Obviar nada, obviar todo

Hace ya un buen tiempo que perdí la piedra “rayo de luna” que recibí de Ezequiel -para estos fines-, cuando todavía…

Hace ya un buen tiempo que perdí la piedra “rayo de luna” que recibí de Ezequiel -para estos fines-, cuando todavía creía que era el ser “más diferente” que había conocido y podía decírmelo. Diferente, decía él. Ezequiel casi no hablaba; miraba fijo con ojos medios saltones y siempre esperaba una respuesta, aunque no preguntara nada. Era su táctica: “hay que esperar y dejar que la gente hable, a ver qué dicen”.

Una de las tardes en que nos sentábamos a analizar la vida del parque (porque la nuestra era, en ese entonces, demasiado complicada para intentar desenredarla), me dijo que a veces hay que pensar muy bien lo que se dice cuando le preguntan a uno; porque muchas de esas veces, ni estás en la posición o condición de obviar nada, y ni el otro está preparado o realmente consciente de que quiere escucharlo todo.

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