Políticas públicas mineras

Conforme a los textos escritos a principios del siglo XVI por los primeros cronistas de las Indias Occidentales: Gonzalo Fernández de Oviedo y Pedro Mártir de Anglería, los indígenas de la Española se dedicaban a la extracción del oro aluvial…

Conforme a los textos escritos a principios del siglo XVI por los primeros cronistas de las Indias Occidentales: Gonzalo Fernández de Oviedo y Pedro Mártir de Anglería, los indígenas de la Española se dedicaban a la extracción del oro aluvial depositado en los cauces de los principales ríos de nuestra isla.

Desde entonces hasta el presente, con altas y bajas, con virtudes y defectos, la minería ha estado presente en nuestra sociedad, y muy a pesar de las malquerencias mineras de unos, y no obstante los discursos anti mineros de otros, la minería es una realidad a nivel mundial, porque ella es quien realmente mueve el mundo, pues sin ella el mundo se detendría inmediatamente, y quien lo dude sólo debe responder cómo desarrollaría su vida sin disponer del gas para su estufa de cocinar, sin el combustible para su auto; sin la energía eléctrica para su nevera, su televisor y su acondicionador de aire; sin materiales de construcción para su casa, sin los minerales que sirven de base a los medicamentos que curan sus enfermedades, incluido el cáncer, y sin los micro chips de sus imprescindibles teléfonos celulares.

Pero si en realidad todo lo que gira a nuestro alrededor depende de la minería, y si ya ninguno de nosotros aceptaría vivir sin las comodidades que hoy tenemos gracias a la minería, entonces sería insensato maldecir y obstruir la minería, del mismo modo que algunos maldicen las aguas de tormentas que caen excesivamente y producen inundaciones que destruyen vidas y propiedades, porque en ambos casos, los beneficios son superiores a los daños.

La minería es una actividad productiva tan indispensable como la agricultura, pues sin implementos agrícolas metálicos, sin concreto para canales de riego y sin tuberías irrigadoras, no sería posible tecnificar y eficientizar la producción agrícola, y viviríamos en el paleolítico, siendo necesario admitir que la contaminación aportada por los tóxicos herbicidas, plaguicidas y fungicidas de la agricultura, la contaminación bacterial aportada por la pecuaria, y la severa contaminación química y bacterial aportada por el urbanismo y por la hotelería, son individualmente superiores a la contaminación total aportada por la minería, y quien no lo crea que visite las cañadas de Santo Domingo, Santiago y Moca, donde no hay minería.

Y aunque usted puede mostrarme diez frentes mineros que por descuidos de empresas mineras no fueron reforestados a tiempo, y están “pelados”, otros pueden mostrarle a usted mil aserraderos disfrazados de planes de manejo forestal, donde a diario se depredan los bosques dominicanos, sin que nadie diga nada, con el agravante de que entre 1930 y 1963 los bosques dominicanos fueron destruidos por los aserraderos, sin que nadie dijera nada, excepto la OEA, que lo reveló, y excepto Joaquín Balaguer que en 1966 prohibió todo aserradero.

De ahí que lo correcto no es satanizar a un importante sector productivo, como la minería, simplemente porque usted no trabaje en la minería, sabiendo todos que es el sector menos contaminador, y encubrir deliberadamente a otros sectores, como la agricultura, la pecuaria y el urbanismo, los que son los mayores contaminadores, pero donde todos tenemos una cuota de responsabilidad como usuarios del espacio urbano, como dependientes de los alimentos que consumimos y como usuarios de inodoros que descargan millones de bacterias coliformes fecales que van a las mismas aguas subterráneas que sacamos desde un pozo y las usamos para cepillarnos los dientes.

Para proteger el ambiente no necesitamos una campaña anti minera, sino una campaña en favor de correctas políticas públicas que garanticen que todos los sectores productivos respeten el ambiente, y que nadie contamine. l

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