución de la Conferencia ha sido importante para la buena marcha de la Iglesia, las diócesis y congregaciones, pero sobre todo, en áreas tan fundamentales como la educación, la caridad, los grupos más disminuidos, la salud, la familia, los jóvenes, los afanes de los dominicanos por la libertad, la justicia y la paz. En una palabra, que la conferencia del Episcopado Dominicano no sólo ha sido gestora e inspiradora de la Iglesia, sino una herramienta de acompañamiento de la Nación.

Y esta vez, en su carta del 21 de enero, Día de la Altagracia, la Iglesia, aunque se ha centrado en la evaluación de su Conferencia en el 50 aniversario, ha aprovechado para emitir una vibrante declaración, muy cónsona con la crisis que viven las sociedades que han alcanzado los más altos grados de desarrollo económico.

En ese sentido, tiene mucho valor su proclama de que la gran crisis moderna es humana y moral. Y que esa crisis moral se ha ido enquistando en el alma nacional.

“Aquí hay que situar la causa de la violencia en general que nos envuelve, de la creciente violencia contra la mujer y la familia, de la precariedad de los salarios y de los servicios básicos para todos, la dimisión de su deber educativo por parte de las familias, de la escuela y de los medios de comunicación social, la mediocridad de muchos políticos, la corrupción rampante. Nos preocupa todo esto y prometemos que al pueblo dominicano no le faltará ni nuestra voz sincera ni nuestra crítica como tampoco nuestro aliento al comportamiento correcto”.

Apoyamos este grito de la Iglesia Católica.

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