Entendemos que las nuevas producciones visuales, que se han venido desarrollando en los últimos tiempos, merecen la atención de los estudiosos de la cultura, pues un gran número de artistas, aprovecha las ventajas que ofrecen las galerías para mostrar sus trabajos buenos y malos, e ir adquiriendo un espacio en la memoria colectiva.Pero para hablar de bueno o malo en el arte, lo justo sería que el propio espectador se convierta en crítico de lo que logran captar sus sentidos. Resulta que el acercamiento a una obra de arte se encuentra condicionado por varios elementos que nos guían a la interpretación, que puede ser objetiva –intelectual- o subjetiva –sentimental-. Esta última, comprendida como la más importante, en el sentido de que el arte requiere una valoración individual entre el artista y la obra y a su vez, entre la obra con el espectador.
Estar frente a una obra de arte, implica una aproximación que podemos hacer desde varios aspectos: a nivel técnico, temático o filosófico. La lógica de lo que exprese la pieza estará constituida por la complejidad que encierra la comprensión del concepto de lo observado, marcado por una confluencia de elementos entremezclados que logra estructurar la configuración para el disfrute de nuestros sentidos.
Pero antes de adentrarnos a explicaciones críticas, es importante situarnos en el desarrollo histórico de lo que llamamos arte. Creemos importante definir que el arte entre tanto, es toda aquella manifestación que realiza el ser humano para identificarse con el otro. En sentido más estricto, es todo aquello que permite expresar un mensaje consciente o inconsciente por medio de símbolos o imágenes implícitas o explícitas mediante el empleo de técnicas artísticas.
Ahora bien, para apreciar una obra de arte, se hace necesario comprender una serie de elementos que componen la pieza, estos son: líneas, volumen, áreas, color, valores, equilibrio, proporción, textura, ritmo y énfasis. La configuración de todos estos puntos apoyados en la estética como filosofía del arte, es lo que da vida al lenguaje plástico. Entonces, el espectador descodifica y ordena en la memoria, ya sea de forma intelectual, emocional o sentimental, logrando transformar en realidad las metáforas que sugiere el sistema forma.
