La familia dominicana, como en otras sociedades del mundo, ha ido perdiendo sus valores más elementales de convivencia, fraternidad, amor filial, comprensión y respeto mutuo, así como el civismo y la moral.

Esta situación nos conduce aceleradamente, de una sociedad en proceso de construcción a convivir en eterno desorden, falta de autoridad, de justicia, de igualdad, de libre tránsito, libertad de expresión y acción, como principios inalienables de la convivencia humana.

Los hijos no respetan a los padres y viceversa, adolescentes corrompidos en lo económico, moral y social, así como la desvaloración de la educación, los principios religiosos y el amor por la naturaleza. La educación no es funcional en el hogar ni en la escuela.

Vivimos en una sociedad mediática, consumista, indolente, incomprensiva y asimétrica que sólo ofrece oportunidades a depredadores, políticos insensatos, usurpadores de la ética y a falsos profesionistas que buscan únicamente saciar su sed de riqueza material y depredar, en cualquier forma, el erario.

Realmente moramos en un territorio invadido por todos los antivalores, nativos y foráneos, que han tomado las riendas de la propiedad, de los intereses nacionales, la soberanía y hasta del pensamiento de nuestros gobernados y sus súbditos. La patria ha perdido aquel valor que nos llenaba de orgullo cuando con la frente erguida podíamos gritar: “República Dominicana: Dios, Patria y Libertad”, al compás de las notas gloriosas de uno de los himnos patrios más hermosos del universo. Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, ya poco importan, porque el extranjerismo lujurioso lo ha matado todo, en connivencia siempre con algún expresivo “Guacanagarix”.

Sin embargo, todavía hay tiempo si alcanzamos un ejercicio que se atreva a reformular nuevas políticas, perder el miedo a las potencias, levantar el patriotismo y darle sentido a la pisoteada soberanía nacional con valor patriótico y decisión dominicanista.
Es hora de la gran jornada y de asumir el sacrificio de volver a la familia porque, a la postre, nos quedaremos sin nación y sin territorio.

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