Ronald Reagan, el ex Presidente de Estados Unidos entre 1981-1989, era reconocido entre muchas otras cosas, por su especial sentido del humor. Esto le servía para tener buenas salidas a preguntas incómodas con las que frecuentemente hay que lidiar como persona con responsabilidad pública. En una de esas ocasiones, fue cuestionado por un periodista que resaltó que al hablar de la situación económica, este culpaba a los errores del pasado y al Congreso compuesto mayoritariamente por el Partido Demócrata, ¿No tenía entonces él por lo menos algo de culpa? A lo que respondió el líder republicano diciendo “Claro que sí, durante muchos años yo también fui demócrata”, logrando las
carcajadas de todos los presentes.

Desde luego, toda decisión que se toma desde la esfera pública tiene efectos prolongados en el tiempo y quienes actuamos hoy, frecuentemente tenemos que lidiar con esas consecuencias. Corregir errores previos conlleva un importante reto, más aún cuando toca cambiar aquello que se ha hecho igual o peor durante más de una época. Ahora bien, de la misma manera en que no podemos vivir de glorias pasadas, tampoco debemos permitir que lo que ocurrió antes sirva como una especie de excusa eterna para no hacer lo que nuestro país necesita hoy.

Con frecuencia escuchamos cómo hay quienes quieren ganar legitimidad presentándose como herederos de los líderes históricos que guiaron la transición democrática nacional. Esto lo usan como un manto protector, con lo que pretenden desestimar cualquier crítica a su desempeño, caracterizado en más de un ejemplo por la falta de acción o peor aún por resultados cuestionables a sus acciones. Esto no solo constituye una interpretación lamentable de lo que aspiran autoproclamarse como herederos de una trayectoria gloriosa, sino que también afecta a la nación pues nos mantiene solo debatiendo sobre la personalidad de grandes dominicanos del pasado mientras echamos a un lado el debate sobre las necesarias políticas públicas del presente y los resultados posibles de estas.

Somos un país rico en historia, la cual debe ser estudiada, debatida y comprendida. Pero para ser también un país rico en desarrollo, debemos enfocarnos más en las propuestas programáticas. La verdadera legitimidad es la que se gana día a día contribuyendo a una sociedad más institucional, democrática, segura y próspera. Aquellos capítulos brillantes de nuestro pasado representan un reto a superar en el presente para así lograr un mejor futuro. Y los errores de otras épocas son un recuerdo de cómo no debemos actuar hoy, nunca una justificación de por qué se sigue haciéndolo.

Posted in Opiniones

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas