“Se lo diré al Presidente”

Hace años, una compañera de bufete y yo visitamos a un cliente para analizar su caso que estaba en los tribunales. Nuestro defendido era político. Desde que llegamos a su oficina en el centro de la capital, su secretaria nos hizo pasar de inmediato

Hace años, una compañera de bufete y yo visitamos a un cliente para analizar su caso que estaba en los tribunales. Nuestro defendido era político. Desde que llegamos a su oficina en el centro de la capital, su secretaria nos hizo pasar de inmediato.

Cuando entramos, hizo una señal invitándonos a sentar, mientras, relajado, aunque en alta voz, hablaba por teléfono. Lo hacía con una confianza extraordinaria y tuteaba al que estaba en línea. Recuerdo que hasta su boche le dio.

Luego de cerrar el aparato, nos dijo: “Caramba, aquí, que el Presidente me llama a cada rato y yo que estoy tan ocupado, pero bueno, vamos al grano, jóvenes”. La abogada que me acompañaba quedó algo impresionada. Yo no le hice caso al fanfarrón. A veces tengo el don de olfatear los embustes. Volvimos la semana siguiente.

La misma historia, aunque ahora abundó dándole consejos al jefe del Estado y expresándole que por más que se lo pidiera, no asumiría un cargo en la administración pública.  Cuando terminó el encuentro y ya dentro del vehículo rumbo a Santiago, mi acompañante me comentó sobre la gran hermandad que existía entre nuestro personaje y el mandatario. La miré y me reí enseñando las muelas de atrás y le respondí: “Ay amiga, nuestro gobernante tiene más de una hora reunido con el Presidente de…, uno de los países más importantes de Asia, escuché ahora la noticia”.

Cuando en las peñas hago la historia, siempre aparecen amigos que han sido testigos de otra similar. “Voy a ver al Presidente esta semana”, “el Presidente me mandó donde usted”, “se lo diré al Presidente”, “deja que el Presidente se entere, tú no me conoces”, “lo que tú no sabes es que yo tengo acceso al Presidente”, son de las frases más comunes de esos habladores con “j”, según los contertulios.

Lo ocurrido con aquel politicastro me hizo pensar en los famosos cables de WikiLeaks relacionados con Dominicana. Y como los vientos del allante y del chisme no discriminan al Caribe ni al Norte, no descarto que algunos cables hayan sido promovidos por funcionarios estadounidenses que nunca conversaron con nuestros líderes políticos o judiciales sobre los temas expuestos.

No es de extrañar que enviaran esas comunicaciones porque podrían aumentarles puntos en la diplomacia o les darían más prestigio a sus investiduras.
Tendremos WikiLeaks por mucho tiempo.

Las circunstancias determinarán lo que salga a la luz pública, sin negar que es difícil que ya tengan fuerte impacto, porque parece que sus promotores a veces estaban como mi gracioso cliente: decía que hablaba con un poderoso  y el poderoso ni se enteraba.
Pedro Domínguez  es abogado

Posted in Sin categoría

Más de

Más leídas de

Las Más leídas