El mórbido titular periodístico “escasa asistencia en el inicio de clases” va siendo desplazado por el de “masiva asistencia”. Aquella irregularidad consentida por largos años empieza a superarse, cambio cualitativo para congratularnos. Amén de significar más horas de clases en las escuelas oficiales, entraña un mensaje de disciplina y formalidad apremiante para una sociedad muy propensa a relajar toda norma como es la dominicana. Construir una cultura menos tolerante al desorden y el irrespeto, empieza con padres atentos y esmerados en inculcar a sus niños el valor de ser rigurosos con la actividad escolar, incluyendo máximo cumplimiento de programas u horarios docentes. Empezamos a conducirnos reverentes con la escuela; ojalá sea sostenible, dentro de la atmósfera del “4%”.

Por primera vez los alumnos volvieron a las escuelas públicas el lunes después de Semana Santa. Parece ser conquista de la escuela “post 4 por ciento”, aunque cumplir las horas de clases no precisa dinero sino voluntad y disciplina. Haciendo “lo que nunca habían hecho”, los maestros comprometieron a padres y alumnos a la asistencia puntual que resultó ser “récord”. La fructífera tarea pone a pensar que de haber existido siempre la disposición, nuestros estudiantes hubieran recibido más docencia y quizás hoy no serían los peores de Latinoamérica. Dicen que por la plata baila el mono pero lo menos propio de un docente es trabajar por interés, educar conlleva altruismo. “Pequeñas” obras todos los días impulsan las grandes transformaciones.