Rebatimos apresurados si recibimos acusaciones infundadas. Argumentamos briosos al defendernos contra críticas hirientes, lógicamente. ¿Qué tal cuando somos nosotros mismos nuestros más despiadados acusadores?
¿Nos conducimos tan combativos al auto atacarnos? A esa voz interna que dice tal vez “soy tonto” mayormente se la acepta sin replicar.
Tanto como peleamos con terceros cuando nos ofenden, debemos pelear con nosotros mismos, disputar los propios pensamientos con los que nos autoagredimos o desmoralizamos sin razón. Si apesadumbrados pensamos “soy malo”, contrarrestar el juicio desfavorecedor pensando en evidencias que demuestran que no lo somos, como una buena actuación pasada.
El ejercicio contrarresta el desánimo y el autoboicot.
Claudialerebourshotmail.com